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CRITICA AL FILM “MI NOMBRE ES HARVEY MILK”
Cine para los tiempos de crisis (políticamente correcto)
Por: Demian Paredes

26 Feb 2009 |

Flamante ganadora de dos premios Oscar, Mi nombre es Harvey Milk es una película concisa y dinámica, centrada en la trayectoria política1 del primer norteamericano electo para un cargo de gobierno declarado públicamente gay.

Dirigida por Gus Van Sant (también gay, director de Mi Idaho privado, En busca del destino, Descubriendo a Forrester, Elefante) y la producción de quienes ganaron el Oscar por la puesta en escena de Belleza Americana, Dan Jinks y Bruce Cohen, el papel protagónico lo realiza Sean Penn, quien concreta con bastante habilidad el libro de Dustin Lance Black2.

El film comienza con un joven Harvey renunciando a su trabajo formal, y yendo con su pareja a instalarse en 1972 a la ciudad de San Francisco, en la Castro Street (en ese entonces un sector de gays y lesbianas), donde pone un comercio, que pronto se transformará de un lugar de “moda” a un “foco” de organización solidaria y después política. Ante la discriminación que comienza a sufrir en el barrio por parte de los comerciantes de la zona y las constantes razzias policiales en la ciudad, Harvey comenzará a ser un referente de la resistencia, lucha y movilización contra la discriminación y los abusos, transformándose en un conocido referente por su activismo político. Luego de varios intentos frustrados conseguirá, en 1977, ser electo para un cargo comunal. Sin embargo a menos de un año sufrirá un trágico final (un “colega” –ex policía-, White, le disparará a él y al alcalde Moscow, luego de renunciar a su cargo3).

De las calles al palacio

El joven Milk comienza siendo solidario con los suyos ante cada ataque policial; integra grandes movilizaciones que cantan “¡derechos civiles o guerra civil!” ante las furiosas embestidas de la derecha: como la llamada “proposición 6”, que buscaba despedir a los maestros y docentes homosexuales de los establecimientos educativos. Esta biopic además muestra –unificando el trabajo de los actores con la historia real- distintos programas y noticieros televisivos, donde aparece la cantante publicitaria Anita Bryant del Estado de Florida, que dice que hay “fuerzas del mal a nuestro alrededor que quieren destrozar el núcleo familiar que mantiene unido al país”.

Para cuando gane las elecciones, el flamante supervisor –que hasta ese mismo momento denunciaba en los debates a los otros políticos por pertenecer a “la máquina” política, alejada de la gente- se transformará en un importante mediador: un ejemplo de esto lo tenemos cuando, ante los reiterados ataques de la derecha y la furia y descontento de la movilización gay, Milk dejará a un colaborador a la cabeza de una manifestación mientras él se adelanta en una moto; va al edificio del Ayuntamiento –donde está la policía apostada- para contener a los manifestantes cuando lleguen. De hecho Milk, que fue veterano de guerra en Corea, se inició como político en 1964 como asesor de un republicano de derecha. En toda la película lo vemos, cuando comienza su carrera como candidato gay, negociar con distintos sectores (abogados, sindicatos, otros partidos) por los votos que le permitan llegar a un cargo.

Esperanzas (vanas)

Con un presupuesto de 15 millones de dólares, esta película sale en momentos donde, a la par de la crisis económica mundial –con epicentro en los Estados Unidos- gana las elecciones presidenciales un afroamericano: otra de las minorías (como los homosexuales) oprimidas por el sistema.

El vago lema “Yes, we can” (sí, podemos) de Barack Obama, se traduce en el film como “Hope” (esperanza) en Milk4. Lo que hubo desde fines de los ’70 a esta parte, fue una política de cooptación desde el Estado hacia sectores acomodados de las minorías (mujeres, homosexuales, asiáticos, afroamericanos, etc.) en detrimento –hasta quedar en el olvido absoluto- de las demandas laborales. Obama es de algún modo la “coronación” de esta política que todo el “campo del reformismo progresista” festeja hoy (denominada “actitud afirmativa”5).

Es que en momentos donde terminaba la efervescencia de las grandes luchas radicalizadas de los ’70 –lo que incluyó movilizaciones enormes, que debilitaron al imperialismo yanqui, haciendo que se retire de Vietnam-, el sistema, con la típica política “de garrote y zanahoria”, fue aceptando las luchas y los reclamos, siempre y cuando fueran parciales (“sectoriales”) y encauzadas como “movimientos civiles” (no es casualidad que en Brasil se tradujera la película con el título de Milk, la voz de la igualdad).

Mientras no se cuestionara “la igualdad” que todos tienen en común: ser explotado laboralmente en el capitalismo, el sistema aceptó (y acepta) reclamos e -incluso- cambios parciales; en muchos casos “cosméticos”, de fachada, como ocurre con el nuevo presidente yanqui.

En todo caso, “la máquina” (de sueños) que es Hollywood “refleja” este proceso, mostrando que el establishment cultural acepta en algún grado de los “cambios”… siempre y cuando no cambie lo esencial.

La máquina Hollywood puso a Penn en el papel protagónico porque, como cuenta el director “había muchos discursos políticos que uno podía oírlo pronunciar... (Y) pensaron que él podía hacer esa parte de la película, la de orador político”6. Penn fue un reconocido activista contra la guerra a Irak y el impulsor de un pedido de impugnación a Bush7.

Por otra parte bastante se ha analizado esta nueva película del creador Van Sant. Y no son pocos los que dicen que el director –acostumbrado a criticar la realidad desde personajes outsiders, fuera del sistema- hiciera esta vez una “prolija” y “limpia” película aceptada por un Hollywood “multicultural” -que la premia, como a la española Penélope Cruz o la multiganadora película india ¿Quién quiere ser millonario?-. Si bien Milk tiene buenos momentos de denuncia (como las imágenes históricas de los operativos policiales en bares y lugares gay), pasajes emocionantes con las vivencias de sus personajes y muestra el desarrollo del movimiento gay luchando en las calles por derechos elementales de reconocimiento y la no-discrminación; Van Sant muestra acríticamente las luchas de un sector social por reformas. Desde el punto de vista político este es el principal límite que tiene.

Recordemos que la película sale en los mismos momentos en que, por ejemplo, en el Estado de California se votó la “proposición 8”, que prohíbe los matrimonios gays. Lo que muestra a las claras que los reaccionarios que estaban en esa época en los palacios del poder, continúan activos.

 

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