El lunes 13 de agosto los trabajadores del Hospital Posadas sufrimos en carne propia una brutal represión, que no escatimó balas de goma, golpes y gases, por parte de la policía federal. Demostrando que pasar el ajuste es la directiva suprema de este gobierno y la oposición, no tuvieron ningún reparo en arrojar los gases dentro del hospital, no importando siquiera los pacientes, ya que ellos también deben pagar las consecuencias del ajuste.
Al principio éramos unos pocos ya que los muy cobardes siempre esperan los momentos en que los trabajadores bajamos la guardia para atacarnos, como lo demuestran los sangrientos operativos que desalojan de madrugada lo puentes que cortan los desocupados. Pero la bronca y el repudio que generó la brutalidad con que la policía pretendía entrar provocó que cientos de trabajadores comenzaran a rodear el hall central impidiéndole avanzar a la policía, identificándolos por ser estos, beneficiarios de distintas coimas hospitalarias y asegurándoles que cuando llegaran heridos al hospital ellos los dejarían morir por represores.
Los trabajadores del hospital entendemos que la represión es una de las técnicas privilegiadas del gobierno cuando encuentra resistencia a su política de que sean nuestros sueldos, nuestra educación, la que pague la deuda externa. Pero la misma unidad que conquistamos frente a la represión y que obligo a un juez a ordenar el retiro inmediato de la policía, porque no había orden posible de que los trabajadores se retiraran primero, es la unidad que necesitamos para hacer retroceder definitivamente el ajuste.
Como trabajador herido en la defensa de nuestro trabajo y en el enfrentamiento a los planes de ajuste nacionales creo que deberíamos comenzar a coordinar todas las luchas de estatales y desocupados que se están dando para unirlas. En este sentido en el Hospital Posadas debemos realizar una gran asamblea y votar delegados con mandato a la segunda Asamblea Piquetera de La Matanza que se reunirá el 4 de setiembre.