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Partido de los Trabajadores Socialistas
Buenos Aires   |  27 de marzo de 2024
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segunda parte
La Revolución Cubana, 1959
17 Feb 2005 |

Como señala Ernesto Guevara “En enero de 1959 se estableció el Gobierno Revolucionario con la participación en él de varios miembros de la burguesía entreguista. La presencia del Ejercito Rebelde constituía la garantía de poder, como factor fundamental de fuerza. Se produjeron enseguida contradicciones serias, resueltas, en primera instancia, en febrero del 59, cuando Fidel Castro asumió la jefatura de Gobierno con el cargo de Primer Ministro. Culminaba el proceso en julio del mismo año, al renunciar el presidente Urrutia ante la presión de las masas”1.
Así describe Guevara la ruptura de la burguesía con el gobierno surgido de la revolución contra Batista. Este gobierno representaba el frente policlasista que había impulsado la caída de la dictadura y el compromiso del Movimiento 26 de Julio de mantener la revolución dentro de los marcos de la conciliación de clases2. Sin embargo, la movilización de las masas toma su propia dinámica envalentonada por la derrota del ejército y la policía secreta. Obreros y campesinos se lanzan a hacer justicia contra los representantes del régimen, a la huelga reivindicativa y a la toma de tierras. Los primeros roces del nuevo gobierno con el imperialismo se darán alrededor de los tribunales revolucionarios y se agravarán en febrero con la reducción de los alquileres y las tarifas telefónicas y eléctricas. En mayo de 1959 se decreta una limitada reforma agraria y la formación del INRA3. A partir de entonces la presión del imperialismo se radicaliza: en el M26 Huber Matos pasa a la lucha armada en el Escambray contra Fidel y la burguesía acelera su ruptura con el gobierno. El imperialismo norteamericano aprovecha para recrudecer su boicot y decreta la ruptura de relaciones comerciales. La respuesta de Fidel es convocar a la formación de milicias populares adonde acuden masivamente los obreros y campesinos. Así la rebelión de Matos en el Escambray es aplastada por las fuerzas revolucionarias. 

La revolución de contragolpe

Fidel Castro y su movimiento quedan sujetos a la marea de la revolución, presionados entre el imperialismo y las masas movilizadas. La política castrista toma una dinámica de contragolpe, oponiendo a cada medida del imperialismo y la burguesía, una contramedida revolucionaria, que apela a la movilización popular. A su vez cada paso adelante de las masas es orientado hacia la defensa del gobierno, en el cual el pueblo identifica los intereses de la revolución. En el transcurso de 1960 las propiedades y bancos norteamericanos son expropiados. “La extensión y profundización del proceso revolucionario se realizó a través de la presión y de la iniciativa de los líderes. En los campos azucareros ocurrió la acción masiva: ‘las milicias revolucionarias han convertido las 161 centrales azucareras de la isla en 161 baluartes de la revolución. Estas milicias protegen sus propios centros de trabajo contra el sabotaje criminal’. En las refinerías petroleras ocurrió una acción masiva similar: ‘eran las milicias de estos centros de trabajo, las que estaban alertas y vigilantes antes de las intervenciones y procedieron a ponerlas en funcionamiento, con el apoyo decidido de los técnicos e ingenieros cubanos”4.
A la deriva en sus relaciones internacionales y amenazado por el imperialismo, el gobierno se respalda en la URSS que le brinda apoyo. Los norteamericanos responden con la invasión de los exiliados cubanos (a partir de entonces gusanos) armados por la CIA a Bahía de los Cochinos en 1961. La incursión es derrotada por las milicias populares, lo que llevará en junio de ese mismo año a proclamar a Fidel Castro el carácter socialista de la revolución. Es este proceso de ataques y contraataques, el que va a radicalizar la revolución dando origen al primer Estado obrero de Latinoamérica. Ernesto Guevara lo va a definir acertadamente como “la revolución de contragolpe”.5

Revolución permanente

La revolución cubana realizó las tareas de la revolución democrático-burguesa que habían quedado pendientes desde los tiempos de José Martí. En primer lugar la independencia nacional, la revolución agraria, la reforma urbana y las de la democracia política –motores inmediatos del movimiento que terminó con el dominio de Batista– mediante la instauración de un estado obrero –aunque deformado-. Este desenlace fue posible por la derrota de la burguesía y los terratenientes cubanos y su aparato de Estado, apéndices de los EE.UU. Desde este punto de vista se impone la dinámica de la revolución permanente en tanto que se confirma que bajo el dominio del imperialismo la revolución democrático-burguesa sólo puede realizarse transformándose en revolución obrera y socialista.
La alianza policlasista original que caracterizaba al movimiento popular contra Batista estalla. La lucha de clases en el transcurso de la revolución cubana crea una ruptura radical del antiguo bloque social: por un lado la burguesía y sectores acomodados de la pequeña burguesía queriendo confinar la revolución a un cambio del régimen político y mantener la subordinación –aunque en otras condiciones– con EE.UU. Por el otro, obreros y campesinos, junto a un sector de la intelectualidad, impulsando la lucha en la consecución de los objetivos de las masas: la revolución política se transforma en un medio de la revolución social mediante la acción viva de las clases explotadas. Estas son las fuerzas dinámicas que empujan el carácter permanentista de esta revolución. 

Bonapartismo y revolución. Evolución del M 26

El Che Guevara recuerda que la base política del 26 de Julio era herencia directa “del Partido Ortodoxo y su lema central ‘Vergüenza contra dinero’. Es decir, la honradez administrativa como idea principal del nuevo gobierno cubano”. Esta pretensión original del M26 y su programa6 pequeñoburgués de reformas sociales y democráticas queda sin sustento. El M26 es superado por la velocidad de los acontecimientos.
En un primer momento, al triunfo de la revolución, el M26 y el Ejército Rebelde se transforman en el árbitro de toda la situación tratando de imponer un equilibrio entre los distintos actores, ya que producto de la derrota de las viejas Fuerzas Armadas, son el único poder en pie. La ruptura con la burguesía los obliga a recostarse en el apoyo popular dando origen a un gobierno obrero y campesino, que inicia un curso anticapitalista. A partir de este segundo momento, la radicalización del proceso revolucionario lleva al nuevo gobierno a tomar la iniciativa como forma de expresar su control sobre la situación y dar un canal a las acciones. Se produce una transformación en el seno del M26: mientras Fidel Castro busca mantener el control sobre las masas, los obreros y campesinos ven en este movimiento el instrumento político desde donde empujar su revolución. Lo que se refuerza por la ausencia de un genuino partido obrero revolucionario.
Los cambios producidos en la revolución entre el ’59 y el ’62 darán paso a lo que los marxistas denominamos bonapartismo sui generis aunque de un nuevo tipo social ya que dará origen a un estado obrero deformado.
La definición de bonapartismo sui generis, fue utilizada por León Trotsky para analizar a ciertos gobiernos de la periferia semicolonial que oscilan “entre el capital extranjero y el nacional, entre la relativamente débil burguesía nacional y el relativamente poderoso proletariado. Esto le da al gobierno un carácter bonapartista sui generis, de índole particular. Se eleva, por así decirlo, por encima de las clases. En realidad, puede gobernar o bien convirtiéndose en instrumento del capital extranjero y sometiendo al proletariado con las cadenas de una dictadura policial, o maniobrando con el proletariado (...)”7. Decimos entonces que es un tipo específico de bonapartismo sui generis, porque al estar ausente la burguesía en el poder del estado, el gobierno queda recostado exclusivamente en las clases explotadas, que vienen conquistando posiciones aunque sin dar lugar a instituciones de democracia directa que expresen su autodeterminación.
Al tratarse de un gobierno surgido de la revolución que avanza en el cambio del régimen de propiedad y el carácter del Estado, se produce un salto de calidad en la forma en que establece las condiciones de su arbitraje. La transformación en un gobierno del estado obrero no implica un cambio en su carácter más general de bonapartista –lo que se expresa en los métodos burocráticos y paternalistas que le son característicos- sino en su contenido social y por ende en la naturaleza de las nuevas contradicciones que se le presentan. Estas son por un lado, la oposición del imperialismo y la contrarrevolución interna; por el otro, las masas movilizadas y su propia ala izquierda dentro del M 26; mientras en el centro, jugando un papel cada vez más preponderante y decisivo, actúa la burocracia de Moscú y los stalinistas cubanos. Este bonapartismo va a ser una de las condiciones escenciales del carácter deformado del nuevo Estado, que luego del reflujo de la marea revolucionaria y el estrechamiento de la relación con Moscú permitirá la estalinización del régimen político y el bloqueo de la dinámica permanente de la revolución tanto en la esfera de la construcción de nuevas relaciones sociales –donde se impone la opresión burocrática y renacerá con el tiempo la desigualdad social-, como en la extensión de la revolución hacia América Latina, donde la diplomacia cubana jugará un papel central en desmontar los procesos revolucionarios en Centroamérica.

1 Ernesto Guevara. El socialismo y el hombre en Cuba.
2 En los inicios de la revolución Fidel proclamaba que “Iremos a una campaña muy grande para convencer al cubano de que compre artículos cubanos. Por eso los industriales están tan contentos con nosotros a pesar de que venimos con unas cuantas leyes revolucionarias.” Marcos Winocur, Cuba: Los primeros quince años de la revolución.
3 Instituto Nacional de la Reforma Agraria, a cargo de Ernesto Guevara.
4 James Petras, Clase, poder y estado en el Tercer Mundo. Casos de conflictos de clases en América latina.
5 Citado en Jean Paul Sartre. Huracán sobre el azúcar.
6 “El 26 de Julio no es un partido político sino un movimiento revolucionario, sus filas estarán abiertas para todos los cubanos que sinceramente deseen restablecer en Cuba la democracia política e implantar la justicia social”. El programa del 26 de Julio no superaba los límites de la democracia burguesa: “1) formación de un frente cívico revolucionario con una estrategia común de lucha; 2) designación de una persona llamada a presidir el gobierno provisional; 3) renuncia del dictador; 4) renuencia del frente cívico a aceptar o invocar la mediación o intervención de otra nación en los asuntos internos de Cuba, más una petición a EE.UU. para que suspenda todos los envíos de armas a la dictadura; 5) rechazo de cualquier gobierno provisorio representado en una Junta Militar; 6) apartar a los militares de la política; 7) llamar a elecciones de acuerdo con lo establecido en la constitución del ’40 y el código electoral de 1933; 8) bosquejo de un programa mínimo a ser cumplido por el gobierno provisional.” Citado por Fernando Mires. La Rebelión Permanente.
7 León Trotsky, “La industria nacionalizada y la administración obrera.”

 

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