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Partido de los Trabajadores Socialistas
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Debate con la izquierda prohibicionista
Por: Rosa D’Alesio

08 May 2014 |

La legalización de todas las drogas es un debate continuo con la izquierda. Tanto el Partido Obrero (PO) como el Partido Comunista Revolucionario (PCR) sostienen posiciones contrarias a la lucha por la legalización, parten de considerar que deberíamos oponernos al consumo de sustancias psicoactivas. En estos días nos encontramos con nuevos argumentos, esta vez fue el propio Jorge Altamira (PO) quien sostuvo en una entrevista [1] que “la marihuana no es la que más destruye al ser humano pero para muchos científicos es una introducción…”, acá se interrumpe y no dice quiénes son esos científicos que aciertan en “diagnosticar” las consecuencias del consumo de marihuana. Uno de quienes desmienten esta teoría es Carlos Damín, jefe de Toxicología del Hospital Fernández y jefe de Cátedra de la Facultad de Medicina de la UBA quien sostiene que “un chico que fuma un porro de vez en cuando no es un adicto, tampoco el que toma cuatro pastillas de éxtasis por año, e incluso a la guardia llegan chicos con una intoxicación aguda y no por eso son adictos”. Por su parte los militantes del PCR afirman que “Para generar cambios en la sociedad drogados o adormecidos, no lo podemos hacer. Es una elección individual, pero los problemas se resuelven en forma colectiva y para eso los jóvenes necesitamos estar despiertos y sanos” [2]. Pero esta posición niega de hecho que la lucha contra el prohibicionismo es la lucha contra una política imperialista de represión y control social y que la libertad en el uso de drogas es parte de una política democrática que apunta a organizar a la juventud por sus derechos (además de alentar a un proyecto autónomo de vida que no sea asimilable a la norma burguesa). Además utilizan los prejuicios reaccionarios de la pequeñoburguesía, donde no distingue entre los usuarios de sustancias psicoactivas que buscan un fin recreativos de aquellos que caen en un uso problemático. Por nuestra parte, si bien no hacemos elogios al uso de psicoactivos, consideramos legítimo el derecho a decidir sobre nuestros cuerpos. Hay que distinguir entre los usuarios de sustancias qué buscan en el consumo, sean lícitas o ilícitas. Porque algunos lo harán en forma ocasional para distraerse, otros buscarán vivir anestesiados, y muchos calmar el dolor de existir; estos últimos encontrarán en los psicofármacos una amplia variedad de ofertas. Las estadísticas que se realizan en hospitales públicos arrojan datos a tener en cuenta. “En el Hospital Fernández, el 54% de las urgencias por intoxicación es de personas alcoholizadas y el 6% por psicofármacos. Así, las principales causas de intoxicación son sustancias legales. Recién en tercer lugar se encuentran la cocaína y la pasta base con 5% cada una. El porcentaje de adictos que no se recupera es mínimo”. Frente a estos datos muchos responden que la legalización de las drogas incentivaría el consumo de drogas. Pero es justamente el prohibicionismo el que ha desarrollado un comercio ilegal a gran escala ampliando sus centros de distribución, desde los barrios más pudientes hasta los más populares. Hay, lo que hoy se conoce como “kioscos” de expendio de drogas, hasta deliverys, donde con sólo llamar a un celular un remís provee lo que el consumidor solicite. Es decir que la prohibición lejos de impedir su comercialización la amplió a escala mayúscula. Pero son los sectores más acomodados los que acceden a este consumo de forma más segura, porque como dijo la Presidenta, las clases acomodadas acceden a sustancias de mejor calidad, "de la buena". Mientras que los sectores populares para comprar se tienen que acercar, la mayoría de las veces, a mercenarios que venden sustancias adulteradas. Es que la prohibición permite adulterarla para aumentar las ganancias de las organizaciones mafiosas dedicadas al negocio del narcotráfico (integrada entre otros por capitalistas y funcionarios estatales) en detrimento de la salud de los usuarios de psicoactivos.

Altamira responde

Altamira sostiene que “el PO está en contra de la represión contra cualquier consumidor, sea de marihuana o de lo que fuera”, pero que a su vez está en contra de la legalización. Ni siquiera sostiene la despenalización del consumo, política que siempre han contrapuesto a la legalización. ¿Cómo hará el partido de Altamira para combatir la represión de los consumidores si no combate la legislación represiva del Estado burgués? Tampoco el PCR se ha pronunciado aunque sea tan sólo por la despenalización. Como decimos en la nota que publicamos en este número de LVO “Legalización de todas las drogas” es un principio de los revolucionarios sublevarnos contra las fuerzas represivas, la legislación reaccionaria y todas las instituciones coercitivas que tienen como fin el control social que ejerce el Estado capitalista sobre la vida de los oprimidos y explotados. Oponiéndose a la legalización deja a los jóvenes a merced del aparato represivo y ceden a la moral burguesa que se ampara en un problema de “salud” para cuestionar el consumo de drogas con fines recreativos. La legalización es la única posición realista de lucha contra el narcotráfico que provoca miles de muertes y descomposición social, donde son los propios jóvenes de los sectores vulnerables los que son cooptados por estas mafias para ser distribuidores de su sangriento negocio. Sabemos que la clase dominante prefiere una juventud sumisa y adormecida que una combativa y revolucionaria. Pero no le damos ninguna autoridad al Estado para regular la vida de los explotados. Hoy, al usuario de droga se lo considera delincuente o enfermo. Categorías muy útiles para encerrarlos o privarlos de derechos. Luchamos por la legalización de las drogas y defendemos su uso recreativo, ya que tan sólo una minoría tiene una relación problemática con las drogas y las respuestas no pueden darlas las legislaciones punitivas. Hay que partir, en lo que respecta al uso de las drogas, que los jóvenes son víctimas de la prohibición y lo que ésta genera en el capitalismo. Si las drogas se legalizan desaparecerán parte de los problemas más graves: se conocería qué se consume y facilitaría la información sobre cuáles son las consecuencias psicofísicas del consumo de estas sustancias. Y se estaría en mejores condiciones para evitar los “cortes”, la adulteración con que se incrementa el volumen, mucho más perjudiciales que la droga misma. Y por supuesto que sería un arma menos en manos de las fuerzas represivas para criminalizar a los jóvenes. La penalización de la marihuana y el conjunto de las drogas son utilizadas, además, no para evitar su consumo, sino para perseguir, encarcelar y asesinar a los pibes en los barrios, en las canchas o en los recitales. Mientras tanto el paco continua siendo la sustancia más controvertida. Si se legalizarán todas las drogas, limitaría sustantivamente la producción y el uso del paco[3]. Pero la legalización tiene que ir acompañada de políticas de salud pública para tratar los casos de consumo problemático.

La “década ganada” de la que habla el gobierno es la que los jóvenes ni siquiera han obtenido el derecho a poder consumir sin ser criminalizados. El gobierno k prometió durante años la despenalización. Pero eso fue antes de que Begoglio asumiera en el Vaticano y que CFK cerrara filas con la Iglesia Católica. A lo que asistimos hoy es al incremento de las narcopolicías con casos resonados como los de Córdoba y Rosario. Estas mafias policiales han crecido a la vera de gobiernos provinciales, como el del “socialista" Bonfatti. La maldita policía, junto a la Prefectura y la Gendarmería son partes indisolubles del negocio del narcotráfico. Posiciones como las del PO, que sostiene el derecho a sindicalizarse de las policías y no pelea por la legalización, amparándose en un supuesto científico de que el consumo de drogas es perjudicial para la salud, dejan intacto el poder de las bandas policiales que son juez y parte del negocio.

Para la militancia del PTS organizarnos para pelear por la legalización de las drogas tiene por objetivo enfrentar y debilitar el aparato represivo del Estado. Luchamos por arrancar nuestras demandas enfrentando al Estado y al régimen para conquistar derechos al tiempo que demostramos que los gobiernos burgueses ni siquiera en el terreno formal son democráticos. No luchamos para reformar este sistema, sino por derrocarlo, acabando con sus fuerzas represivas (y no sindicalizándolas). Peleamos por arrancar cada derecho para socavar el poder de control policial que ejercen sobre nuestros cuerpos el Estado capitalista, como parte de una estrategia política que busca ampliar la movilización y la organización independiente de los trabajadores y la juventud contra el orden político y social.

 Desde el PTS peleamos por conquistar todas las libertades democráticas como el derecho al aborto, las libertades sexuales, los derechos de la mujer e incluso el derecho al consumo recreativo de sustancias psicoactivas.
 Para que la juventud y el pueblo trabajador accedan a la cultura, la diversión, el ocio y su máxima libertad sexual y para que las libertades individuales no sean formales es necesario enfrentar radicalmente al sistema capitalista y liquidar la maquinaria estatal.


[1] https://www.youtube.com/watch?v=JwmhAWMP7sg
[2] http://www.canal13sanjuan.com/san-juan/2014/5/3/pibes-anti-marihuana-droga-herramienta-para-poder-liberarnos-4110.html
[3] Carlos Damín: “el mal llamado paco” no está hecho a base de hidrocarburos ni solventes y “no es basura”, sino algo parecido al crack que se fuma en Estados Unidos, pero de origen vegetal. “Tenemos el análisis de varias muestras entregadas por Gendarmería y policía y lo que notamos es que no se trata de los residuos del clorhidrato de cocaína, es parte de la fase previa, es un alcaloide”. “A partir de la pasta base se puede fabricar el clorhidrato o el mal llamado paco, y por las cantidades decomisadas notamos otro fenómeno: el de la cantidad de dosis. El paco pesa entre 0,01 y 0,03 gramos, una persona que consume cocaína regularmente puede tomar un gramo o más. Por eso, los que fuman paco pueden llegar a tomar 100 dosis, que es lo que equivale a un gramo” Diario Página/12, 2/9/09.

 

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