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PLAN ANTIOBRERO DEL GOBIERNO: INFLACIÓN Y ANCLA SALARIAL
Una devaluación que no cierra la crisis
Por: Pablo Anino

30 Jan 2014 |

La agresiva devaluación del peso deja más que claro que el gobierno eligió el ajuste contra el pueblo trabajador por la vía de la licuación inflacionaria del poder adquisitivo del salario. La devaluación es un nuevo zarpazo que se agrega al tarifazo en el transporte y la convalidación a través de los “precios cuidados” de la remarcación que las grandes cadenas de supermercados venían realizando desde octubre. El acuerdo de pago con la saqueadora Repsol y las empresas imperialistas en el CIADI, el pacto con el FMI de un nuevo índice de precios que lanzará en febrero el INDEC, junto con la apertura de negociaciones con el Club de París, conforman un cuadro de concesiones al capital imperialista e indican un camino que concluye en las políticas de la ortodoxia neoliberal de las que tanto renegó el kirchnerismo. Esto quedó más que en evidencia con la decisión del Banco Central de aumentar las tasas de interés, una vía para sacar pesos de circulación que acentuará las tendencias recesivas porque encarece el crédito de consumo, como así también el de inversión. La vuelta al “cepo” de sus orígenes con la entrega de cantidades menores de dólares a los pequeños ahorristas no calmó las aguas de dólar “blue”. Aún con el ajustazo en curso la perspectiva de una agudización de la declinación económica no está para nada descartada.

El gran capital saca ventajas con la devaluación

El gobierno y las patronales buscan usar el desorden de precios causado por la devaluación para confundir a la clase trabajadora llamando a la “moderación”. Pero las patronales no hacen gala de ninguna “moderación” y están sacando su tajada en el río revuelto. Los grandes exportadores que cobran en dólares, aumentaron sus ingresos en pesos 60% si se considera la devaluación desde enero de 2013 o 27% contando sólo el aumento del dólar desde octubre (en apenas tres meses).

Los bancos venían haciendo negocios gigantescos con las tasas usurarias que cobran en las ventas con tarjetas (que están implícitas en el valor de los productos aunque digan “sin interés”) y en los préstamos personales: “Según la información mensual del Banco Central, en el caso de los plásticos, el promedio de tasas cobrado por las entidades fue del 37% a finales de año, un nivel que no se registraba desde 2003.” (iProfesional, 27/01). La suba de tasas establecidas por el Banco Central es un ataque al consumo porque las tasas ya usurarias serán aún más altas. Esto restringirá aún más el sector de trabajadores que accede al consumo financiado, y puede llevar rápidamente a que muchos de los que están endeudados no puedan hacer frente a sus compromisos. Los pequeños comerciantes e industriales seguramente también enfrenten problemas para financiarse. Es decir, que los bancos pasarán a cambiar la ecuación de su negocio: ahora ganarán mucho inmovilizando dinero, siendo agentes de la contracción económica. Es una tarea que saben hacer muy bien y será generosamente remunerada por el Banco Central. El capital financiero en su conjunto avizora grandes oportunidades con el acercamiento a los “mercados” que practica el gobierno.

En las industrias es donde el parate económico más puede pegar. Las automotrices ya anticipan una producción bastante menor a la del año pasado. Pero esto no equivale a que las terminales imperialistas estén perdiendo dinero. Con el 60% de la producción destinada al exterior, la dolarización de precios se traslada al plano local, donde la menor producción y ventas esperadas se compensan con aumentos de precios que alcanzan 17% sólo en los últimos días. Además, aprovechan para suspender, despedir contratados y cortar horas, medidas que apuntan a aumentar la productividad mediante mayor producción por obrero. Otro tanto está ocurriendo con las metalúrgicas, fábricas de electrodomésticos y electrónicos.

Las grandes cadenas de supermercados también lograron un gran “colchón” con el aumento de precios que desataron luego de las elecciones de octubre y que terminaron de validarse con el mal llamado “Precios cuidados”.

Los aumentos de 24% en cuotas que se pactaron en promedio en las paritarias 2013 ya quedaron más que comidos por la inflación. Un 20% de poder de compra habría perdido el salario en los últimos meses. Ahora, en contraste con la escalada de precios que practican todas las patronales para mejorar sus ganancias, el gobierno le quiere poner un “ancla” al salario. Hay que impedirlo.

Circulo vicioso y destino incierto

El ajuste antiobrero del gobierno con la devaluación y la inflación no detuvo la incertidumbre. Para tratar de convencer que el tipo de cambio a ocho pesos por dólar es un nivel de convergencia sustentable, tal como lo expresaron los funcionarios, día a día se queman más de 100 millones de dólares de reservas del Banco Central. Además de responder a la demanda especulativa, buena parte se van en el pago de la deuda, la cual, a su vez, es una erogación pesadísima en el presupuesto público, agrandada ahora como consecuencia de la devaluación, porque para comprar cada dólar para su pago el gobierno necesita contar con más pesos. No sólo eso. El oficialismo empezó a colocar bonos en manos de la Anses a privados para intentar sacar presión al dólar. Esto devalúa los fondos de los jubilados y lo que era deuda intra estatal se transforma en nueva deuda con privados. Las provincias también vieron aumentar inmediatamente sus deudas por los pasivos que tienen vinculados al dólar. Esto impulsará a los gobiernos provinciales a tarifazos y ajustes (Neuquén y Córdoba están discutiendo nuevos tarifazos al transporte y Río Negro y Mendoza comenzaron un recorte en el sector público). El “relato” de desendeudamiento hace tiempo que está devaluado.

El gobierno acusó la semana pasada a Shell de una maniobra especulativa por la compra que hizo de 3,5 millones de dólares a un precio mayor al oficial, pero lo cierto es que más allá de la muy probable intensión especulativa de la empresa, esas compras las realizan habitualmente todas las empresas imperialistas para llevarse los dólares del país sin ningún freno. Aunque ahora, con las perspectivas de estancamiento y eventual recesión podría moderarse, otra aspiradora de dólares del Banco Central es la importación de combustibles, luego de la “década ganada” por la Repsol que dejó un agujero gigante de déficit energético. No obstante, sectores del establishment financiero siguen considerando que el tipo de cambio está atrasado. Es que la espiral en que ingresaron la devaluación y la inflación se retroalimentan permanentemente. La única solución que tiene el gobierno y las patronales para esto es el ancla salarial.

El ajustazo practicado por el gobierno es una gran concesión a las grandes patronales, pero no logra conformar ni termina de estabilizar la situación. Muchos flancos quedan abiertos. El dólar a ocho pesos sigue siendo insuficiente para sectores del establishment económico que no está descartado que sigan presionando por una mayor devaluación. Todo el plan del gobierno es ajustar el salario, pero las paritarias que se avecinan plantean un desafío al movimiento obrero combativo para impedirlo. La propia debilidad política del gobierno es un factor de incertidumbre para aplicar su plan. Esto puede llevar al fracaso de la línea de vuelta a los “mercados” y las negociaciones con el Club de París. Tampoco está descartado un posible salto de la crisis económica mundial (ver exclusivo en Internet “La devaluación argentina no es un caso aislado”, por Juan Chingo). Una nueva pérdida del control de la situación puede precipitar nuevos episodios más críticos. Los trabajadores tenemos que preparar urgente nuestra propia salida.

 

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