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Partido de los Trabajadores Socialistas
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La verdadera historia del teatro "El Picadero"
Por: Gabriela Liszt

31 May 2012 |

En estos días tuvo gran repercusión la reinauguración del Teatro El Picadero. Indudablemente es una buena noticia que no se haya derribado el Teatro, inaugurado en 1980 por Antonio Mónaco. Los vecinos impidieron su derrumbe. Está ubicado en el Pasaje Discépolo (antes Rauch) 1857. Los medios resaltan el rol que jugó en la lucha contra la dictadura, ya que allí, en 1981 se realizaron varias obras del llamado “Teatro Abierto” 1. Aseguran que ésta fue la causa de su incendio en agosto de ese año.

Pero la “historia oficial” pasa por alto un hecho ocurrido pocos meses antes de esa muestra. El 25 de marzo de 1981 se iba a realizar allí la obra “Lágrimas fúnebres, pompas de sangre” basada en la obra de Jean Genet “Pompas fúnebres”, montada por el Taller de Investigaciones Teatrales (TIT) y el Taller de Investigaciones Musicales (TIM)2. A la hora del estreno, el dueño del teatro, Mónaco, decidió prohibirla. Es que era un hecho teatral-político que cuestionaba claramente, transponiendo los personajes de la obra de por sí transgresora, a la dictadura en su quinto aniversario3. El pasaje había sido cubierto por coronas mortuorias hasta la entrada misma del teatro mientras sonaba música electroacústica. Las columnas y paredes del pasaje se llenaron de autoadhesivos que decían “Aquí cayó un joven…”.

En un volante se decía “Nuestra tarea es aún más alta que recordar la historia, nuestra obligación es hacer sentir todo el peso de esta realidad abrumadora bajo la forma de signos nuevos y aún más, debemos adelantarnos a ella, debemos engendrar el futuro. Y si como artistas no podemos hacerlo directamente, sí lo haremos a través de la sensibilidad de las personas. No seremos artífices de la transformación de la realidad, pero sí seremos los primeros en anunciarla. Somos artistas que buscamos la ruptura de las convenciones, por lo tanto revolucionarios en el arte, y como tales, no podemos separar la palabra revolución de movimiento, y así no podemos tener una visión pesimista del futuro de la humanidad…”. La gente, entrada en mano, agolpada en la puerta, vio repentinamente a Rubén Gallego, director y actor de la obra, subirse al techo de un auto y denunciar a los gritos la prohibición, terminando con un discurso antidictadura. Los presentes terminamos en procesión hacia la calle Corrientes… Era el comienzo del fin de la dictadura. Una historia “no oficial” que aún merece ser contada…

 

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