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Partido de los Trabajadores Socialistas
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SEMINARIO “EL MARXISMO DE LEÓN TROTSKY”
La crisis mundial y el Programa de Transición
Por: Christian Castillo

29 Mar 2012 | Síntesis del cuarto encuentro del seminario “El marxismo de León Trotsky”, organizado por la Juventud del PTS y dictado por Christian Castillo, dirigente nacional del PTS.

La agonía del capitalismo y las tareas de la IV Internacional, más conocido como El programa de transición, es el texto que León Trotsky redactó para la Conferencia de fundación de la IV Internacional. En él se sintetizan muchas batallas políticas dadas por los revolucionarios desde que se forma la Oposición de Izquierda (que había nacido en la Unión Soviética) a nivel internacional. Desde que se organizó la Oposición de Izquierda, luego del exilio de Trotsky, esta actuó primero como fracción de la Internacional Comunista pero tras el triunfo de Hitler en Alemania y la ausencia de toda autocrítica por parte de la Internacional Comunista, respecto a la política criminal del PC alemán, se propuso luchar por construir nuevos partidos revolucionarios y una nueva Internacional. El 3 de septiembre de 1938 se realiza la Conferencia de fundación de la IV Internacional en las afueras de París, en completa clandestinidad y bajo el hostigamiento del estalinismo, que previamente había asesinado a tres de sus organizadores principales: Rudolf Klement, Erwin Wolf y León Sedov, el hijo de Trotsky.

El Programa de Transición es un documento fundamental y pese a los años pasados desde su redacción, tiene gran vigencia. Pero esto no significa que sea una suerte de “Biblia”, sino que hay que leerlo como Trotsky leía El Manifiesto Comunista en A 90 años del Manifiesto Comunista, viendo qué aspectos se mantienen actuales y cuáles fueron superados.

En el primer capítulo, Las premisas objetivas de la revolución socialista, se define que las fuerzas productivas están estancadas, que han dejado de crecer, por lo que se agudizan las tendencias revolucionarias: “La premisa económica de la revolución proletaria ha llegado hace mucho tiempo al punto más alto que puede alcanzar bajo el capitalismo, las fuerzas productivas de la humanidad se estancaron, las nuevas inversiones y los nuevos procesos técnicos no llevan al acrecentamiento material, las crisis coyunturales en las condiciones de la crisis social de todo el sistema capitalista oprimen a las masas con padecimientos cada vez mayores, el crecimiento y la desocupación profundiza a su vez la crisis financiera del Estado y socava los cimientos monetarios, los gobiernos democráticos, como fascistas, van de bancarrota en bancarrota”.

La crisis del ’30 había paralizado las fuerzas productivas, la desocupación era generalizada y la descomposición capitalista, evidente. El texto está redactado en vísperas de la 2° Guerra Mundial, tras casi una década de crisis capitalista iniciada con el crack de Wall Street en 1929.

Estados Unidos, la potencia capitalista en ascenso, atravesaba una crisis muy aguda y una gran lucha de clases con el surgimiento, poco antes, de un movimiento sindical opositor a la burocracia de la AFL (American Federation of Labor), el CIO (Congress of Industrial Organizations), fundado en 1935. El presidente Roosevelt debe, para ganar el favor popular, hacer un discurso contra las familias ricas, de seducción a la clase obrera y las masas populares, y lanza un plan, el New Deal (Nuevo Trato), que incluía, para tratar de salir de la crisis, la inversión en obras públicas. Pero el New Deal fracasa y lo que saca a EE.UU. del marasmo económico es la transformación de su economía en “economía de guerra”, y así como la Alemania de Hitler y otros países, transforma su industria en el sostén de la maquinaria bélica.
El Programa de Transición está escrito en vísperas de la guerra, viendo que ésta iba a provocar, tarde o temprano, grandes movimientos de masas y enfrentamientos entre revolución y contrarrevolución. Por eso, y sacando las lecciones de la traición del Frente Popular en la guerra civil española y en la toma de fábricas de Francia de junio de 1936, señala la contradicción entre las tendencias revolucionarias de las masas y el freno de las direcciones estalinistas y socialdemócratas. Es un programa para luchar por una nueva dirección revolucionaria de la clase obrera.

Después de la 2° Guerra Mundial en el movimiento trotskista se abre una división entre quienes, en medio del boom de posguerra, con los principales países capitalistas creciendo al 5 ó 6% anual, sostenían que las fuerzas productivas seguían estancadas y quienes creyeron que ese crecimiento permitía al capital superar parte de sus contradicciones y que se había entrado en una etapa “neocapitalista”. Nosotros sostenemos que en ese período las fuerzas productivas se desarrollaron pero en forma “parcial”, debido, entre otras consideraciones, a que el capital, luego de la guerra debió ceder el dominio de un tercio del planeta, donde se implantaron Estados obreros deformados.

¿Por qué Programa de Transición?

El objetivo del Programa es expresar las lecciones de la lucha de clases y sus conclusiones programáticas para crear un puente entre la madurez revolucionaria de las condiciones objetivas del capitalismo y la conciencia de las masas que aun no ven que la revolución es la salida a sus padecimientos. Era una superación de la tradicional división del programa que hacían la Socialdemocracia y la II Internacional, en un programa mínimo -por lo que se luchaba cotidianamente- y un programa máximo -el poder de la clase obrera y el socialismo-, perspectiva que sólo se planteaba en los 1° de mayo y otros actos, alejada de la práctica real de la Socialdemocracia. Como señala Trotsky en Lecciones de Octubre y otros textos, antes de la I Guerra Mundial en el movimiento marxista no se hablaba de estrategia, que es el “arte de vencer” y conducir las operaciones aisladas hacia el objetivo común de la victoria, el problema del poder no se planteaba abiertamente, sólo se hablaba de táctica.

¿Qué era el programa mínimo? Demandas inmediatas de la clase obrera como las 8 horas de trabajo, salario, el derecho de organización sindical y las libertades políticas. Todas podían ser conseguidas en los marcos del capitalismo y se correspondían con el período de organización de los sindicatos y la acción parlamentaria de los partidos socialistas. La separación entre programa mínimo y máximo, por las nuevas condiciones abiertas por el imperialismo se había vuelto completamente reaccionaria. De lo que se trataba era de articular las luchas inmediatas con la perspectiva de la revolución.

El Programa de Transición sintetiza un método, ya empleado por la III Internacional en su época revolucionaria, para desarrollar el nivel de las masas y elevar su conciencia a la idea la lucha por el poder.
Dentro de esta lógica, en el Programa hay señalamientos que orientaban a la intervención en los problemas principales de la lucha de clases del momento. Entre otros, el nazismo y el fascismo y qué programa levantar ante los regímenes imperialistas totalitarios; cómo enfrentar a la burocracia en la URSS; qué programa ante la crisis económica y la inflación, o por qué es clave el trabajo en los sindicatos para todo revolucionario, pero a la vez, como no hacemos un fetichismo organizativo de las estructuras sindicales, y cuando las masas tienden a superar esas organizaciones, también apoyamos el desarrollo de nuevos organismos de la clase obrera que superen la estrechez sindicalista.

Esquemáticamente, el Programa plantea cuatro tipos de demandas: mínimas, democráticas, transitorias y organizacionales.

Las demandas mínimas obreras son aquellas que no cuestionan directamente la propiedad privada de los medios de producción. Las levantamos cuando mantienen “fuerza vital” y favorecen la movilización de las masas, como el aumento salarial, el pase a planta de los trabajadores o la lucha contra los despidos en una fábrica.

Las demandas democráticas son las que jugaron un papel en las revoluciones burguesas, y tienen que ver con cuestiones estructurales o que hacen a la democracia formal. La entrega de la tierra a los campesinos, la revolución agraria, la independencia nacional del imperialismo, son demandas democrático estructurales.

Las demandas de tipo transitorias o transicionales tienen que ver con qué haríamos los revolucionarios si la clase obrera conquista el poder. Por ejemplo, la nacionalización sin pago y bajo administración obrera de los recursos estratégicos de la economía; el control obrero de la producción, la escala móvil de las horas de trabajo y el reparto de las horas entre todas las manos disponibles; la escala móvil de salarios para que éste se actualice automáticamente según inflación; la apertura de los libros de contabilidad de las empresas.

En el Programa también están las demandas llamadas organizacionales, que tienen que ver, precisamente, con la organización de la clase obrera. Como los comités de fábricas, para superar las divisiones creadas por la patronal y la burocracia sindical en los lugares de trabajo, que pueden coincidir o no con la organización sindical. En la tradición argentina las comisiones internas y cuerpos de delegados, pueden transformarse en comités de fábrica, una comisión interna burocrática no, pero en ciertas ocasiones, un cuerpo de delegados combativo sí puede serlo, y como dice Trotsky darse una suerte de “doble poder” obrero en el lugar de trabajo.

Otra consigna organizacional son los soviets o consejos obreros. Pueden tomar distintos nombres pero lo común es que expresan un poder propio de la clase obrera. Ya no un “doble poder” a nivel fabril sino a nivel del Estado o de una localidad. Cuando hay situaciones prerrevolucionarias o revolucionarias, pueden surgir consejos obreros con capacidad de movilizar a cientos de miles o millones de trabajadores y el pueblo pobre. En ocasiones, cuando hay ejércitos de base popular, ejércitos de conscriptos y se quiebra el poder burgués, pueden incluso surgir delegados de soldados como sucedió en distintas de revoluciones y paradigmáticamente en la revolución rusa.

En última instancia, para ser un poder real, los consejos tiene que tener alguna forma de armamento: como las milicias obreras, organismos de autodefensa u otras formas. En situaciones revolucionarias empiezan a surgir organismos de autodefensa, la clase obrera se arma, se prepara, porque si no hay armamento proletario no hay victoria. El problema militar de la revolución es clave en momentos agudos, pero Trotsky lo adelanta con la consigna de “piquete y autodefensa” y la milicia obrera. Toda la experiencia revolucionaria muestra que los trabajadores no pueden llegar al poder sin el derrocamiento violento del poder burgués. Esto no significa que compartamos la “estrategia” de reducir lo esencial de la práctica revolucionaria a la construcción de un aparato militar alejado de las prácticas de las masas y sus organizaciones, como hicieron las organizaciones guerrilleras en los ’70. Trotsky señala en varias oportunidades que el problema del armamento proletario es esencialmente político y no técnico militar, aunque incluya esta dimensión.

El Programa no son sólo consignas sino un programa con un método de agitación, acción y organización. Las consignas se articulan, aunque partan de demandas mínimas, sentidas por las masas, en un programa de acción con demandas transicionales que ayuden a llegar a la conclusión de que hay que ir más allá de la lucha inmediata y que los trabajadores tienen que plantearse la lucha por el poder.

Por ello, las consignas se coronan con la conclusión de la toma del poder por la clase obrera, un “gobierno obrero y campesino”, un sinónimo de dictadura del proletariado. En la actualidad la formulamos “gobierno de los trabajadores” o “gobierno de los trabajadores y el pueblo explotado”. Depende de la composición social de cada país: en Brasil, México, Bolivia o Ecuador, por ejemplo, donde hay un fuerte campesinado, el planteo debe contemplar esta cuestión. No es un gobierno de los trabajadores dentro del régimen burgués, sino una alianza revolucionaria capaz de derrocar a la burguesía y hacerse del poder. Nosotros afirmamos que la clase obrera debe tomar el poder en forma revolucionaria. En el debate sobre el Programa del FIT, por ejemplo, habíamos planteado una formulación: por un gobierno de los trabajadores, basado en la movilización revolucionaria de las masas y en consejos armados de los trabajadores y el pueblo, pero no hubo acuerdo en plantearlo de esta manera.

La actual crisis capitalista y el programa de transición

¿Por qué titulamos a esta reunión del Seminario La crisis mundial y el Programa de Transición? Porque la crisis actualiza más que nunca el método del programa transicional para elevar la conciencia y la acción obrera oponiendo a la crisis una salida revolucionaria.

Por supuesto en muchos casos no hablamos de las consignas tal y como fueron escritas en las circunstancias de su tiempo. No es un programa donde están contenidos todos los problemas de la realidad actual, pero sí hablamos de su método. Cuando habla de la URSS está desactualizado pero el programa de la revolución política sirve para Cuba. Tampoco hay hoy regímenes fascistas pero en el Programa hay consignas, que si surge ese tipo de regímenes o bonapartistas reaccionarios, explican cómo enfrentarlos y articular las demandas democráticas con las que plantean la lucha por el poder. Lo mismo puede decirse de la lucha de los países oprimidos y semicoloniales. No es igual, pero son demandas que tienen vigencia porque hablan de la pelea contra el imperialismo. O ante la crisis, el reparto de las horas de trabajo, o la apertura de los libros de contabilidad y la expropiación de las grandes empresas capitalistas. También los planteos sobre los comités de fábricas y los consejos obreros.

En un terreno más político, el Programa tiene enorme actualidad cuando dice que los revolucionarios enfrentamos dos problemas: el sectarismo y el oportunismo. Si no tenemos peso en el movimiento de masas, en la clase obrera, nos quedamos sólo en las ideas y no podemos llevarlas a la práctica.
Hoy, Europa es caldo de cultivo para movimientos radicalizados de la juventud. En el Estado Español, que estaba totalmente alejado de la vida política, o en Grecia donde viene habiendo huelgas generales. Pero allí faltan partidos revolucionarios, los que luchan por nuestra misma estrategia son débiles, en Grecia el espacio de izquierda es grande, pero hay un partido comunista fuerte, que tiene una política nefasta, es completamente oportunista.

Lo importante es que con la crisis mundial, las fuerzas productivas están en una tendencia al estancamiento, no en expansión. El panorama comienza a parecerse al que Trotsky mostraba en los ‘30. ¿Eso significa que en todos los países es igual? No. Pero en Europa hay estancamiento de las fuerzas productivas, y en EE.UU., se vive algo similar, con crisis y contradicciones sociales muy agudas. Esto trae conflictos entre los países, tendencias al proteccionismo, al quiebre del comercio internacional, disputas por el control de zonas y territorios.

EE.UU., como potencia imperialista está en decadencia, pero no hay potencias que le disputen el poder a escala mundial. China es un poder emergente regional y un actor en la política mundial, pero pequeño en relación al peso de EE.UU., con un PBI per cápita parecido al de los países africanos más pobres y una infraestructura económica de conjunto atrasada, si bien hay zonas muy “modernas”. No hay reemplazo inmediato al enorme poder “americano” en decadencia, y eso generará convulsiones, inestabilidad e incluso errores de EE.UU. bajo la ilusión de que pueden mantenerse con su poderío militar, lo que ya los llevó al fracaso en Irak y Afganistán.
En la lucha de clases también crece la indignación de las masas, lo que puede transformarse en revoluciones, en levantamientos, como vimos en Egipto. Se actualiza la época de crisis, guerras y revoluciones. Eso no significa que todo el mundo al unísono entra en crisis, guerras y revoluciones, sino que el período histórico está signado por éstas. Entramos en una nueva etapa de cambios bruscos, que contrasta con los últimos 30 años de restauración burguesa neoliberal. Por eso el Programa de Transición es tan importante.
Este programa fue pensado para la fundación de una organización revolucionaria, la IV Internacional. La lucha por construir partidos revolucionarios y refundar la IV Internacional se actualiza (por eso nuestro partido plantea que hay que abrir esta discusión con el PO y otros partidos). Está planteado poner en práctica y desarrollar las perspectivas estratégicas que señaló Trotsky, hay que refundar la IV Internacional para poner en pie una real alternativa a la crisis capitalista.

 

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