El jueves 15, Cristina Fernández llegó a Chile a pocas horas de que miles de estudiantes en lucha por la educación gratuita fueran duramente reprimidos, con heridos y más de 50 presos por la policía chilena. Llega también a horas de que el presidente Piñera invocara la Ley de Seguridad Interior del Estado contra pobladores de Aysén, que vienen siendo brutal y reiteradamente reprimidos por fuerzas especiales, tras meses de lucha contra el aislamiento y el elevado costo de vida.

Relaciones “extraordinarias” con el represor Piñera

Mientras la ministra Garré ha reconocido el espionaje a movimientos sociales y a la izquierda tras el escándalo del “Proyecto X” y ha pasado a la ofensiva acusando de “extorsionadores salvajes y desestabilizadores” a piqueteros y organizaciones sociales, los estudiantes chilenos vienen siendo sistemáticamente reprimidos, sufriendo incluso vejámenes y torturas por parte de los Carabineros, y los pobladores de Aysén sufren los gases lacrimógenos y hasta las balas de las fuerzas especiales. En este marco, el embajador argentino en chile Ginés González García calificó la relación bilateral como “extraordinaria y excepcional, con fuertes vínculos económicos, políticos, culturales y de sueños compartidos”.

En diciembre último la presidenta promulgó una renovada Ley Antiterrorista en Argentina, congraciándose con entidades financieras imperialistas y estableciendo marcos jurídicos favorables a la represión de la protesta social. Es una ley muy similar a la promulgada bajo la dictadura pinochetista y mantenida prácticamente intocada durante todos estos años en Chile, que viene siendo usada para intimidar a líderes estudiantiles, del movimiento mapuche y luchadores populares.

No nos debe sorprender entonces que la abanderada de la “seguridad democrática” no haya ido a Chile a bregar por más libertades democráticas sino a firmar acuerdos de cooperación entre la “maldita policía” y la Gendarmería espía con la policía de investigaciones de Chile, versión apenas maquillada de la siniestra Inteligencia de Pinochet.

Orden y ganancias

A nadie puede sorprender ya que la cabeza del “gobierno de los derechos humanos” mantenga tan buenas relaciones con el derechista timonel del régimen pinochetista. Más allá de las diferencias de “modelo”, la dirigencia política de ambas burguesías habla de “integración” en un solo sentido: cooperación para mantener el orden para hacer sus negocios tranquilos, a la sombra del imperialismo y las transnacionales, a las que se entregan el petróleo y las riquezas minerales. Esta no es la integración que necesitamos los trabajadores.