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Colectivos: un gran negocio en pocas manos
Por: Lucho Aguilar , Verónica Zaldívar

02 Feb 2012 |

Durante la última década, mientras las grandes empresas danzaban alegremente al ritmo del candombe de subsidios K, un gran proceso de concentración de capitales tenía lugar en el transporte automotor. Tanto los Cirigliano (Grupo Plaza) como el otro gran grupo del sector (DOTA), fueron absorbiendo línea tras línea, al tiempo que lograban quedarse también con importantes tajadas del negocio en lo que respecta a construcción y reparación de unidades, aseguradoras para ese sector, entre otras. Esto que es vendido como “integración” por los empresarios, en verdad esconde un proceso de concentración en pocas manos de un negocio que mueve millones de pesos mensualmente; su “diversificación” les permite controlar gran parte de la cadena involucrada en el transporte público de pasajeros.

Entre los mayores beneficiarios de la política K para el sector se encuentra el clan Cirigliano, que además de manejar el Grupo Plaza (con más de 40 líneas en su poder), tiene la concesión de TBA (ferrocarriles Mitre y Sarmiento), la aseguradora para el mismo sector LUA, y EMFER, encargada de reparar trenes con dinero pagado por el Estado.

El otro gran jugador que opera en el sector es DOTA, cuyas caras visibles son José Faija y Luis González. Este grupo se asoció con Nuevos Rumbos (línea 132) conformando NUDO, con más de 3.000 unidades en su poder, frente a las cerca de 2.000 que tiene Plaza; ambos grupos controlan el 50% de las 10.000 unidades existentes. DOTA controla la importante línea 60, y maneja TATSA (que fabrica autobuses).

Gasoil, subsidios y superganancias

Estas empresas vienen obteniendo desde hace años ganancias extraordinarias en base a los subsidios recibidos, en gran parte, por servicios que no prestan e inversiones no realizadas. Uno de los ejemplos más claros es que vienen recibiendo descuentos importantísimos en combustible; el beneficio depende directamente de la cantidad de unidades que posean, estén o no en funcionamiento. Como se menciona en algunos trabajos, estas grandes empresas suelen tener parado entre un 5 y un 10% de sus unidades, aunque siguen cobrando como si las tuvieran en servicio. Todo este “vuelto” se suma al fraude que cometen al sobredimensionar los costos en los que incurren por poner una unidad en movimiento (incluyendo el salario de los choferes). Lo que debería ser un servicio público es un negocio redondo, o más bien, sobre ruedas.

 

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