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(Nota exclusiva en internet)
El Dr Grondona, los K y la crisis del relato setentista
Por: Facundo Aguirre

02 Sep 2010 |

El Dr. Mariano Grondona, que es un conspicuo y bastante vulgar representante periodístico de la derecha más troglodita, escribió recientemente una columna en La Nación (“La crisis del relato setentista” 20/08/2010) destinada a sostener que la política de los Kirchner contra Clarín y La Nación se debe a una victoria cultural de los Montoneros, por sobre el relato de los vencedores. Según el artículo, empujado por la manía del poder absoluto, Kirchner reabrió heridas -como la discusión sobre el genocidio- que necesitan ser superadas para lograr la reconciliación de los argentinos. Grondona, no esta de más recordar, es un ferviente partidario de la impunidad para los genocidas y sus cómplices, y, en su articulo, protesta indignado por la suerte de los torturadores y genocidas encarcelados: “hoy los militares han pasado de ser de los victimarios que fueron en los años setenta a ser las víctimas de la violación de sus propios derechos humanos, ya que de los mil militares que hoy pueblan las cárceles, más de ochocientos están presos sin proceso ni sentencia, lo cual los convierte, técnicamente, en presos políticos”.

“Detrás de cada fortuna, hay un crimen”…

…solía decir Balzac. Los esfuerzos del otrora socio periodístico de Bernardo Neustadt, con quien alababa cotidianamente a la dictadura militar, intentan indultar a los propietarios de Papel Prensa (entre ellos sus jefes y hermanos de clase los Mitre), en primer lugar, y al conjunto de los empresarios, de los crímenes que se esconden detrás de su fortuna. Es la defensa de los intereses particulares de La Nación y Clarín, y de la responsabilidad colectiva de la clase capitalista, que usó la dictadura para liquidar el peligro de la subversión obrera y popular y consolidar sus intereses económicos. Parafraseando al ministro Timerman, toda la clase capitalista acrecentó su riqueza y propiedades usando “la mesa de torturas”. Acindar, Ledesma, Ford, Mercedes Benz (donde funcionaban campos de concentración o se entregaba a los delegados y militantes), son sólo algunos pocos ejemplos de cómo los grandes empresarios y terratenientes impulsaron y sostuvieron el golpe militar en su propio
beneficio.

Los rostros de la guerra

El Dr. Grondona se lamenta sobre el resultado del relato de los setenta: “Toda guerra tiene dos rostros. Uno de ellos es la guerra en sí misma, que unos ganan y otros pierden. El otro es el relato de la guerra.

Habitualmente, el relato de la guerra ha quedado en manos de los vencedores. (…) Por eso llama la atención que, pese a que el Ejército venció a los Montoneros en la guerra civil de los años setenta, su relato haya quedado en manos de los vencidos y no de los vencedores. El relato de la guerra de los años setenta atravesó, en verdad, dos versiones. En una primera versión, que llegó hasta 1983, el Ejército quiso imponer la interpretación según la cual había derrotado al terrorismo montonero en defensa de la civilización occidental. Pero a partir de 1983 esta versión que llamaríamos antisetentista empezó a ser reemplazada por otra versión setentista según la cual los vencedores de los setenta habían sido sin excepciones inhumanos, represores, en tanto que sus vencidos, jóvenes idealistas, eran víctimas de la sistemática violación de sus derechos humanos”.

Para el antiguo “comando libertador”, el relato de la historia argentina trató injustamente a los vencedores como criminales y a los vencidos como victimas. Les fue arrebatada culturalmente la victoria. En este proceso Grondona señala dos etapas. “El paso de un relato ‘militar’ a un relato ‘montonero’ no ocurrió (…) de golpe. Cada cual a su manera, los presidentes Alfonsín, De la Rúa, Menem y Duhalde procuraron llevar al país a una visión intermedia, ni promontonera ni antimontonera, que abriera las puertas a la única solución de largo plazo que, siguiendo al abrazo entre Perón y Balbín en 1973, podría reconciliarnos a los argentinos con nosotros mismos. Cuando Kirchner llegó al poder en 2003, sin embargo, lo primero que hizo fue reavivar el fuego del rencor”.

La queja del columnista de La Nación es la nostalgia por la impunidad de quienes se adueñaron de la Argentina en 1976. Es la defensa histórica de los que propiciaron el golpe para derrotar la insurgencia obrera, juvenil y popular abierta con el Cordobazo, en 1969. De quienes recurrieron a los métodos de guerra civil, primero financiando las Tres A y a la derecha peronista (uno de cuyos conspicuos representantes en los 70, Osvaldo Papaleo, acompañaba a Cristina Kirchner cuando la presidente hacia la denuncia del caso Papel Prensa) y después sosteniendo a Videla y las juntas militares. El caso Papel Prensa demuestra que los capitalistas, además de recurrir al terrorismo de Estado como método de guerra civil contra la clase obrera, lo usaron para resolver sus propias pujas.
El discurso de los militares fracasó porque el conjunto de la dictadura genocida fue un rotundo fracaso. La bancarrota económica, la claudicación cobarde frente al imperialismo en la Guerra de Malvinas y las movilizaciones democráticas terminaron por quebrar a la dictadura militar a partir de 1982. Los militares encontraron un colchón en su caída en el apoyo de los partidos capitalistas (encabezados por el PJ y la UCR) que formaban la Multipartidaria. Es este final catastrófico de la experiencia militar lo que explica el fracaso cultural del relato militar y la imposición de la “teoría de los dos demonios”. La etapa de Alfonsín y Menem, hasta llegar a Duhalde, se basó en hacer doctrina de Estado la idea que la violencia política en los setenta fue el producto de un enfrentamiento fraticida entre dos violencias igual de nocivas y antidemocráticas. Esta doctrina fue la base cultural de la democracia burguesa argentina para otorgar, mediante las “leyes del perdón” de radicales y peronistas, la impunidad de los genocidas y ocultar las responsabilidades de sus cómplices los propios partidos burgueses y de los empresarios y terratenientes que se elevaron a élite dominante en la Argentina. Grondona critica a Kirchner por haber roto ese statu quo, reavivando las pasiones del pasado.

La doctrina “populista”. El falso setentismo de los K.

¿Cómo se impuso el nuevo relato setentista? Para quien fuera la pluma de las proclamas golpistas de Onganía, la nueva versión de la historia se debe a la mano “oculta” del marxismo: “El autor intelectual de esta notable paradoja fue el pensador italiano Antonio Gramsci, quien en los años veinte, cuando el dictador Mussolini lo tenía en prisión, desarrolló la hipótesis de que el comunismo no vencería mediante la lucha de clases de origen obrero sino mediante la seducción de los intelectuales, los artistas y los periodistas, todos ellos de clase media, en el curso de una lucha ya no ‘física’ sino ‘cultural’. Fue con la ayuda de esta doctrina que los Montoneros y sus aliados dieron vuelta el relato de los años setenta”.

Lo cierto es que los Kirchner poco tienen que ver con las ideas del comunista italiano Gramsci y mucho con el quiebre del país burgués. El dominio de los grupos económicos y el imperialismo que impuso en el país la dictadura se completó bajo la democracia burguesa, en los noventa, mediante la imposición del neoliberalismo, la entrega del patrimonio nacional y la liquidación de las conquistas obreras y populares. Un botón basta de muestra para medir la continuidad. El mismo hombre que estatizó la deuda externa bajo la dictadura para salvar a los capitalistas endeudados, Domingo Cavallo, fue el arquitecto económico de Menem y la Alianza, llevando por segunda vez al país a la bancarrota bajo el gobierno de la Alianza y De la Rúa en el 2001. Es precisamente por la crisis de la burguesía y el estado argentino en el 2001, por la rebelión popular de diciembre de ese año y por la persistencia de la movilización democrática contra la impunidad a los genocidas, que podemos encontrar las razones por las cuales los Kirchner recurren a los antiguos pergaminos setentistas para legitimar al régimen político y al peronismo, en crisis –recordemos–, frente a la población. El relato setentista del kirchnerismo fue el producto del agotamiento del ciclo de la derrota histórica de la clase obrera y el pueblo pobre por los militares y la burguesía en la Argentina. Es la doctrina cultural del desvío y la cooptación de los movimientos populares y democráticos, en una situación de crisis hegemónica de la burguesía argentina.

Paradójicamente la apelación oficial de ciertas causas y reivindicaciones populares y democráticas, de la ubicación como “gobierno de los derechos humanos”, es la mejor envoltura para garantizar las extraordinarias ganancias de los mismos grupos capitalistas que se constituyeron mediante los crímenes de la dictadura y el saqueo del país en los ’90.

Lejos de Gramsci, para quien la batalla cultural de los comunistas era por conquistar la hegemonía de la clase obrera y su partido sobre el pueblo pobre, el setentismo K reinterpreta los hechos en clave burguesa y conservadora. Mientras en los ’70 la insurgencia obrera y juvenil buscaba el camino de la superación del peronismo y la Argentina capitalista, la conclusión de los K es que hay que reconstruir la alianza entre la clase trabajadora y la burguesía nacional (que impulso un genocidio contra la clase trabajadora) y que para ello es indispensable la reconstrucción del peronismo como fuerza centroizquierdista (que bajo Perón e Isabel llevo adelante una guerra civil contra la vanguardia de la clase trabajadora y en los ’90 destruyó las conquistas obreras y entregó el país al imperialismo).

La intención de los Kirchner utilizando los argumentos democráticos en el caso Papel Prensa es doble: beneficiar a una fracción capitalista sobre otras, pero garantizando el poder y las ganancias del conjunto de los empresarios y mermar el poder de la corporación mediática que milita activamente en la oposición derechista. Sin embargo, reabre una discusión que a los capitalistas incomoda y molesta, y de ahí el rechazo empresarial y el cierre de filas con Clarín y La Nación.

La batalla política y cultural

Los socialistas revolucionarios, la vanguardia obrera, juvenil y popular, los movimientos de derechos humanos independientes del gobierno son los únicos que pueden dar una lucha democrática verdadera y hasta el final. Frente a la denuncia oficial de una apropiación ilegal de Papel Prensa, en lugar de la expropiación se anuncia una denuncia judicial. El kirchnerismo arruga en su lucha contra la derecha porque defiende otros intereses capitalistas que están en cuestión, no porque le interese terminar con la impunidad de los grandes grupos económicos. Porque gobierna con uno de los partidos de la impunidad. La batalla política y cultural contra los relatos de la derecha troglodita y el gobierno exige a los socialistas revolucionarios apelar a la movilización obrera y popular y a la organización política independiente de los explotados, para luchar por el fin de la impunidad y el juicio y castigo para los genocidas y sus cómplices. Exige luchar por las causas obreras y populares desde una perspectiva socialista, es decir de lucha contra los partidos patronales, la burguesía, su Estado y su gobierno. Plantea ayudar a las nuevas generaciones de luchadores obreros, juveniles y populares a reconocer a sus enemigos de clase, su historia de lucha, las lecciones estratégicas de su pasado, organizarlas políticamente plantea enfrentar la trampa política de la conciliación de clase.

 

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