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ITALIA
Nueva crisis en el gobierno de Berlusconi
Por: Ciro Tappeste

22 Jul 2010 |

A fines de octubre de 2009, uno de los principales editorialistas del diario La Repubblica, Eugenio Scalfari, evocaba la turbia atmósfera de fin de reinado que caracterizaba ya en aquel entonces al gobierno italiano, cuyo premier, Silvio Berlusconi, lidiaba a diario con escándalos relacionados con su vida privada. Con el pasar de los meses, aquella atmósfera se volvió cada vez más irrespirable para Il Cavaliere (apodo de Berlusconi).
Bertolaso, el brazo derecho de Berlusconi y principal responsable del (virtual) programa de reconstrucción de la zona de LAquila después del terremoto de 2009 está implicado en un escándalo de corrupción. El 4/5 tuvo que dimitir Scajola, ministro del Desarrollo económico. Dos meses después le tocaba al recién nombrado ministro del Federalismo Brancher, el 6/7, seguido el 14 del mismo mes por Cosentino, subsecretario del gobierno pero sobre todo brazo derecho de Berlusconi en Campania. La misma suerte le había tocado a DellUtri, otro pilar del aparato berlusconiano en Sicilia. Los motivos de las renuncias son las mismas: corrupción, presiones sobre la Justicia y en el caso de Cosentino y DellUtri, constitución de una logia masónica secreta (la llamada P3).

El por qué de las actuales renuncias en el entorno de Berlusconi

La cuestión no consiste tanto en el por qué hay tantos políticos corruptos alrededor de Berlusconi. La derecha italiana (sin olvidar el centro izquierda “socialista”) nutrió siempre sus filas de politiqueros clientelistas y mafiosos. Berlusconi no hizo más que perfeccionar una larga tradición. La cuestión consiste en saber por qué las investigaciones emprendidas por la Justicia llegan a resultados (que no hacen más que comprobar lo que ya se sabía o sospechaba) que tienen como consecuencia redoblar la presión sobre Il Cavaliere y acentuar la crisis gubernamental latente.

La situación actual se debe a que un sector del establishment italiano (una fracción del régimen y de los sectores más concentrados del empresariado) no sólo constató que el gobierno de Berlusconi no estaba a la altura de liderar el país en medio de la crisis económica italiana. Un problema mayor para las fracciones concentradas de Confindustria, la gran patronal italiana, es que el Cavaliere se está revelando absolutamente incapaz de reformar el capitalismo italiano en vistas de una posible recuperación económica una vez superada la actual crisis internacional.

Sin embargo, por su debilidad intrínseca, en parte porque no cuenta por ahora con una alternativa de gobierno seria tanto en el centro derecha como en el centro izquierda, la fracción más antiberlusconi de la gran burguesía no le da el apoyo decisivo a Berlusconi aunque dispone de todos los elementos para sacárselo de encima. Se contenta con hostigarlo constantemente, en parte para intentar (sin mucha esperanza) presionarlo y disciplinarlo, y por otra parte, para dar tiempo y espacio a sus adversarios de organizarse, tanto al interior del Partido de la Libertad (PdL), en el caso de Fini y Tremonti, como en la oposición de centro izquierda del Partido Demócrata (PD), a quien le cuesta superar la crisis después de la caída del último gobierno de Prodi en 2008. El riesgo es que al degradarse más rápido de lo previsto la situación o al sacar a la luz nuevos escándalos, la situación podría escapar de la mano a la burguesía o al menos llevar a situaciones imprevistas.

Negociaciones de última hora con la UdC

Acostumbrado a gobernar en situaciones de crisis política, momentos en los que logra sacar mayor provecho de sus características populistas y personalistas, Berlusconi intenta a su vez presionar a sus aliados para disciplinarlos, amenazando con llamar a elecciones anticipadas. De ahí la propuesta de incorporar a los Cristianos-demócratas de la UdC de Casini al gobierno1. Aunque sea sumamente improbable que la negociación lleve a una integración del partido de Casini al gobierno, esta maniobra le permite a Berlusconi presionar a sus aliados de la Liga Norte de Bossi, que ganó las últimas elecciones regionales de fines de marzo al ser el único partido que creció en votos y cuyas exigencias federalistas anti-Mezzogiorno son cada vez más insostenibles para el Premier. Por otra parte, la negociación con Casini presiona a Fini y a los parlamentarios que responder al ex líder de Alianza Nacional y cofundador con Berlusconi del PdL y amenazan con sacarle su apoyo al gobierno. En efecto, Fini intenta postularse como una alternativa seria y responsable de centro derecha frente a la gestión caótica que caracteriza al actual gobierno. Última prueba del enésimo ataque solapado de Fini al Cavaliere es la importante enmienda que hicieron sus parlamentarios al proyecto de “ley mordaza” que el Premier quería intocable. Finalmente, las negociaciones con la UdC le permiten al Cavaliere vigilar y contener a su delfín, el súper ministro de Economía Tremonti, que tiende a jugar un papel cada vez más autónomo, inclusive en relación a la Liga Norte, como representante de una fracción de la burguesía norteña.

P3: la Logia masónica secreta de Berlusconi

Algunos analistas cercanos al poder relativizan la crisis actual, inflada al revés por la prensa italiana de oposición como La Repubblica o Il Corriere della Sera y los principales periódicos internacionales. Alegan que el último gobierno de Berlusconi (2001-2006) también había sido sacudido por varias renuncias y, sin embargo, había sido el gobierno más largo y estable desde 1948. Sin embargo, la situación actual es muy distinta. Por un lado, la crisis que atraviesa el país es incomparablemente superior a los problemas estructurales que ya existían a inicios de 2000. Por otro, un sector de la Justicia italiana (enfrentada a otra fracción que estaría implicada en el escándalo) está investigando sobre la posible existencia de una nueva logia masónica secreta como la famosa P2. La Logia P2, una suerte de gobierno paralelo en el cual coexistían políticos democristianos y socialistas (empezando por amigos cercanos a Berlusconi), representantes de los servicios secretos, del Vaticano y de la patronal, desempeñó un papel decisivo, sobre todo en los años ‘70, tanto para lidiar contra la insubordinación obrera que caracterizó el post-‘68 en Italia, durante más de una década, como para gestionar el capitalismo italiano.

La P3 actual hubiera jugado, aunque en escala menor, el mismo rol, siendo sus principales dirigentes políticos muy cercanos al Premier, o el mismo Berlusconi, según Repubblica. Estos elementos refuerzan la impresión de honda crisis política que atraviesa el país y que muchos periodistas comparan con los meses precedentes al estallido de “Tangentopoli”.

¿La crisis actual preanuncia una nueva “Tangentopoli”?

Cuando a inicios de los años ‘90 estalló con la operación ”Mani Pulite-Tangentopoli” el viejo sistema político italiano tutelado durante años por la P2 y basado en el tripartidismo DC, PSI y PCI, uno de los pilares del Estado burgués, la Justicia, dejó que una fracción del personal político menos expuestos a los escándalos quedara en pie para liderar el país y terminar de llevar a cabo el ataque a las conquistas obreras y populares iniciado en los ‘80. Es decir que si “Tangentopoli” fue una enorme batalla campal al interior de la clase dominante, que le costó caro a la burguesía y a sus políticos (en particular a los que fueron sacrificados en aras del interés del Estado y de la continuidad del régimen), el precio más alto lo pagaron la clase obrera y los sectores populares al no disponer de ninguna alternativa política de clase. En efecto, la Segunda República que emerge después del período 1992-1994 y “Mani Pulite” coincidió con una serie de contrarreformas brutales que terminaron de reconfigurar formalmente la relación de fuerza desfavorable al proletariado después de 1980.

El riesgo actual, incluso en el caso de que un sector de la burguesía se decida consecuentemente a ajustar sus cuentas con Berlusconi y su gestión sui generis de los intereses del capitalismo italiano, es que suceda lo mismo. Ante un descalabro del sistema político italiano actual surgido de la Segunda República, que se sobrepondría a la profunda crisis económica que asola el país y que están pagando las clases subalternas, cualquier variante burguesa, tanto populista de derecha (dominado por la Liga Norte y elementos del actual bloque berlusconiano) o de unidad nacional entre centro izquierda y Fini, como propugnan algunos líderes del PD, podría llegar a ser más desastroso aun para la clase obrera y los sectores populares si éstos no pasan a la ofensiva. De ahí la importancia del último ciclo de luchas en Italia y, últimamente, las huelgas que están paralizando la empresa paradigmática del capitalismo italiano, Fiat.

 

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