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Los soviets y el "doble poder" en los comienzos de la Revolución Rusa

22 de marzo 2007

Luego de la "revolución de febrero", el Soviet pasó a ser la institución que concentraba la extendida acción obrera y popular. Era la principal referencia de la emergencia de una organización autónoma de las masas obreras y populares que venía a trastocar todas las relaciones sociales tal como habían sido hasta el momento. Hasta en los lugares más recónditos del país se lanzaron al festejo callejero al tener noticias del derrumbe estrepitoso del régimen. Profundos cambios psicológicos y de actitud de las masas se estaban poniendo en práctica. Las mujeres calzaban pantalones y se unían a la milicias, las empleadas domesticas exigían ser tratadas de "usted" y no de "tu", como era la forma en que se dirigían antiguamente los amos a sus siervos. Los jóvenes obreros se armaban y conformaban las Guardias Rojas para establecer la protección de los barrios obreros. La ciudad de Petrogrado daba la imagen de una asamblea permanente, todo era discutido en las esquinas, en los barrios, en los cafés. Además, el impulso destructivo de las masas respecto de las instituciones del antiguo régimen era profundo, todo lo relacionado con él fue eliminado.
El Soviet de Petrogrado suscitaba todas las simpatías y adhesiones de las masas y actuaba como el centro dirigente de la revolución. Extendiendo su influencia en la economía nacional (desde la subsistencia cotidiana hasta la tesorería y el banco del Estado, pasando por la imposición del "control obrero" en las fábricas), en la organización de la vida cotidiana (controlaba los transportes y la seguridad pública) y siendo el organismo donde deliberaban políticamente los representantes de las masas, era inevitable que se mostrara como otro poder que rivalizaba frente al maltrecho Estado.

El régimen del doble poder: la "inestabilidad permanente"
Pero la tendencia revolucionaria inicial de los obreros y soldados no alcanzó su remate a escala estatal. La "revolución de Febrero" terminó con un resultado paradójico, donde el gobierno quedaba en manos de representantes burgueses, terratenientes y socialrevolucionarios1, contando con el apoyo del Comité Ejecutivo de los Soviets, hegemonizado en ese momento por los partidos "conciliadores" con la burguesía. Sin embargo, eso no significaba que desaparecieran las fuerzas sociales puestas en pie con la revolución, al contrario, éstas estaban presentes en cada aspecto de la situación. En el transcurso del combate callejero, los obreros habían ganado para si a los soldados, quienes reconocieron en el Soviet la autoridad legítima de la revolución. En el decreto N° 1 del Soviet los soldados establecían que sólo obedecerían sus órdenes y en el decreto N° 4 que seguirían al Gobierno Provisional siempre y cuando no entrara en conflicto con aquel2.
Desde el punto de vista estatal esta situación merece ser analizada con detenimiento. Para el marxismo la característica fundamental del Estado es el "monopolio de la violencia" dentro de un territorio dado. Precisamente esto es lo que se ponía seriamente en cuestión luego de la "revolución de febrero". El pasaje de las guarniciones hacia el bando de la revolución y la ruptura de la cadena de obediencia dentro del ejército habían hecho posible una poderosa alianza social dirigida por los Soviets integrados por obreros y soldados insurreccionados pero sobre todo armados. Esto podía verse gráficamente en los primeros días en los que se constituyó el Gobierno Provisional, donde según las propias palabras de sus integrantes: "nosotros no podíamos realizar nada sin pedir permiso". Efectivamente, el poder no les pertenecía a los representantes de las clases pudientes, aunque ahora intentarían retomarlo a través del fortalecimiento del Gobierno y del Estado.
Así, la "Revolución de Febrero" dejó planteado un profundo problema en torno a ¿quién pertenecía el poder?, pero no lo resolvió, dando surgimiento a una situación de "doble poder". Esta será la fuente de la inestabilidad permanente del régimen hasta la revolución de Octubre. Los soviets armados eran irreconciliables con el poder estatal. Los dos poderes rivalizaban inevitablemente y se preparaban para el futuro enfrentamiento.
Podemos decir entonces que el régimen del doble poder aparece allí donde las luchas revolucionarias han resquebrajado las fuerzas del régimen y del Estado, pero aún no han conformado otro poder alternativo para suceder al antiguo. En esta situación transitoria, en que la soberanía política está en disputa, dos poderes rivalizan, miden sus fuerzas, llegan a acuerdos provisorios, sólo para retomar luego el camino de la confrontación y la inestabilidad, y así, el abismo entre los dos se agranda aún más. Este abismo depende en última instancia de que la base social de ambos poderes sea irreconciliable. La sociedad rusa estaba ya marcada por un profundo antagonismo de clase, en el cual confrontaban una burguesía débil, incapaz de acaudillar a las masas populares tras de sí, y un proletariado ya maduro que había conquistado formas avanzadas de autoorganización como los Soviets y métodos ofensivos de lucha como la huelga general y la insurrección.

¿Soviets conciliadores o embriones de un nuevo poder?
El poder de la burguesía, organizado a través del Estado, buscaba contener la acción de las masas y limitar las reformas sociales y políticas, a la vez que mantener la disciplina en el ejército para continuar en la guerra colaborando con los imperialistas.
Como sabemos, el Soviet, por el contrario, era la institución del proletariado y demás clases oprimidas, pero donde todavía primaba una política conciliadora.
Los socialrevolucionarios basaban su dominación política en la enorme representación de la pequeñoburguesía del campo. La plenaria del Soviet abarcaba a los delegados de los trabajadores, 1 delegado cada 1.000, de allí que las grandes fábricas como los Talleres Putilov tenían solamente 26 delegados en las asambleas del Soviet. Muchas veces un regimiento de menos de 1.000 integrantes enviaba hasta dos delegados de los soldados. Las proporciones favorecían a los soldados, de manera tal que por cada 5 delegados de los soldados había 2 delegados de los obreros. Esto fortalecía la alianza de clases recién constituida, pero a la vez le otorgaba un peso preponderante a la pequeñoburguesía campesina. Así fortalecidos, los socialrevolucionarios podían desplegar sus políticas conciliadoras con los representantes burgueses basados en la ilusión de que era posible constituir un frente de "todo el pueblo" que postergara los enfrentamientos de las clases antagónicas.
Esta enorme "marea pequeñoburguesa" (Lenin) incidía también en la clase obrera otorgando a los mencheviques el rol principal. Estos sostenían al Gobierno Provisional basados en la ilusión de crear una "democracia pura" y estable donde las clases pudieran dirimir sus conflictos. Un régimen donde pudieran desarrollarse tanto el republicanismo burgués y el sistema democrático, como las libertades y condiciones necesarias para que el proletariado comenzara la lucha por el socialismo. Con estas políticas, eseristas y mencheviques buscaban atenuar al máximo el carácter revolucionario de los Soviets, hasta el punto de dejarlos reducidos a simples órganos de participación popular, o de "autogobierno de las masas" en sus lugares cotidianos, incluso reservándoles la posibilidad de ejercer el "control" de los poderes del Estado burgués. Pero descartando completamente la posibilidad de avanzar hacia la confrontación con el Estado central en una lucha por el poder.

Dos salidas en pugna
Esto es lo que estaba en la base de la constante situación de fricción entre las masas y la política de colaboración llevada adelante por los jefes del Soviet. La debilidad del gobierno de la burguesía era más que evidente, lo que la había llevado a comprometerse con el Soviet en otorgar una serie de demandas democráticas como la amnistía general a todos los presos políticos y la convocatoria a una Asamblea Constituyente que tratara los problemas fundamentales de la nación. Sin embargo, no todas esas promesas se hacían efectivas y, lo que era todavía más urgente, tampoco se realizaban las demandas fundamentales exigidas por las masas: conseguir Paz y terminar con la guerra, conquistar Pan para los obreros y la jornada de 8 horas y Tierra para los campesinos.
En el antagonismo entre el Soviet, como el embrión de un nuevo tipo de sociedad basada en la democracia de los trabajadores y las clases oprimidas, y el Gobierno Provisional, que era el sostén de la sociedad de clases, dos poderes se enfrentaban para imponer una salida a la situación inestable del doble poder. Las clases dominantes debían desarmar al Soviet e imponer la autoridad del Estado. Para esto recurrirán, por un lado, a las maniobras de las coaliciones con los socialistas moderados que se presentarán ante las masas como "su" gobierno (Kerensky era a la vez integrante del Comité Ejecutivo del Soviet y Ministro del primer Gobierno Provisional). Pero a la vez prepararan los intentos de imponerse por la fuerza a través de golpes reaccionarios.
También las masas oprimidas actuarán para resolver la "inestabilidad del doble poder" a su favor protagonizando "jornadas revolucionarias", "semi-espontáneas", o insuficientemente preparadas, que tienen por objetivo derribar el gobierno provisional.

Los Soviets y el partido revolucionario
El fermento necesario para desarrollar la revolución hasta conquistar las demandas fundamentales con las que había nacido estaba allí: eran los soviets armados, el desarrollo de las luchas obreras y las acciones independientes de las masas. Pero para triunfar fue necesario que el Soviet fuera madurando como organización de poder a lo largo de una serie de giros y cambios bruscos, avances y retrocesos, que fueron posibles porque su organización se ajustaba constantemente a la iniciativa de la clase obrera y los sectores oprimidos, mediante la revocabilidad de los delegados y por la rotación constante, ajustando las proporciones de representación de las distintas fracciones de clases en correspondencia con el transcurso de un combate de meses.
Para poder triunfar el Soviet debía expresar la lucha de la clase obrera por conquistar la hegemonía sobre las demás clases oprimidas, pero, la existencia de partidos conciliadores era el principal impedimento para esto. El soviet por su propia existencia no era garantía de que la clase obrera actuara como clase dirigente pues la política conciliadora podía evitarlo. Luchando contra esto, Trotsky planteaba en esos días: "lo correcto es que el proletariado revolucionario cree sus propios órganos, los Soviets (…) contra los órganos ejecutivos del gobierno provisional. En esta lucha, el proletariado debería unirse con las masas de la población, con el objetivo de tomar el poder gubernamental. Sólo un gobierno obrero revolucionario tendrá el deseo y la capacidad de introducir en el país la limpieza democrática que necesita (…y) demostrar a los campesinos más pobres, en la práctica, que su única salvación es apoyar un régimen obrero revolucionario"3. El proletariado podía, a través del Soviet, tomar las demandas de las demás clases oprimidas conquistando la hegemonía en la revolución. Pero para esto tenía que evitar que se impusiera la dirección conciliadora en el soviet. Esto requería la acción de un partido revolucionario y este fue el rol irreemplazable del Partido Bolchevique.
Los bolcheviques en el enfrentamiento con los partidos conciliadores debían confluir con la vanguardia obrera y ganar la dirección de los Soviets. Para esto el partido debía actuar como un estratega de todo el proceso revolucionario, distinguiendo los tiempos y orientando el paso de las luchas. Cuando atacar, cuando retroceder, cuando prepararse, cuando asaltar el poder. Sólo una dirección revolucionaria puede jugar ese rol.
Durante el primer mes y medio de la revolución primaba el desconcierto y la confusión en el bolchevismo. Durante todo marzo en el partido, recién salido de la clandestinidad, y con sus dirigentes más experimentados todavía en el exilio, se impuso una línea de apoyo crítico al Gobierno Provisional. Los bolcheviques de base ya planteaban que el poder soviético debía deshacerse del lastre del Gobierno con la burguesía. Pero los dirigentes principales, Stalin y Kamenev, reorientaron la política decididamente hacia el apoyo "crítico" al gobierno y la conciliación con los mencheviques. En sus Cartas desde Lejos, Lenin combatió desde el exilio la política de estos dirigentes bolcheviques y oponiéndose resueltamente a los partidos mencheviques y socialrevolucionarios declaraba la "independencia total del bolchevismo del resto de los partidos".
Contrariamente a los que creían que era la burguesía la encargada de dirigir la sociedad, (y por eso relegaban la función del Soviet a vigilar al gobierno burgués), Lenin plantea resueltamente la consigna de: "todo el poder a los soviets", afirmando además que la lucha por las reformas democráticas aún pendientes sólo se conseguiría con la expropiación de los capitalistas y terratenientes en una revolución socialista. El objetivo estratégico era reemplazar definitivamente el Estado de las clases dominantes por un Estado de nuevo tipo, la dictadura del proletariado, basada en los Soviets.


1 El Partido Social-Revolucionario (SR o eserista) era la expresión política de los narodnikis (populistas) rusos. Antes de la Revolución de Octubre era el partido de mayor influencia en el campesinado.
2 "4. Las órdenes de la comisión militar de la Duma estatal sólo deberán ser ejecutadas en los casos en los que no entren en conflicto con las órdenes y resoluciones del Soviet de Diputados Obreros y Soldados."
3 León Trotsky, Dos Caras: las fuerzas internas de la revolución rusa.

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