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Debates

Sobre la película “Good bye Lenin!”

17 de septiembre 2004

La situación se desarrolla en Alemania del Este en la época de la caída del Muro de Berlín. Alex, el hijo, para proteger a su madre, una gran admiradora del “socialismo” real, quien permaneció ocho meses en coma a raíz de un infarto, decide no revelarle la caída del Muro y la restauración capitalista. Para esto reconstruye en el departamento de la familia la situación de Alemania del Este antes de la caída del Muro, en una farsa que, a medida que la salud de la madre progresa, se vuelve cada vez más intolerable.
Es este hilo conductor de la película de Wolfgang Becker el que atrajo a la mayor cantidad de público de la historia del cine alemán con más de seis millones de espectadores. Se habló mucho de ‘Good bye, Lenin!’. Están los que dicen que la película es anticomunista, como los que afirman lo contrario. Se debe, en parte, al hecho de que la película al tiempo que expone una visión extremadamente crítica del llamado “socialismo real”, es decir, del Estado obrero degenerado, muestra también a partir de la caída del Muro al capitalismo bajo su rostro más deteriorado y decadente. Así pues, si por un lado el “socialismo” se expresa en la represión brutal de las manifestaciones por la libertad de prensa, en las dificultades económicas y en un grupo de boy-scouts que canta canciones bucólicas de elogio a la patria bien adaptadas al realismo socialista; por el otro, la llegada del capitalismo implica el cierre de las empresas del Estado (no se pueden encontrar más los pepinos Spreewald), la pérdida de empleo para los “héroes trabajadores”. Ejemplo de esto es que la hermana de Alex deja la Universidad de Economía para ir trabajar en la recepción del Burger King y casarse con “el enemigo de clase”, el gerente.
La descripción de esta situación inusual, donde el nuevo mundo tan esperado no es una superación positiva del antiguo, debe interpretarse como la expresión de la subjetividad de las personas que lo han vivido y habitado. Es útil saber que hoy, en Alemania del Este, sólo hay un cuarto de los puestos de trabajo que existían en 1989 y que la tasa de desempleo es del 19%. Que esta situación trágica hizo posible la aparición del sentimiento que en aquella época se vivía mejor que hoy, a pesar de todas las atrocidades del régimen burocrático. Este sentimiento -que tiene incluso un nombre, Östalgie, de la apócope de ˜öst (este) y nostalgie (nostalgia)- se refleja en jóvenes que llevan remeras con los símbolos de la antigua RDA (República Democrática Alemana) y en la búsqueda de productos de las antiguas empresas del Estado y películas de ese período.
Es interesante tener en cuenta que, en ‘Good bye Lenin!’, a pesar de eso, no se embellece lo que la RDA fue para mostrar las atrocidades del capitalismo. Y del rechazo simultáneo de ambos, que conduciría tendencialmente a un pesimismo profundo, se crea un segundo plan narrativo, el de películas que Alex (el hijo) produce con su compañero de trabajo y aspirante a cineasta, como si se tratara de noticieros, para explicar a la madre las contradicciones entre lo que comienza a ver y lo que el hijo quiere que vea. En estas películas, Coca-Cola se convierte en una “invención socialista” robada por el capitalismo; los millares de coches occidentales se convierten en propiedad de refugiados de los países capitalistas que eligieron vivir en Alemania del Este; y la propia caída del Muro toma una nueva versión según la cual los alemanes occidentales son los responsables de la caída, porque su objetivo que es vivir bajo el “socialismo”, con la opinión favorable del nuevo Jefe de Estado, Sigmund Jähn, astronauta e ídolo de Alex durante su infancia.
En la definición que el mismo Alex hace cuando reconstruye RDA para su madre, termina por construir la RDA de sus sueños. A través de este arte que acaba produciendo por la fuerza acontecimientos, se humaniza y reutiliza para sí mismo lo que de más humano tenía la defensa de este falso socialismo, socialismo que había sido usurpado por la burocracia. Alex construye su propia ficción en paralelo a la ficción oficial de la unificación, coronada por la victoria del equipo alemán de fútbol en la Copa del Mundo con 1990; y, continúa, en varias ocasiones después de la caída del Muro, hablando de ambos países cuando se refiere a Alemania. Del choque entre lo peor del capitalismo y la degeneración de la revolución, se eleva un sueño de lo que habría podido ser pero que no fue.
Es interesante situar esta película en el contexto de la situación actual, en la cual en varios ámbitos del conocimiento, nuevos espacios comienzan a abrirse para ideologías que buscan la emancipación humana, en medio del pesimismo catastrofista heredado de los años noventa. Y, básicamente, los que dicen que se trata de una película anticomunista son los que no distinguen entre estalinismo y comunismo e interpretan la derrota de las revoluciones de Europa del Este como la “prueba histórica” de que el socialismo no es la superación del capitalismo o creen que los Estados burocráticos eran la vía correcta, y no una desviación, al socialismo. Es conocido el peso que estas ideas tuvieron y tienen siempre y su papel dañino para las clases oprimidas.
Pero la película va más allá de la nostalgia de un pasado que no existió. Al final, el astronauta (cosmonauta, como se dice en el Este), devenido jefe de Estado, dice que “el socialismo no debe permanecer aislado” y, más que eso, que “no basta con soñar con una mejor sociedad, es necesario darle vida”.
Los destinos de Alemania y el mundo dependen de cuántos Alex alrededor del mundo creerán en este mensaje. No obstante, en la actualidad, a ochenta años de su muerte, en vez de decir adiós a Lenin, es necesario, más que nunca, recuperar el verdadero Lenin, desprovisto de todas las manchas estalinistas, revolucionario e internacionalista. La película no lo hace, pero eso no representa un límite, sino que es más bien la realidad, que se pretende transformar según las enseñanzas de Lenin, lo que la película refleja.

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