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MOVIMIENTO OBRERO

TUCUMÁN - TIERRA OBRERA

Limón: del galpón a los trabajadores golondrina

Las rutas tucumanas se pierden dentro de un verde interminable, donde resaltan los colores de los frutales.

Lucho Aguilar

25 de octubre 2012

Limón: del galpón a los trabajadores golondrina

Las rutas tucumanas se pierden dentro de un verde interminable, donde resaltan los colores de los frutales.

Es feriado y el sol raja la tierra, pero cientos de cosecheros trabajan con remeras atadas a la cabeza. Jorge conoce la faena. “Cosechar limones será un arte, pero no es vida, a los 45 años estás deshecho. Arrancás a las 4:30 de la mañana, que te pasa a buscar el contratista, y a veces llegás a tu casa a las 9 de la noche. Ellos te dan la escalera, las maletas, y cobran una parte. He tenido que fumigar, apenas tapado con un trapo viejo, con esos aceites tóxicos”.

Tucumán es el primer exportador mundial de limones. Más de 35 mil hectáreas, la mayoría en manos de un puñado de empresarios. Otras manos, más de 45 mil, los cosechan, embalan e industrializan. Una pequeña parte es consumido en el mercado interno, el resto va a la exportación o se transforma en jugos, aceites y deshidratados.

Como resume un embalador: “le sacan todo al limón, lo exprimen”.
Y para eso exprimen al obrero…

Exprimidos

“Somos muchas las mujeres que dejamos nuestros hijos para internarnos en el empaque a las 7 de la mañana. A veces trabajamos hasta las 6 o 7 de la tarde, todo el tiempo paradas. El movimiento repetido te contractura, el ácido te borra la vista. Todo eso por 116 pesos el jornal”. La que habla es Ariela, que vive en una de las tomas de tierra de la ciudad.

Las mismas historias se repiten en toda la provincia.

Tres obreros despedidos del empaque San Miguel denuncian. “Hay empaques donde entrás a las 6 de la mañana y salís a las 10 de la noche. El trabajo es agotador, y los químicos protegen los limones para exportación, pero a nosotros nos afectan la vista, nos seca la garganta. La mayoría trabaja sin guantes, se les cae la piel, te comen las manos. Y estas enfermedades las ART no te las reconoce”.

Para los trabajadores del limón, sin embargo, hay otros que están peor. “En la frutilla y el arándano muchos son inmigrantes, por ejemplo de Bolivia. Y no conocen agua potable, ni buena alimentación, ni cama ni luz. Se despiertan trabajando, se acuestan trabajando”.

Hoy en Tucumán hay 4 mil chicos y chicas que dejan de jugar y estudiar por ser explotados en el campo.

De rebeliones y traiciones

En Tucumán hay siete plantas industriales y 40 empacadoras de limón.
La producción supera el millón de toneladas, y se exporta por más de 500 millones de dólares.

Los trabajadores saben los números. Héctor, que trabajó en varios empaques, calcula: “un embalador se paga, con una caja de 18 kilos, todo su jornal. Y hace 25 o 30 cajas por hora”.

No calculan de puro entretenimiento. Así advierten su poder sobre la producción. “En una hora de paro – dice Héctor - son 1000 cajas menos. A 30 euros…perdieron 30 mil euros en una hora”. Así de sencillo explica el efecto de la huelga que, hace pocos años, paralizó la empresa donde trabajaba. “Y muchos trabajadores empezaron a parar los empaques ante cosas que no les gustaban. Acá todos los cambios se han dado por luchas, por paros y huelgas”.

Las rebeliones han dado sus frutos, pero también desataron la ira de los patrones. Primero despidiendo a los activistas, luego armando contratistas para tercerizar el trabajo.

La burocracia de UATRE no se queda afuera. No sólo administra cuadrillas de tercerizados, también otorga préstamos y maneja las listas para los planes interzafra. “Uno de los secretarios generales era socio de un galpón y tenía trabajadores tercerizados. Les dan plata para que no reclamen”.

Pero no se conforman con asociarse a la explotación del obrero. Jesús Pellasio, el secretario general de UATRE-Tucumán, se pagó el mes pasado 24.900 pesos como directivo de la obra social.

El cronista le pregunta a tres obreros si es cierto eso que publicita el gobierno nacional, de los muchos beneficios que les habría traído la reforma del Régimen de Trabajo Agrario.

Los trabajadores se miran y se ríen.

 Nooo… ¿a dónde chango?

Detrás de la fruta, siempre debiendo

De norte a sur, el trabajo golondrina abarca a 400.000 personas en Argentina. Los precios internacionales engordaron el negocio de la agroindustria.

“En enero nos vamos al sur, porque cuando se termina el limón y la caña Tucumán queda muerto”. Las temporadas son cada vez más cortas, y los planes interzafra de 600 pesos no alcanzan. Miles viajan a la Patagonia tras la manzana, a las vides de Cuyo, al arándano en Entre Ríos. “Los colectivos los pone la FOTIA y el Ministerio de Trabajo – explica Julio. Mucha gente se aventura, y ves familias enteras durmiendo en las plazas porque no consiguen trabajo. Pero acá no tenían como darle de comer a sus hijos”.

Algunos van más organizados, en grupos. Otros terminan viviendo debajo de toldos, sin servicios básicos, trabajando de sol a sol.

“Lo peor es el desarraigo. Perdemos muchos momentos de la vida andando de acá para allá. Y encima siempre andamos debiendo”.

Julio y Héctor charlan después de participar de una taller sobre historia del movimiento obrero tucumano, organizada por el PTS en la casa “Tucumán Arde”.

 Nosotros tendríamos que hacer lo mismo que hicieron en Zanon. Estaría bueno llevar los afiches cuando vayamos para la manzana en Río Negro.
Julio señala en la pared la campaña votada en la Conferencia Nacional de Trabajadores en Ferro: “por sindicatos sin burócratas, por un partido de trabajadores sin patrones”

 Y le podemos decir a Godoy y a los compañeros de Zanon que nos ayuden a difundirla, le tira Héctor.

Quizás este verano sea distinto. Los golondrina pueden llevar en su viaje, entre tanto equipaje, la pelea por organizar a otros trabajadores contra la brutalidad de los patrones del campo. 

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