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Un revés para los genocidas

PTS

27 de octubre 2011

Emoción, lágrimas y abrazos inundaron a sobrevivientes, familiares, amigos y organismos de derechos humanos. Después de 22 meses, el Tribunal Oral Federal N° 5 condenó a 16 de los 18 represores juzgados por secuestros, torturas, desapariciones y asesinatos de 86 compañeros desaparecidos. Indudablemente, un gran logro producto de la lucha y movilización histórica del movimiento de los DD.HH. El PTS y el CeProDH se hicieron presentes en las puertas de Comodoro Py con una delegación.

Christian Castillo estuvo en una de la salas donde querellantes y familiares siguieron la audiencia. Nustra delegación gritó contra los genocidas así como coreó “Julio López y Mariano Ferreyra presentes”, para sorpresa de los grupos K, entre los cuales estaban La Campora, el Evita, la Juventud Sindical de Facundo Moyano y la CTA Yasky, más otras delegaciones del MTL, CTA Micheli, MST-Proyecto Sur y PCR.

Adentro de la sala, repleta de militantes, de madres, hijos, familiares, sobrevivientes, amigos, además de algún figurón impresentable como Aníbal Ibarra, la larga espera y la ansiedad no daban tregua. Finalmente, después de casi tres horas de espera, aparecieron los miembros del tribunal y el desfile de genocidas provocó insultos y chiflidos. Luego, un silencio atento a cada palabra del Juez Daniel Obligado que leía el veredicto. Las contenidas expresiones de felicidad ante cada condena a perpetua, la desazón ante condenas a 18 años y finalmente el cachetazo helado de las absoluciones. Corrían lágrimas, abrazos y el compromiso de que se van a apelar esos fallos. Pero en definitiva, se trató de una pequeña revancha, el castigo conseguido con la lucha sin paz, por todos los compañeros desaparecidos, por todos los sobrevivientes y las familias: Alfredo Astiz, Jorge “Tigre” Acosta, Ricardo Cavallo, Antonio Montes, Antonio Pernías, Raúl Scheller, Jorge Rádice, Alberto González, Néstor Savio, Adolfo Donda, Julio Coronel y Ernesto Weber fueron condenados a prisión perpetua. Manuel García Tallada y Juan Fotea fueron sentenciados a 25 años, en tanto Carlos Capdevilla y Juan Azic recibieron una pena de 20 y 18 años respectivamente, mientras escandalosamente Juan Rolón y Pablo García Velazco resultaron absueltos. 
   
Este juicio se halla en el marco del primer tramo de la megacausa ESMA, el mayor centro clandestino de detención durante la última dictadura militar, por donde pasaron más de 5.000 compañeros desaparecidos.
Mediante este tipo de juicios, sobrevivientes, amigos y familiares se ven obligados a testificar infinidad de veces, exponiendo innecesariamente sus propias vidas y reviviendo una y otra vez los traumas más dolorosos y sangrientos, mientras el mismo Estado que impulsó el terrorismo de los grupos de tareas se ve librado de investigación alguna en favor de los represores. 

Hubo que llegar al final del juicio para que lo que pasaba dentro del tribunal se televisara, a instancias de la Corte Suprema. Las querellas denunciaron la política restrictiva de la Justicia, oponiéndose a transmitir los juicios por televisión, negando así el derecho a la información.

Durante el alegato de Myriam Bregman y Luis Bonomi exigieron también la apertura de los archivos de la represión, de todos los represores que actuaron en cada campo, para dar con el destino de las víctimas y de los niños que siendo ya adultos continúan a manos de sus apropiadores. 
Llegamos al final de este juicio ratificando la certeza de que, las FF.AA. no actuaron por iniciativa propia sino que contaron con la bendición de la jerarquía de la Iglesia católica y el apoyo de los grandes empresarios, que orquestaron las líneas maestras del plan genocida, los mismos que hoy junto al gobierno judicializan la protesta social y mantienen a más 4.000 compañeros procesados por luchar.

Desde que se anularon las leyes de impunidad apenas fueron condenados 196 genocidas (41 resultaron absueltos), una cifra absurda con juicios a cuentagotas cuando funcionaron más de 500 centros clandestinos de detención. Es necesario redoblar esfuerzos con la movilización en las calles para castigar a todos los genocidas por todos los compañeros.


Escribieron: Gloria Pagés, hermana de desaparecidos y Miguel Raider

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