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ALFONSIN EN EL CONGRESO DE MAR DEL PLATA

CTA: la “autonomía” que nunca fue

Pablo Michelli y Víctor De Gennaro, los novios eternos de la centroizquierda argentina, acaban de incomodar a gran parte de los delegados presentes en el Congreso de la CTA de Mar del Plata.

PTS

31 de marzo 2011

Pablo Michelli y Víctor De Gennaro, los novios eternos de la centroizquierda argentina, acaban de incomodar a gran parte de los delegados presentes en el Congreso de la CTA de Mar del Plata. El guiño que las “cabezas” de la Central le hicieran a Ricardito Alfonsín ganó la reprobación de gran parte del auditorio que, a modo de defensa, sacó a relucir el precepto que equivocadamente suele atribuírsele a la CTA: la independencia de todos los partidos políticos.

Sin embargo la autonomía de la CTA o la independencia política del Degennarismo nunca fue tal, aunque no sea la dependencia gubernamental de Yasky hacia el kirchnerismo.

La autonomía de las organizaciones obreras -y la prescindencia política- es un debate que ya existía en los orígenes del movimiento obrero argentino. A principio del siglo XX, los “sindicalistas revolucionarios” fueron los primeros en sostener la prescindencia política contra el parlamentarismo exacerbado del Partido Socialista. Su independencia política quedaba expresada más bien de forma negativa, porque visualizaban las instituciones y los mecanismos de clase antagónicos que actuaban para corroer la autonomía obrera, pero negaban la acción política (y la construcción de un partido político de la clase obrera) como los instrumentos fundamentales para la emancipación de los trabajadores.

El sindicalismo burocrático y reformista que se consolidara en los ‘30, seguiría levantando la prescindencia política pero para utilizarla contra la izquierda obrera que atacaba los acuerdos que éstos establecían con el Estado. Esos mismos sindicalistas “prescindentes” serían los que, una década más tarde, terminarían subordinando los sindicatos al proyecto nacionalista burgués de Perón. La autonomía obrera se liquidaba por completo con la estatización de los sindicatos bajo el peronismo.

La matriz del sindicalismo argentino lejos de modificarse, fue perfeccionando los lazos de dependencia que atan los sindicatos al Estado. Esta realidad vale tanto para la CGT y para la CTA y se mantiene para ambas por igual, más allá de que hoy el gobierno le da la mayoría de las atribuciones a la CGT. ATE no está exento del recibo de la cuota sindical directa, de los subsidios otorgados por el Estado (aunque sean mucho menores que los que recibe la CGT), del cobro por convenio firmado. Esta es la base material por la cual los sindicatos quedan subordinados al Estado y es la que garantiza la subsistencia de la tropa estable de funcionarios sindicales.

En el caso de ATE esta relación está en crisis, pero no porque la dirección sindical haya avanzado en una dirección independiente sino porque el gobierno los está atacando, no negocia con ellos y hasta se niega a recibirlos.

La directiva de ATE y de la CTA de Pablo Michelli busca responder a este ataque recostándose cada vez más en la oposición gorila, en un ala burguesa no gubernamental. El argumento es que quieren construir una “CTA de masas”. Bien lejos de ellas están llevando a los congresos a Ricardito Alfonsín, el “hijo” de la hiperinflación. 

ATE no actúa como un sindicato que impulse la lucha de clases, no existe ninguna lucha seria para enfrentar al gobierno. La autonomía declamada por De Gennaro y Pablo Michelli es la cobertura para el rechazo a toda política clasista que se propone convertir a ATE en un sindicato combativo.
En Neuquén está el mejor ejemplo, toda las alas apoyaron al partido UNE (una alianza entre CTA, radicales y hasta kirchneristas) que hoy gobierna la ciudad de Neuquén y no dudó en reprimir a los sin techo, que mantienen la precarización laboral y los bajos salarios.

En la CTA de Michelli existen varias posturas. Una es el “ala política” de la centroizquierda no K que alista en Proyecto Sur. La estrategia del solanismo es avanzar en acuerdos de conveniencia electoral con sectores patronales; ya varios medios anuncian el acuerdo Lozano-Ocaña para la ciudad. Graciela Ocaña, la misma ex ARI, ex ministra K y hoy devenida “progresista”.

Otra de las alas, llamémosla “sindicalista pura”, es la que proclama la “independencia” de todo partido político, sin hacer distinción de clase. Este sector representa la aspiración utópica de retornar a un gremialismo corporativo que le permita negociar en buenos términos con el gobierno en el momento que ATE es ninguneado como nunca. También existe otro sector que ve con mayor simpatía al gobierno nacional.

En última instancia, estas variantes no hacen más que reproducir al interior de ATE la misma crisis que llevó a la división de la CTA: en los extremos, un ala que se hace más pro K, otra que va hacia la centroizquierda de Proyecto Sur, que busca ganar votos en el “espacio” radical. Mientras, el ala sindicalista quiere aferrarse a la consigna de la “autonomía”, que en la historia de la CTA fue el instrumento utilizado para cubrir su seguidismo hacia distintos sectores patronales.

La única manera de convertir a ATE en un sindicato independiente, es la de luchar por romper los lazos que lo atan al Estado, la de desarrollar una lucha consecuente y seria contra todas las variantes patronales y propiciar el debate entre los trabajadores sobre la necesidad de construir una variante política propia, de la clase obrera.

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