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DEBATE

El Programa de Transición y la estrategia revolucionaria

PTS Neuquén

17 de julio 2009

Muchos de los desacuerdos existentes con los adversarios del Programa de Transición se remiten a que defendemos estrategias diferentes. Nosotros defendemos la “estrategia bolchevique” y ellos defi enden diversas variantes de una “estrategia de desgaste”.

Resumiendo, la estrategia bolchevique (nombre que tenía el partido de Lenin) se propone la toma del poder por la clase obrera, liderando una alianza obrero- popular, a través de la auto-organización
soviética y bajo la dirección de un partido revolucionario, preparado para las más variadas formas de lucha. La estrategia de desgaste sostiene que la clase trabajadora llegará al poder por la vía de una acumulación gradual de conquistas económicas y espacio político dentro de la democracia burguesa. Antes eso se planteaba bajo la bandera de los partidos socialistas, que tenían peso de masas. En la actualidad, se da bajo los harapos degradados de las alianzas “progresistas” que ocupan “espacios” electorales.

Estrategia y programa en la experiencia de la revolución rusa

La estrategia revolucionaria del bolchevismo surgió en un contexto en que el programa estaba dividido entre consignas máximas y mínimas. En este contexto, los partidos socialistas defendían los derechos elementales de los trabajadores y buscaban conquistar espacios políticos cada vez más amplios, esperando llegar al poder como resultado de una acumulación gradual. Esto se daba en condiciones de legalidad que permitían a los socialistas hacer política, presentarse a elecciones, etc.

Por el contrario, en Rusia el zarismo reprimía duramente a las corrientes socialistas. Por este motivo, la experiencia de organización del marxismo ruso se vio signada por una lucha en condiciones muy duras, que requería una organización clandestina, invisible para los ojos del aparato represivo. Este es el marco en el cual Lenin plantea la idea de construir un partido revolucionario de trabajadores para la lucha contra el zarismo, cuyos militantes fueran capaces de esquivar las provocaciones de la política política, organizar a los trabajadores en las fábricas, difundir sus ideas y polemizar con las ideas de las corrientes burguesas y tomar como propios los agravios sufridos por todas las clase oprimidas de la sociedad rusa para fundamentar la necesidad de tirar al zarismo. Aunque Lenin pensaba que por el atraso ruso, la revolución debía ser una revolución democrática contra el zarismo, dirigida por un bloque de la clase trabajadora y los campesinos, su propuesta de organización política garantizaba la posición independiente del ala revolucionaria de la clase trabajadora. La importancia que asignaba Lenin al aprendizaje que hacía la clase trabajadora a través de su experiencia lo llevó a levantar diversos aspectos de un programa transicional, en la misma medida en que la estrategia bolchevique se fue haciendo cada vez más concreta ante la tarea de tomar el poder, haciendo suyas consignas sentidas por las masas (“¡Paz, Pan y Tierra!”), o dialogando con las ilusiones de la gente en el gobierno provisional (¡Abajo los ministros capitalistas!) o las que planteaban el poder obrero a través de formas concretas y actuales (¡Todo el poder a los soviets!).

Trotsky, por su parte, había tenido desde antes de 1905 la posición de que la revolución en Rusia tendría a la clase obrera como sujeto dirigente. Sin embargo, tardó un tiempo más en confluir organizativamente con el partido bolchevique. La postura de Trotsky era teóricamente más correcta, según se vio confi rmado por el curso de la revolución, pero Lenin había construido la organización
que podía hacerla realidad, mientras Trotsky formaba parte de un pequeño grupo de revolucionarios. La revolución rusa expresó esta confluencia.

Este dato es conocido, pero hay que reparar en su importancia. No alcanza sólo con tener las mejores hipótesis desde el ángulo teórico, es necesaria una organización que pueda concretar en la práctica esas hipótesis.

Por eso el programa y la estrategia son inseparables, como lo son el programa y la organización política que lo lleva adelante.

Después de la revolución

La oleada revolucionaria que siguió a la revolución rusa en Europa Occidental fue derrotada. Expresión de ello fueron el ascenso del fascismo en Italia, la represión de la revolución alemana y el
retroceso del Ejército Rojo a las puertas de Varsovia en 1920. Estos retrocesos impusieron a la Internacional Comunista ciertos cambios tácticos.

En sus Tercero y Cuarto Congresos, la organización revolucionaria mundial defi nió la política de Frente Único. Para conquistar a las masas como paso previo para la conquista del poder, los marxistas pasaron a luchar en común con los obreros socialistas por las consignas mínimas, pero a la vez plantearon aspectos de un programa transicional como la propuesta de construir comités de fábrica, el control obrero de la producción o la consigna de un Gobierno Obrero que rompiera con la burguesía y armara a los trabajadores.

Con esta orientación, la Internacional Comunista se proponía lograr la victoria de la revolución en Europa Occidental, en particular en Alemania. La política de la troika (Stalin-Zinoviev- Kamenev) primero y del stalinismo después clausuraron, a través de diversos zig-zags este proceso de reelaboración política, que buscaba hacer más concreta la estrategia bolchevique ante la realidad de Europa Occidental. La consolidación del stalinismo degradó el programa marxista a una alternancia de programa mínimo, ultraizquierdismo y defensa de la democracia burguesa.

La degeneración de la Internacional Comunista, que encuentra su expresión más clara en la adopción de la política de Frentes Populares con la burguesía “anti-fascista”, implica un abandono de la estrategia bolchevique, en la medida en que renuncia a la toma del poder por la clase trabajadora y la reemplaza por la alianza con la burguesía “progresista” o “democrática”.
Es un claro retroceso a la estrategia de los mencheviques, que era la variante rusa de la estrategia de desgaste. Contra este retroceso el programa de transición de la IV Internacional enfrenta la degeneración de la III Internacional y a la vez retoma sus elaboraciones de los IV primeros congresos.

Lucha de programas y lucha de estrategias

Confi ados en que el dominio normal del capital se extenderá por siglos, los partidarios de la estrategia de desgaste limitan la lucha al programa mínimo, con el resultado de que el desgaste verdadero lo sufre la clase trabajadora, que debe dar luchas cada vez más grandes para conseguir menos conquistas. Curiosamente, algunos intelectuales sostienen que esta práctica es parte de una estrategia de “acumulación de fuerzas”…
Por su parte el Programa de Transición supone la adopción de una estrategia bolchevique, porque ambos comparten los mismos objetivos: la toma del poder por la clase obrera. Ya explicamos cómo el programa se propone orientar la experiencia de la clase trabajadora para que avance hacia la toma del poder. Pero una estrategia también supone la necesidad de un estado mayor. Para garantizar la toma del poder hace falta un programa de transición. Pero para defender ese programa hasta tomar el poder y luego sostenerse contra los enemigos es necesario el partido.

Entonces, el programa juega el rol de “traducir” la estrategia en términos comprensibles para las masas, haciéndolas parte en los hechos de una perspectiva estratégica que posiblemente no conozcan en todos sus detalles, pero que es la única que puede resolver sus demandas más sentidas.

Terminamos con este artículo la serie que iniciamos con el primer periódico de este año sobre el Programa de Transición. Como señalamos en estas líneas, la lucha por un programa implica la lucha por una organización. A esta cuestión de la organización política, crucial para el futuro de la clase trabajadora, dedicaremos la nueva serie de esta página, que se llamará Tomar Partido.

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