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Dengue: crónica de una epidemia anunciada

A medida que pasan los días, los casos de dengue se multiplican y la desesperación del gobierno por explicar lo inexplicable se acrecienta. Hasta ahora en el país hay oficialmente reconocidos 4224 casos, aunque solo en Chaco hablan de más de 10.000 infectados. Se trata de la mayor epidemia de esta enfermedad desde 1916 y de una emergencia sanitaria a nivel nacional. Una a una se van sumando las provincias afectadas, ya hubo 3 casos de dengue hemorrágico (la forma grave de la enfermedad, muchas veces mortal), uno de ellos fatal.

2 de abril 2009

A medida que pasan los días, los casos de dengue se multiplican y la desesperación del gobierno por explicar lo inexplicable se acrecienta. Hasta ahora en el país hay oficialmente reconocidos 4224 casos, aunque solo en Chaco hablan de más de 10.000 infectados. Se trata de la mayor epidemia de esta enfermedad desde 1916 y de una emergencia sanitaria a nivel nacional. Una a una se van sumando las provincias afectadas, ya hubo 3 casos de dengue hemorrágico (la forma grave de la enfermedad, muchas veces mortal), uno de ellos fatal.

Las consecuencias de una política sanitaria a la deriva

A mediados de enero aparecieron los primeros casos de dengue en Tartagal, provincia de Salta. Un mes más tarde, cuando la ministro de Salud Graciela Ocaña aseguraba que la situación sanitaria “estaba controlada”, se publicaron las primeras notificaciones de alerta por casos probables de dengue en Chaco. A partir de entonces, frente a las declaraciones erráticas de los funcionarios, aumentan los casos sin dar tregua.

Pero este fenómeno epidemiológico no puede ser una sorpresa para nadie que se ufane de entendido en el tema. El riesgo de una epidemia de dengue viene siendo advertido por académicos y profesionales de la salud desde hace muchos años. Según un estudio realizado en conjunto por el departamento de Zoonosis del Ministerio de Salud Nacional y las Facultades de Ciencias biológicas y Ciencias exactas de la UBA, ya a fines de los ’90 más del 80% de la población vivía en zonas en riesgo de infestación por el mosquito Aedes aegypti. En Argentina, el vector (mosquito) había sido erradicado en 1963 y reapareció en la década del 80. En el año 2000, se encontraba en 17 de las 24 provincias. A esto se debe agregar la condición endémica (permanente) del dengue en países como Bolivia, Brasil y Paraguay.

Quiere decir que hace años que se conoce el riesgo de desarrollo de una epidemia de estas características y no se ha hecho nada por evitarla. Por el contrario, las políticas sanitarias de los distintos gobiernos han estado dirigidas a garantizar la rentabilidad y subsidios a laboratorios, clínicas y sanatorios privados, mientras continúa el desfinanciamiento y vaciamiento del hospital público y la inexistencia de políticas sanitarias preventivas. Como denuncian los propios médicos Chaqueños “somos 7 médicos para atender 10.000 pacientes con síntomas de Dengue en Charata, de los cuales 5 estamos en negro”.

Desidia gubernamental

Al igual que la tuberculosis y las parasitosis intestinales (dos enfermedades altamente prevalentes en nuestro país), el dengue afecta principalmente a los sectores más empobrecidos. Las condiciones socioeconómicas desfavorables constituyen un factor de riesgo decisivo: la falta de agua corriente obliga a los habitantes a almacenar agua en recipientes que sirven como reservorio para el crecimiento de las larvas.
Ninguna medida, ni siquiera las más elementales fueron tomadas por el gobierno. Por el contrario decidieron ocultar la epidemia, minimizando la gravedad de la situación.

Nada podemos esperar de este Gobierno nacional, ni los provinciales. A esta altura su única esperanza para detener la epidemia es el cambio climático del otoño.

Por el contrario, los trabajadores debemos enfrentarnos a la condena social que significan las enfermedades evitables, como el dengue.
Cualquier plan serio para combatir el Dengue debe comenzar por un intenso plan de obra pública que contemple la extensión del agua potable a los sectores mas postergados. Junto con esto debe proveerse en forma urgente de agua potable a toda la población, para eliminar el almacenamiento casero de la misma. Además de las fumigaciones (para eliminar el vector) y controles masivos ante los primeros síntomas, reforzando el sistema de atención pública en hospitales y unidades sanitarias.

Hay que exigir un verdadero plan racional de salud al servicio de las necesidades populares, triplicando el presupuesto para éste área en base la no pago de la deuda externa, terminando con el déficit de personal e insumos de los hospitales públicos, poniendo todos los recursos sanitarios al servicio de atender las demandas mas urgentes de los trabajadores y el pueblo pobre, empezando por enfrentar las condiciones materiales de existencia que condenan a millones a la pobreza, a la miseria y la enfermedad.

Un plan así sólo será posible por la acción directa de los trabajadores, afectando los intereses de las empresas nacionales y extranjeras que han convertido la enfermedad del pueblo pobre en un rentable negocio con el Estado a través de subsidios, contrataciones directas y planes nacionales como el Remediar.

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