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Mundo Obrero

EL CAPITAL Y EL TRABAJO

¿Dónde quedó el “fifty-fifty”?

Reunidos en la Cámara Interamericana del Transporte, Moyano y Cristina nos ofrecieron una buena lección de historia peronista.

Hernán Aragón

12 de marzo 2009

Reunidos en la Cámara Interamericana del Transporte, Moyano y Cristina nos ofrecieron una buena lección de historia peronista.

Moyano daba el pie: “Cuando me inicié me parecía imposible sentarme con los patrones, eran nuestros verdugos, los que nos chupaban la sangre”. La idea fue completada por Cristina: “Uno de los aportes más importantes que ha dado (mi) partido es plantear una óptica de la relación de trabajo-capital que no es la del enfrentamiento, sino la de la cooperación”, agregando que “siempre hemos creído en el fifty-fifty (cincuenta y cincuenta), en el aporte del trabajo y del capital, porque la articulación inteligente de ambos es lo que genera mayor riqueza y da mayor sustentabilidad social y política a un modelo económico”.

En cuanto a Moyano, no extraña que el Secretario General no vea verdugos. Es un hecho nada sorprendente que desde la cima de la CGT las cosas suelan verse de otro modo...

Pero lo que importa aquí es la referencia al primer gobierno peronista, cuando los trabajadores lograron alcanzar el 50% de participación en el ingreso.

Sin embargo, la lección obvió que aquel fue un momento excepcional, efímero e irrepetible, dado por la gran cantidad de entradas de divisas que proporcionaba el escenario de la post guerra mundial. Por supuesto también se olvidó de mencionar que con el advenimiento de la crisis la variable de ajuste del peronismo fueron los trabajadores.

Cuando se habla de la cooperación capital – trabajo se busca crear la ilusión de que así se anula la explotación asalariada. Pero ni siquiera en un momento de distribución del ingreso alto, los trabajadores dejan de estar en una posición desfavorable con respecto a los capitalistas. El proceso de producción y circulación sigue estando en las mismas manos privadas y aunque por la fuerza de trabajo los patrones deban pagar un precio más elevado que el habitual, éstos no dejan de robarle trabajo no pago al obrero.

Desde el punto de vista político, el peronismo introducía la idea de cooperación trabajo – capital para evitar la irrupción de los trabajadores como clase política independiente. Perón era consciente de que se necesitaba un nuevo sistema de relaciones laborales (ya no alcanzaba sólo la represión) ante los antecedentes de combatividad de una clase en crecimiento, potencialmente explosiva. Y así lo hizo saber en un célebre discurso pronunciado en la Bolsa de Comercio: “Es mejor dar un 30% a tiempo, antes que perder todo a posteriori”.

Sin embargo, aquel momento del fifty-fifty no sería estable y duradero, la conciliación entre capital –trabajo no se sostuvo y fue liquidada por un golpe de Estado.

Aunque Perón había logrado un triunfo estratégico al atar los intereses de los trabajadores a los del capital a través del control estatal sobre los sindicatos y de la creación de una poderosa burocracia sindical (su éxito fue posible porque tanto el Partido Socialista como el Comunista se convertían en Pro-norteamericanos y por el apoyo de los dirigentes del sindicalismo reformista), las patronales no podían tolerar una redistribución del ingreso de esas proporciones.

El peronismo, con su discurso de conciliación de clases, hizo siempre que en los momentos de crisis sean los trabajadores quienes paguen por ella.
La crisis iniciada en 1949 fue un momento de quiebre. Bajo su segunda presidencia, Perón se hizo eco del ajuste reclamado por la burguesía industrial (cuyas ganancias habían sido siderales) y en consecuencia fomentó el aumento de la productividad.

Desde 1953, los empresarios largaron una ofensiva contra las regulaciones laborales vigentes y contra las comisiones internas, organismos de base obrera para defender las conquistas. Mientras tanto Perón convocaba, en complicidad con la dirigencia sindical, al Consejo de la Productividad para satisfacer las demandas empresarias.

Aunque la clase obrera no enfrentó a Perón, sí lo hizo contra la introducción de la productividad en las fábricas y por romper el estancamiento en que se encontraban las negociaciones de convenios de 1954. El golpe de 1955, al cual el Líder no quiso enfrentar, terminaba de definir la contienda capital-trabajo a favor de los capitalistas.

La misma política de colaboración de clases, esta vez de modo más dramático, volvió a fracasar 20 años más tarde. En el tercer gobierno peronista, como modo de “cooperación”, se impone en 1973 el Pacto Social sobre la base de congelar los salarios cuando los patrones previamente ya habían aumentado los precios. A mediados de 1974 el Rodrigazo barría con el salario y dos años más tarde la “burguesía nacional” llamaba al golpe genocida de 1976.

Suena un tanto irónica la alusión de Cristina al fifty-fifty, cuando la redistribución hoy no se le acerca ni por asomo y cuando las patronales vuelven a descargar la crisis sobre los trabajadores.

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