logo PTS

Neuquén

TROTSKY

El “secreto comercial” y el control obrero sobre la industria

El capitalismo liberal basado en la concurrencia y la libertad de comercio se ha eclipsado en el pasado. El capitalismo monopolista que lo reemplazó, no solamente no ha reducido la anarquía del mercado, sino que, por el contrario, le ha dado un carácter particularmente convulsivo.

PTS Neuquén

24 de octubre 2008

El capitalismo liberal basado en la concurrencia y la libertad de comercio se ha eclipsado en el pasado. El capitalismo monopolista que lo reemplazó, no solamente no ha reducido la anarquía del mercado, sino que, por el contrario, le ha dado un carácter particularmente convulsivo. La necesidad de un “control” sobre la economía, de una “dirección” estatal, de una “planificación” es reconocida ahora - al menos verbalmente - por casi todas las corrientes del pensamiento burgués y pequeño-burgués, desde el fascismo hasta la social-democracia. Para el fascismo se trata sobre todo de un pillaje “planificado” del pueblo con fines militares. Los social-demócratas tratan de desagotar el océano de la anarquía con la cuchara de una “planificación” burocrática. Los ingenieros y los profesores tratan de convertirse en tecnócratas.

Los gobiernos democráticos tropiezan en sus tentativas tímidas de “reglamentación” con el sabotaje insuperable del gran capital. El verdadero nexo entre explotadores y “controladores” democráticos se revela en el hecho de que los señores “reformadores” poseídos de una santa emoción, se detienen en el umbral de los trusts con sus “secretos” industriales y comerciales. Aquí reina el principio de “no intervención”. Las cuentas entre el capital aislado y la sociedad constituyen un secreto del capitalismo: la sociedad no tiene nada que ver con ellas. El “secreto” comercial se justifica siempre, como en la época del capitalismo liberal, por los intereses de la “concurrencia”. En realidad los trusts no tienen secretos entre sí.

El secreto comercial de la época actual es un constante complot del capital monopolista contra la sociedad. Los proyectos de limitación del absolutismo de los “patrones de derecho divino” seguirán siendo lamentables farsas mientras los propietarios privados de los medios sociales de producción puedan ocultar a los productores y, a los consumidores la mecánica de la explotación, del pillaje y del engaño. La abolición del “secreto comercial” es el primer paso hacia un verdadero control de la industria. Los obreros no tienen menos derechos que los capitalistas a conocer los “secretos” de la empresa, de los trusts, de las ramas de las industrias, de toda la economía nacional en su conjunto. Los bancos, la industria pesada y los transportes centralizados deben ser los primeros sometidos a observación. Los primeros objetivos del control obrero consisten en aclarar cuales son las ganancias y gastos de la sociedad, empezando por la empresa aislada, determinar la verdadera parte del capitalismo aislado y de los capitalistas en conjunto en la renta nacional, desenmascarar las combinaciones de pasillo y las estafas de los bancos y de los trusts; revelar, en fin, ante la sociedad el derroche espantoso de trabajo humano que resulta de la anarquía del capitalismo y de la exclusiva persecución de la ganancia.

Ningún funcionario del estado burgués puede llevar a cabo esa tarea, cualesquiera que sean los poderes de que fuera investido. El mundo entero ha observado la impotencia del presidente Roosevelt y del presidente del consejo León Blum frente al complot de las “60” o de las “200” familias de sus respectivos países. Para quebrar la resistencia de los explotadores se requiere la presión del proletariado. Los comités de fábrica y solamente ellos pueden asegurar un verdadero control sobre la producción llamando en su ayuda como consejeros y no como tecnócratas a los especialistas honestos y afectos al pueblo: contadores, estadísticos, ingenieros, sabios, etc...

En particular la lucha contra la desocupación es inconcebible sin una amplia y atrevida organización de “grandes obras públicas”. Pero las grandes obras no pueden tener una importancia durable y progresiva, tanto para la sociedad como para los desocupados, si no forman parte de un plan general, trazado para un período de varios años. En el cuadro de un plan semejante los obreros reivindicarán la vuelta al trabajo, por cuenta de la sociedad, en las empresas privadas cerradas a causa de la crisis. El control obrero en tales casos sería sustituido por una administración directa por parte de los obreros. La elaboración de un plan económico, así sea el más elemental, desde el punto de vista de los intereses de los trabajadores y no de los explotadores, es inconcebible sin control obrero, sin que la mirada de los obreros penetre a través de los resortes aparentes y ocultos de la economía capitalista.

Los comités de las diversas empresas deben elegir, en reuniones oportunas, comités de trusts, de ramas de la industria, de regiones económicas, en fin, de toda la industria nacional, en conjunto. En esa forma, el control obrero pasará a ser la escuela de la economía planificada.

Por la experiencia del control, el proletariado se preparará para dirigir directamente la industria nacionalizada cuando la hora haya sonado.
A los capitalistas, especialmente aquellos de pequeña y mediana importancia que, a veces, proponen ellos mismos abrir sus libros de cuentas ante los obreros - sobre todo para demostrarles la necesidad de reducir los salarios - los obreros deberán responderles que lo que a ellos les interesa no es la contabilidad de los quebrados o de los semi-quebrados aislados, sino la contabilidad de todos los explotadores. Los obreros no pueden ni quieren adaptar su nivel de vida a los intereses de los capitalistas aislados convertidos en víctimas de su propio régimen. La tarea consiste en reconstruir todo el sistema de producción y de distribución sobre principios más racionales y más dignos. Si la abolición del secreto comercial es la condición necesaria de control obrero, ese control representa el primer paso en el camino de la dirección socialista de la economía.

Programa de Transición, 1938

Prensa

Virginia Rom 113103-4422

Elizabeth Lallana 113674-7357

Marcela Soler115470-9292

Temas relacionados: