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DEBATE

Toni Negri o la decadencia del autonomismo

Hace cinco años, pregunté a Toni Negri desde el público de una charla si él consideraba que se podía analizar la situación latinoamericana, en particular el proceso de lucha en Bolivia, utilizando su idea de una multitud que incluiría una multiplicidad de sujetos que se constituyen como tales en el momento del acontecimiento. Dado que los aymara llevan 500 años de lucha y los mineros casi un siglo, y ambos se reconocen con identidades muy marcadas, parecía más que dudoso. Su respuesta fue que no conocía el proceso boliviano, por lo que no podía responder.

Juan Dal Maso

10 de septiembre 2008

Hace cinco años, pregunté a Toni Negri desde el público de una charla si él consideraba que se podía analizar la situación latinoamericana, en particular el proceso de lucha en Bolivia, utilizando su idea de una multitud que incluiría una multiplicidad de sujetos que se constituyen como tales en el momento del acontecimiento. Dado que los aymara llevan 500 años de lucha y los mineros casi un siglo, y ambos se reconocen con identidades muy marcadas, parecía más que dudoso. Su respuesta fue que no conocía el proceso boliviano, por lo que no podía responder. La charla en la fábrica Grissinópoli terminó porque Negri tenía que asistir a una cena con el grupo Michelángelo, que incluía a varios funcionarios del gobierno de Néstor Kirchnner.

La entrevista publicada el domingo 07-09 en el suplemento Debates del diario Río Negro, muestra que Negri ahora sí opina sobre América Latina, aunque no haya avanzado gran cosa en su conocimiento de la realidad de nuestro subcontinente.

Las principales ideas expresadas por Negri son: que los gobiernos actuales son el resultado de la lucha de la gente por más democracia, que los países se hacen responsables de su situación sin culpar a EEUU, salvo Chávez que sin embargo no representa al conjunto de los presidentes "progresistas" y que en este contexto América Latina se iría constituyendo en un actor de peso en la realidad mundial junto con India, Rusia, China, la UE y EEUU. Nada muy distinto de lo que podrían decir Alfonsín o Duhalde…

La pregunta que queda después de repasar estos tópicos es la siguiente: ¿Dónde quedó el autonomismo de Negri? Intentaremos ensayar una respuesta al respecto.

Negri hizo furor en la Argentina en los días agitados posteriores al 19 y 20 de diciembre del 2001. La idea de una multitud sin predominancia de una subjetividad hegemónica coincidía con el espíritu del activismo de las asambleas barriales y con el sentido de la moda intelectual. Imperio y en menor medida, Gramática de la multitud, de Paolo Virno, se hicieron libros comentados en los más variados ámbitos.

Como cuestionamiento a la izquierda marxista, Negri defendía la construcción de espacios de autodeterminación por fuera de la lucha por el poder estatal, el "éxodo" era la única opción posible frente a un sistema que reformula los desafíos desde abajo y se reconvierte para neutralizarlos. Para no ser fagocitados por la perversa dialéctica de revolución y restauración, había que mantenerse al margen, evitar las mediaciones (la organización en partido) y las transiciones (la lucha por un Estado de nuevo tipo) y realizar el comunismo aquí y ahora. En su momento, el amigo Christian Castillo señaló que ese comunismo aquí y ahora se parecía mucho a la coexistencia con el capital, lo cual disgustaba sobremanera a los "negristas" locales.

El recambio de los gobiernos latinoamericanos por un lado y el unilateralismo yanqui por el otro, dejaron poco y nada del autonomismo de Negri, que pasó a recostarse sobre las alas "progresistas" de la política mundial, abandonando su retórica "comunista" y sus llamados a la organización desde las bases. Pero en este cambio hay, mal que le pese a algunos, una lógica continuidad. La negación de la lucha por el poder obrero y de la organización necesaria para dicha tarea, cuando los gobiernos hacían un culto desembozado de la represión y el neoliberalismo, podía parecer a algunos incautos una expresión de rechazo a toda forma de regimentación del movimiento social. Sin embargo, cuando el Estado, igualmente represor, se presentó con la máscara "progresista" (sin omitir importantes lazos de continuidad con el neoliberalismo), Negri abandonó a la "multitud" en aras de una nueva vieja subjetividad: El Estado como expresión del pueblo, categoría que Negri alguna vez denunció como un engaño para justificar la dominación burguesa. A su vez, el comunismo aquí y ahora dejó lugar al reclamo de más democracia en los marcos de dominación vigentes, ubicándose en cuanto a la denuncia del imperialismo yanqui claramante a la derecha de Chávez.

Aunque Negri aborrece la dialéctica, ha dado muestras de estar prisionero en una de las más elementales. Su pensamiento se ha negado a sí mismo. No resistió siquiera estos cinco años de recambios gubernamentales.

Demostró, en definitiva, que el autonomista no es otra cosa que un reformista que está a la espera del próximo "progresismo".

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