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Juventud

JÓVENES TRABAJADORAS

Voces que retumban en el galpón

Sandra tiene 23 años. Trabaja, junto a otras 200 jóvenes mujeres, en un galpón empaquetando accesorios de belleza femenina. Pero dentro de la fábrica nada es bello, sólo hay penurias y maltratos.

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11 de febrero 2010

Sandra tiene 23 años. Trabaja, junto a otras 200 jóvenes mujeres, en un galpón empaquetando accesorios de belleza femenina. Pero dentro de la fábrica nada es bello, sólo hay penurias y maltratos.

En verano las temperaturas superan los 40 grados y los desmayos son comunes. En invierno el frío es insostenible. Ahí dentro hay palomas que defecan sobre sus cabezas y en los sectores de armado de pedidos las pulgas no paran de picarlas. Nunca se deja de respirar polvo, y la alergia, la lumbalgia o la tendinitis es el precio que hay que pagar para ganar un salario que no supera los 1.700 pesos en jornadas de nueve horas y media.

Sandra escuchaba a sus compañeras. Están cansadas de esa vida. La mayoría son sostén de sus familias, acostumbradas como todas las jóvenes a los contratos basura.

Un día Sandra empezó hablar con cada una de ellas. De a poco sus compañeras empezaron a escucharla y a entender que debían defender sus derechos para dejar de ser esclavas. ¿Qué necesitaban para empezar? ¡Delegadas! Un grupo se puso al frente y empezaron a tener reuniones por fuera de la fábrica para organizarse. Coincidieron en que Sandra fuera una de sus delegadas. Elizabeth la acompañaría en esto. Ellas habían demostrado que no aceptarían beneficios, ni serían amigas del patrón ni acomodadas por el sindicato que está vendido a la empresa. Empezaron a organizar los sectores y así llegaron las elecciones.

Comenzaba una lucha que no era fácil. Los patrones y sus gerentes quisieron asustar a las chicas diciéndoles que corrían riesgo sus puestos de trabajo y hasta formaron una lista opositora con las supervisoras y trabajadoras que apoyaban su dictadura. Pero esto no les sirvió de nada. Hasta quienes parecían dudosas las apoyaron y ellas ganaron por más de la mitad de los votos.

El primer reclamo que realizaron fue un pedido siempre negado: aire acondicionado y calefacción. Una nueva respuesta negativa fue la que se les dio a las delegadas. Entonces, después de consultar en todos los turnos, pelearon por derecho a realizar asambleas dentro de la fábrica y la patronal no tuvo más opción que ceder.

Cuando se hizo la asamblea, apareció el gerente de recursos humanos. Puso excusas para fundamentar por que no podían poner el aire acondicionado, ocultando que en realidad no querían gastar un peso. Para él la solución pasaba por venir a trabajar con actitud positiva, como si eso sirviera para disminuir las temperaturas agobiantes del galpón. ¿Pero era posible que las trabajadoras sigan soportando esta situación? ¿Era justo que las madres y las que están embarazadas sigan sofocándose y, entre constantes desmayos, entregando su salud por la avaricia patronal? No. Por eso todas empezaron a replicar, una voz tras otra. La bronca creció y el gerente debió retirarse.

Terminada su parodia empezaba la asamblea real. Las delegadas pelearon para que la asamblea se realizada afuera del galpón y con el tiempo necesario, ya que la patronal al extenderse en su discurso les había robado su tiempo. Algunas tuvieron miedo y volvieron a sus puestos de trabajo. Pero las delegadas salieron con un grupo de compañeras para iniciarla. Bastó esta decisión para que otras comenzaran a salir y terminaron siendo la mayoría del turno.
Entonces en la asamblea surgió la propuesta de bloquear el portón si no recibían lo que pedían.

Pero Sandra y Elizabeth sugirieron: - si paramos tenemos que parar todas, y para que las contratadas no pierdan el trabajo, entonces tenemos que pelear por efectivización para ellas”. A esta propuesta un sector dijo que sí.

Se había dado un primer paso a la unión de las contratadas y las efectivas. Todo esto se ha logrado en sólo un mes.

¿Es posible que la juventud trabajadora se levante y empiece a organizarse para defender sus derechos? Es el rol que nos ha tocado ocupar ante tantas injusticias vividas día a día, donde las jóvenes trabajadoras son las más castigadas. Sólo por ser mujeres y madres son consideradas trabajadoras de segunda. Cada tres meses debemos salir todas las mañana a caminar agencia por agencia para conseguir un trabajo precario. Estas agencias no sólo nos tratan como su “mercancía”, sino también favorecen a las empresas teniéndonos hasta cuatro años contratadas. Juegan con la amenaza del despido para que nuestras voces sigan en silencio mientras nuestras manos trabajan rápidas y cansadas. No queremos seguir caminando mañana tras mañana, sufriendo explotación y sobreviviendo con nuestros salarios de miseria mientras otros se hacen ricos.

Por eso este es un ejemplo de lo que podemos lograr las trabajadoras si nos organizamos. Empecemos a hacerlo ahora. ¡Ni una fábrica sin delegados!

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