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Unificar la fuerza obrera para atacar la ganancia capitalista

Los debates por el canje y el uso de las reservas, por el impuesto al cheque o el valor del dólar, llenan las tapas de los diarios. Los distintos sectores empresarios ven una oportunidad de negocios, confirmada en estos primeros meses con el repunte de sectores clave como el automotriz y la siderurgia, la agroindustria o las finanzas.

Lucho Aguilar

15 de abril 2010

Unificar la fuerza obrera para atacar la ganancia capitalista

Los debates por el canje y el uso de las reservas, por el impuesto al cheque o el valor del dólar, llenan las tapas de los diarios. Los distintos sectores empresarios ven una oportunidad de negocios, confirmada en estos primeros meses con el repunte de sectores clave como el automotriz y la siderurgia, la agroindustria o las finanzas. La discusión sobre el reparto de la torta, obscena ante los millones que no llegan a fin de mes, se da en medio de las paritarias.

La burocracia sindical amaga con dar números, dice que los empresarios son responsables de los aumentos de precios, pero nadie cuestiona un esquema donde los salarios siguen perdiendo no solo ante la inflación, sino ante el aumento sostenido de las ganancias empresarias.

Salarios versus ganancias

Los obreros de Fel Fort dicen con bronca: “El huevo de Pascua que el año pasado costaba $11 está a $36 y los salarios siguen estancados. Ricardo Fort paga anillos de 800 dólares, gasta 4 mil dólares en una noche, a costa de nuestro trabajo”. Los aceiteros de Rosario la explican clarito. “Cargill factura 8 mil millones de pesos anuales y sólo destinan menos del 1 % de esa facturación al costo laboral. Tenemos al 70 % del personal tercerizado”.

Las discusiones se vienen dando en cientos de lugares de trabajo. Con la recuperación económica, los trabajadores producimos cada vez más toneladas de chocolates, de autos o cereales, y ni siquiera hemos podido recuperar el salario real –el poder adquisitivo– que teníamos antes de la crisis de 2001.

Pero como planteaba Marx: “ni el salario nominal (…) ni el salario real (…)agotan las relaciones que encierra el salario. El salario se halla determinado, además y sobre todo, por su relación con la ganancia, con el beneficio obtenido por el capitalista: es un salario relativo, proporcional (…) Puede ser que el salario real continúe siendo el mismo e incluso aumente, y no obstante disminuya el salario relativo”1.

Y con el “modelo” de los Kirchner, no solo el salario real esta por detrás del existente antes de la devaluación, sino que ha venido cayendo, todavía más, en relación al aumento de las ganancias empresarias. Cada vez los patrones se quedan con una porción más grande de la riqueza generada por los trabajadores.

Como denuncia el trabajo “El salario relativo en la Argentina de la devaluación”, “si se considera el acumulado de rentabilidad de las 500 principales empresas para todo el período 2000-2006, el salario relativo ha disminuido comparado con el acumulado de un período que registró años de fuerte crecimiento económico y similar en cantidad de años, tal como el que va entre los años 1993-1999”2. El estudio demuestra además que la tasa de explotación arrojó un promedio de 69% durante el período de Menem, pero de 130 % en el período kirchnerista.

La consecuencia más evidente de esta tendencia es un empobrecimiento de la clase trabajadora en relación a los capitalistas. Para tomar un elemento, el de la ‘distribución de la torta’, hoy la clase obrera se queda con el 28 % de la riqueza producida en el país, menos que durante el menemismo, y mucho menos que el 50 % que se quedaba en 1975, antes del golpe militar. El salario, pese a los aumentos, está en uno de sus puntos históricos más bajos con respecto al producto y las ganancias.

Como festeja La Nación, “en 2009 hubo más ganancias a pesar de la crisis: de acuerdo con el Instituto Argentino de Mercado de Capitales (IAMC), las ganancias de las empresas que cotizan en Bolsa crecieron en un 51,7% con respecto a 2008. Del informe, que contempla los balances de 53 de las principales compañías del país, se desprende que los diversos sectores sumaron utilidades por $ 7300 millones”. Buena parte de estas empresas son multinacionales a las que Cristina les habló en el discurso en la Cámara de comercio de EE.UU.

Las ventajas que el actual esquema económico le proporciona a las patronales han sido conseguidas, en buena medida, gracias a la división de la clase trabajadora. Consumada en la década del 90, esta ha permitido la existencia de trabajadores efectivos, contratados, en negro y desocupados, divisiones utilizadas para abaratar el valor de la fuerza de trabajo.

Las direcciones sindicales de la CGT y la CTA aceptan como “natural” este esquema del que han sido cómplices, firmando cientos de convenios que permitieron la precarización y la flexibilización laboral. Hoy, a lo sumo, presionarán por unos puntos más en las negociaciones paritarias.

El sindicalismo de base

A diferencia de la burocracia sindical, hay otros sectores que han venido mostrando otra perspectiva para la clase trabajadora. Las grandes fábricas de la alimentación, Kraft, Pepsico y Stani, que involucran a casi 5000 trabajadores de la zona norte del Gran Buenos Aires, se han convertido en un punto de referencia para todo el gremio, plantando bandera contra la dirigencia de Daer.
En el gremio metalúrgico, envuelto también en el proceso paritario, el descontento en la base obrera aumenta. En el plenario de delegados de Quilmes, la propuesta del Secretariado fue rechazada y se votó una exigencia de aumento del 40%.

En la Capital, los trabajadores del subte retomaron el plan de lucha con la apertura de molinetes, y discuten la realización de paros si no obtienen respuesta. La pulseada contra UTA, Metrovías y el Ministerio de Trabajo de los Kirchner, por el reconocimiento de su nuevo sindicato basado en el cuerpo de delegados de base, se ha reabierto.

En Tucumán, varias rutas fueron cortadas por los cosecheros y embaladores del citrus pertenecientes a la UATRE, cuyo dirigente Gerónimo Venegas es un “amigazo” de las patronales agrarias, que ahora reclaman por la devaluación. Allí, la patronal gana fortunas a costa del trabajo en negro e infantil, y encima pretende otorgar aumentos en cuotas por debajo del 30%. Pero los trabajadores le hicieron frente a los dirigentes obligándolos a tomar medidas de fuerza, impulsados por la organización democrática y combativa de la fábrica Citrusvil.

Estos ejemplos destacan el surgimiento de nuevos actores, y la fuerza que va tomando la organización de base, las comisiones internas y los nuevos delegados. Se retoma así una tradición histórica del movimiento obrero, que con organizaciones de este tipo supo ponerle freno a la prepotencia patronal, un límite a la ganancia capitalista. Este proceso tiene condiciones para desarrollarse, asentado en el extendido repudio y la bronca hacia las direcciones sindicales.

Hay que fortalecer estas organizaciones y extenderlas a todo el movimiento obrero, y sobre esa base pelear por corrientes clasistas al interior de los sindicatos. Las paritarias son un terreno propicio. Como dicen los clasistas de Kraft, eligiendo delegados paritarios en la base, votando los reclamos en asamblea para romper los topes que quieren imponer los empresarios y la burocracia sindical. Pero sobre todo, la elección de delegados y la recuperación de las comisiones internas de manos de la burocracia, abre un camino para empezar a dar una respuesta al gran problema que afecta hoy a la clase trabajadora, su fragmentación. Para conquistar organizaciones que representen a todos los trabajadores en cada fábrica y establecimiento laboral, que unan a todos los trabajadores, efectivos, contratados, en blanco o en negro. Para poder luchar en serio por las reivindicaciones de todos. Más salarios para cubrir la canasta familiar. Trabajar menos: no más de 8 horas y 40 horas semanales. Trabajar todos: en blanco y sin ningún desocupado.

Son las banderas de lucha, en este nuevo aniversario del 1° de Mayo.


La tradición de las comisiones internas y los cuerpos de delegados

La tradición obrera argentina recoge, en sus mejores momentos de lucha, el protagonismo de las comisiones internas y los delegados por sección. Desde su surgimiento, a mediados de los años 40, estas organizaciones enfrentaron una persistente oposición patronal y de la burocracia sindical. Los empresarios sabían que su existencia significaba el fin del control unilateral que ejercían sobre la vida de los trabajadores en la empresa. Y los burócratas, que estas organizaciones atentaban contra su propia subsistencia.

Esta poderosa organización de ba se fue una conquista de la clase obrera, y el núcleo organizador de su cohesión y fuerza social. Bajo el gobierno de Perón, después de su caída y durante toda la década del 70, pusieron en cuestión los ritmos de trabajo y las condiciones de la jornada de trabajo, imposibilitando en gran medida el aumento de la explotación y poniéndole límites a la ganancia capitalista.

En la primera mitad de 1954 se produce un formidable movimiento huelguístico que involucra sobre todo a la clase obrera de la gran industria. Las comisiones internas, los cuerpos de delegados, las llamadas “comisiones unitarias de lucha” se animan a decirle a los empresarios y al gobierno de Perón, en el marco de la negociación de los convenios por rama, que los trabajadores no están dispuestos a aceptar la productividad.

En los ’70, durante el ascenso obrero iniciado con el Cordobazo, las comisiones internas cobran un renovado papel. Justamente este año se conmemora el 40° aniversario del surgimiento de los sindicatos clasistas de Córdoba, el Sitrac-Sitram constituido a partir de la recuperación de las comisiones internas de Fiat Concord y Fiat Materfer. “La política de SiTraC estaba basada en la conciencia de que la clase trabajadora es la única que produce toda la riqueza de la sociedad. Que esta sociedad en que vivimos es injusta, porque se basa en la explotación del hombre por el hombre, y de los pueblos por los monopolios imperialistas internacionales(…). La terminación de la injusticia y la liberación de los trabajadores será obra de los trabajadores mismos (…) desde el sindicato tenemos que luchar a la vez contra: las patronales explotadoras, la dictadura entreguista y asesina, los traidores encaramados en el movimiento sindical”.

En 1974, otras comisiones internas, esta vez desde la combativa Villa Constitución, se hacen oír contra la poderosa UOM de Lorenzo Miguel. Las fábricas metalúrgicas Acindar, Marathon y Metcon protagonizan un proceso de lucha a partir de la recuperación de la seccional Villa Constitución. La lucha incluye la huelga, las asambleas, la toma de fábrica, los piquetes y el fondo de huelga que involucra a otros gremios y a la comunidad.

Luego de la muerte de Perón y en medio de la crisis del gobierno de Isabel, los trabajadores organizados en las Coordinadoras Interfabriles inician un proceso de movilización que culmina en una huelga general en los días 7 y 8 de julio de 1975, la primer huelga general contra un gobierno peronista. Cerca de 150 comisiones internas de fábricas grandes, medianas y pequeñas se reúnen en estas coordinadoras zonales.

Estos ejemplos de autoorganización obrera se vuelven fundamentales para encarar el presente. Para recuperar la unidad de las filas de la clase trabajadora. Para pelear en el interior de los sindicatos contra la burocracia sindical y para abrir un camino de lucha contra la patronal.

Junto a la pelea por el salario, que incluye la necesidad de incluir en todos los convenios una cláusula gatillo de ajuste automático de acuerdo al aumento de los precios, partiendo de un sueldo equivalente al costo de la canasta familiar, hay que luchar por una semana laboral de no más de 40 horas. No más de 8 horas de trabajo. Todos podemos trabajar repartiendo el trabajo existente entre todas las manos disponibles para incorporar a todos los desocupados a la producción. Efectivización de todos los trabajadores contratados. Anulación de todas las leyes y convenios flexibilizadores que subsisten desde los ’90.

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