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Internacionales

Guerra imperialista

Una estrategia internacionalista contra la campaña guerrerista

28 de noviembre 2001

Del pacifismo al antiimperialismo

Los avances logrados por el imperialismo en esta "primera fase" de su ofensiva militar fueron posibles no sólo por el apoyo de la UE y potencias como Rusia y China, sino también gracias al alineamiento de las direcciones mayoritarias del movimiento de masas, encargadas de garantizar el orden en el "frente interno".
Las burocracias sindicales como la AFL-CIO norteamericana o la TUC británica, se han alineado con la campaña guerrerista y chovinista de sus jefes imperialistas. Del mismo modo, los partidos "reformistas" europeos y sus jefes de gobierno, como Jospin, Schroeder y el Partido Verde alemán, han demostrado, como durante la guerra de la OTAN en el Kosovo, que su "pacifismo" de los 70 está bien enterrado y se ha transformado en guerrerismo imperialista.
Sin embargo, y a pesar del poco tiempo transcurrido desde el inicio de la campaña "Libertad Duradera", en estos países comenzó a desarrollarse un importante movimiento antiguerra, que protagonizó movilizaciones masivas en Londres, Alemania e Italia y en menor medida en España y Francia. Incluso en Estados Unidos, donde el gobierno de Bush logró imponer hasta ahora una unidad nacional reaccionaria, se empezó a desarrollar un movimiento incipiente.
Por haber surgido a pesar de las direcciones reformistas y burocráticas, el movimiento antiguerra en Gran Bretaña, constituye un primer paso progresivo, que incluye la participación de sectores de trabajadores organizados en sindicatos como UNISON, TGWU entre otros. Sin embargo, sus direcciones reformistas y pacifistas, que se han pronunciado, por ejemplo, por una "lucha legal contra el terrorismo" dirigida por la "comunidad internacional" y las Naciones Unidas, o que tiene como estrategia la movilización pacífica, sin afectar ningún centro neurálgico del poder imperialista, se han revelado impotentes para derrotar la "primera fase" de la guerra en Afganistán.
El desarrollo de un movimiento efectivo contra la guerra imperialista debe partir de sostener incondicionalmente la defensa de la nación oprimida y la derrota del propio imperialismo. Debe transformar el repudio que generan las acciones militares de las potencias más ricas de la tierra, con su tecnología militar de avanzada, sus bombardeos desde las alturas, contra países pobres y miserables, sojuzgados por su dominio, en un verdadero boicot a la maquinaria militar. Las marchas masivas por los centros de las ciudades son importantes pero insuficientes a estos fines. Los revolucionarios debemos agitar y propagandizar, aunque al principio seamos una pequeña minoría, la necesidad de rodear las bases desde donde parten los portaviones, las tropas, las municiones y los pertrechos. Más aún, la clase obrera y la juventud antiimperialista y anticapitalista deben prepararse para detener con huelgas, boicot, tomas, etc., la producción de las fábricas militares y desorganizar el abastecimiento de los ejércitos imperialistas.
La participación de sindicatos regionales en el movimiento antiguerra británico puede transformarse en un punto de apoyo para desarrollar esta perspectiva, como parte de una estrategia antimperialista y anticapitalista, que apele a los métodos más contundentes de movilización contra sus propios gobiernos. Una estrategia que parta de enfrentar la guerra imperialista para derrotar al causante de las guerras y las miserias de las masas en todo el mundo: el sistema capitalista imperialista mismo.


Internacionalismo

En los países semicoloniales, las direcciones "tercermundistas", populistas o teocráticas son a su vez un obstáculo no sólo para desarrollar el potencial revolucionario de la clase obrera y las masas explotadas de sus países sino que impiden forjar la unidad necesaria entre los pueblos de estas naciones y sus hermanos de clase en las principales potencias, igualando a los trabajadores con sus gobiernos imperialistas. La política del régimen talibán ante el actual conflicto ha sido una clara muestra de esto. El llamado a la Yihad, guerra santa, y su división del mundo entre fieles e infieles, es una perspectiva que no puede desatar la simpatía del conjunto de las masas oprimidas y explotadas y unificar su movilización contra el dominio imperialista. Los marxistas revolucionarios, a la vez que nos ubicamos incondicionalmente en el campo militar de la nación oprimida, en este caso Afganistán, no damos el más mínimo apoyo político a las direcciones reaccionarias que circunstancialmente están enfrentadas al imperialismo, y desarrollamos un programa para que en el curso de la guerra, las masas de trabajadores y campesinos, con una política independiente, tomen la dirección del combate antimperialista y conquisten el poder. Este programa debe plantear que, para triunfar contra la agresión militar, es necesario tomar medidas como expropiar a los terratenientes, repartir la tierra entre los campesinos pobres, confiscar las empresas imperialistas para ponerlas a funcionar bajo administración directa de los trabajadores, y entregar armas a los trabajadores y al pueblo. Sólo así podrán prepararse las condiciones para la victoria.
Ante la ofensiva guerrera del imperialismo es imperioso unir a la clase obrera, los jóvenes y los estudiantes de los países centrales con los trabajadores, los campesinos, los jóvenes y los oprimidos de los países semicoloniales, porque sólo poniendo en movimiento esa fuerza de millones se podrá derrotar a los gobiernos imperialistas, que hoy atacan militarmente a Afganistán o Irak y que junto con ello no dudan en descargar la crisis de sus corporaciones en las espaldas de sus trabajadores, destruyendo centenares de miles de puestos de trabajo, persiguiendo a inmigrantes acusándolos de "terroristas", y reforzando la opresión sobre los países semicoloniales.
La única clase social capaz de levantar una perspectiva internacionalista, antimperialista y revolucionaria es la clase trabajadora. Ella es la fuerza social más poderosa a nivel mundial que puede dirigir la lucha por liquidar las bases del sistema capitalista imperialista, es decir, el control de la economía mundial por un puñado de monopolios y estados imperialistas que hunden en la miseria a continentes enteros, exacerbando el racismo y provocando la guerra y la barbarie.
Las direcciones actuales de la clase trabajadora y de las masas oprimidas son enemigas de esta perspectiva. Por eso, para derrotar al imperialismo es necesario poner en pie partidos revolucionarios de la clase obrera y avanzar en la reconstrucción del Partido Mundial de la Revolución Social. La declaración frente a la guerra imperialista que al comienzo de los bombardeos firmamos entre la Fracción Trotskista - Estrategia Internacional y la LICR plantea una perspectiva estratégica y un programa de acción para orientar la acción de los revolucionarios ante la ofensiva guerrera del imperialismo.

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