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Hacia el IX Congreso del PTS

Una delimitación por los fundamentos revolucionarios de nuestra organización

9 de marzo 2006


Desde la fundación del PTS hicimos grandes esfuerzos por ser rigurosos en clarificar los fundamentos teóricos y programáticos necesarios para construir un partido de trabajadores socialista revolucionario e internacionalista, analizando críticamente no sólo nuestro propio pasado en la corriente “morenista”1 sino las lecciones de las principales experiencias de la clase obrera internacional a lo largo del siglo XX. Huimos como de la peste de la construcción de una organización “politiquera” que discute centralmente cómo participar de tal o cual elección (nacionales, estudiantiles o sindicales), como el PO o las dos fracciones del MST (que difieren en casi todo pero siguen “unidas”), o que se limitan a criticar aspectos parciales de sus “competidores” (como muchos pequeños grupos). Incluso aunque es notorio nuestro compromiso con las luchas, tampoco queremos ser una organización “sindicalista combativa” que no se preocupe por inscribir cada lucha parcial en la perspectiva general de terminar con la sociedad capitalista de explotación del hombre por el hombre, y donde sus dirigentes y militantes sean parte de la imprescindible batalla política e ideológica por el conjunto de problemas que encierra la lucha por la revolución obrera y socialista. Por esto, retomando las mejores enseñanzas de los grandes dirigentes marxistas revolucionarios (ver aparte), creemos esencial compartir con todos los que integran nuestra organización, fundamentos teórico-políticos comunes a partir de los cuales desarrollar nuestros debates y luchas, más aún en momentos de fragmentación (y degeneración de muchas) de las corrientes que se reclaman marxistas revolucionarias.
En los debates hacia nuestro IX Congreso emergió una discusión sobre este aspecto que llevó a un grupo de compañeros, fundamentalmente de Mendoza, a abandonar nuestra organización.

"Sin teoría revolucionaria no puede haber tampoco movimiento revolucionario”2

Luego de nacer de las entrañas del viejo MAS en 1988, y de atravesar los tumultuosos años 1989-91, los que formamos el PTS y la Fracción Trotskista por la Cuarta Internacional, además de actuar en la lucha de clases, realizamos un balance del “legado teórico de Nahuel Moreno”, fundamentalmente respecto a la teoría de la “revolución democrática”3 y sus consecuencias políticas y programáticas, y la revisión del Programa de Transición, en particular el abandono de la “estrategia soviética”4 .
Desarrollaremos aquí brevemente (lo cual implica cierta simplificación) estas cuestiones que son fundamentales en nuestra ruptura con el morenismo, que quienes acaban de irse del PTS se negaban a reconocer. 
Moreno revisó5 la Teoría de la Revolución Permanente, formulada por León Trotsky a partir de las experiencias revolucionarias de Rusia (1917) y China (1925-27) fundamentalmente6 , planteando que era posible una “revolución democrática triunfante” en el régimen político de un país que no afectara sus bases sociales. Para sostener esto, separaba la lucha por las demandas democráticas formales (libertad de organización y de prensa, sufragio universal, etc.), reforzada por la tendencia de los regímenes políticos en la época imperialista a actuar en forma cada vez más antidemocrática (incluso con sangrientas dictaduras militares), de la lucha por las demandas democráticas estructurales (emancipación del yugo imperialista, la cuestión de la tierra, y la relación entre el campo y la ciudad, etc.), planteando que la resolución de las primeras constituía una “revolución democrática triunfante” en los marcos del estado burgués, aunque no se terminara con la dominación imperialista ni con la propiedad terrateniente y la resolución del problema agrario, para lo cual es necesaria la revolución obrera y socialista (esta es la esencia de la revolución permanente).
Consecuente con esto, despedazaba el Programa de Transición, profundizando su aplicación centrista que ya venía de antes, y sostenía que no era necesario que la clase obrera se convirtiera en clase dirigente “del tránsito de la revolución democrática a la revolución socialista”, ni que existiera un partido revolucionario a su frente7 . Así, Moreno sostuvo que la caída de la dictadura militar en Argentina en 1982 había significado una “revolución democrática triunfante” aunque el gobierno de Alfonsín fuera proimperialista (carácter reforzado por la derrota nacional en la Guerra de Malvinas frente al imperialismo británico) y burgués hasta los tuétanos, incluso buscando salvar con el “Juicio a las Juntas” al conjunto de las Fuerzas Armadas genocidas. Siguiendo esta lógica política, en el proceso de revolución política en Alemania (la caída del Muro de Berlín, en 1989), los dirigentes de la corriente morenista plantearon como eje de su programa “reunificación ya” de las dos Alemanias, sin importar si se producía bajo dirección obrera o bajo dirección imperialista, como finalmente ocurrió, con desastrosas consecuencias para los trabajadores del Este. En la actualidad, corrientes morenistas como las dos fracciones del MST consideran que las jornadas revolucionarias de diciembre del 2001 en Argentina fueron “la revolución de las cacerolas”, o el PSTU de Brasil considera una “revolución democrática triunfante” la caída de Sánchez de Losada en Bolivia en el 2003, aunque su sucesor haya sido el vicepresidente Mesa y siguieran las mismas instituciones sino incluso, hasta hace poco, los mismos legisladores de los viejos partidos.
Como se ve, esta revisión llevó a un embellecimiento y adaptación a los regímenes democrático burgueses que el imperialismo utilizó para perpetuar su dominio, en las más variadas circunstancias y países.
Como parte del conjunto de su práctica política, incluso en el PST de los "70 que también tuvo una práctica centrista pero mucho más de izquierda que el MAS de los "80, Moreno prácticamente abandonó la lucha consecuente por la construcción de organismos de autoorganización democrática de los trabajadores y el pueblo pobre, que sean la base del doble poder y la futura república obrera y socialista (que Marx llamó la dictadura del proletariado), como fueron los “soviets” (concejos) en Rusia y como surgieron en decenas de procesos revolucionarios. Moreno, y mucho más sus “continuadores”, se adaptaban así a las organizaciones “de tiempos de paz” de los trabajadores como los sindicatos (sin luchar por transformarlos en sindicatos revolucionarios) y al parlamentarismo, construyéndose como partidos de izquierda dentro del régimen burgués.
Los que formamos el PTS y la FT-CI fuimos también serios y críticos con las demás corrientes que componen el movimiento trotskista internacional, de las cuales, incluido el morenismo, hemos reivindicado muchas cuestiones parciales (que llamamos “hilos de continuidad”) pero que, de conjunto, creemos que no han pasado la prueba de los principales eventos de lucha de la clase obrera internacional en la posguerra, y por esto no las consideramos consecuentemente revolucionarias.
Nosotros nos preocupamos por llevar a la práctica nuestras concepciones teóricas, para ponerlas bajo la prueba de la realidad, aunque aún no hemos tenido que enfrentar revoluciones y contrarrevoluciones. Fuimos abanderados de la lucha por las demandas democráticas pero denunciando implacablemente su expropiación por parte del régimen democrático burgués. Actuamos en el movimiento obrero, al interior de los sindicatos existentes (cuando todos se iban a organizar sus vistosas colaterales “piqueteras”), pero siempre peleando por la coordinación con otros sectores obreros y populares en lucha contra el gobierno, el régimen y el sistema, de acuerdo a cada momento de la lucha de clases. Fuimos parte del movimiento estudiantil pero defendiendo el marxismo revolucionario en los momentos de mayor reacción ideológica (la década del ’90) y construyendo una corriente pro-obrera y antiburocrática, no adaptada al régimen universitario y sus prebendas. Nacimos como internacionalistas militantes, en contra de la dirección del MAS que a fines de los ’80 decía que la Argentina era “el faro que iluminará a los explotados del mundo” y negaba la importancia de los procesos revolucionarios contra las burocracias stalinistas y maoístas que comenzaban en Europa del Este, la URSS y China, mientras se aliaba al PC en Izquierda Unida para meter a Zamora diputado.
Los compañeros que abandonaron el PTS lo hicieron por considerar que todo esto no significó una ruptura con el morenismo, sin aportar un solo ejemplo de la lucha de clases que sustentara semejante negación de toda nuestra trayectoria política revolucionaria. Como dijimos en nuestro primer comunicado público: “Luego de un año de discusiones surgidas alrededor de la intervención en un conflicto universitario del 2004, los compañeros fueron ‘radicalizando’ sus posiciones hasta llegar a negar el conjunto de nuestro bagaje teórico y político. Frente a los documentos presentados por el Comité Central para la discusión del IX Congreso de nuestra organización, los compañeros se negaron a discutirlos y se habían comprometido a elaborar sus ‘acuerdos y diferencias’. Lejos de cumplir este compromiso, desarrollaron hasta tal punto sus diferencias, que rechazaron los fundamentos marxistas revolucionarios históricamente reconocidos por todos nuestros dirigentes y militantes, impactados por los nuevos gobiernos populistas burgueses latinoamericanos. Los compañeros han llegado a negar que el punto de vista decisivo para el análisis y la elaboración de la política es la lucha de clases entre burguesía (nacional y extranjera) y proletariado, y reivindican como contradicción principal la relación entre naciones semicoloniales e imperialismo (cuestión que obviamente el marxismo integra pero como elemento subordinado...), cediendo a posiciones semi-maoístas8 , o del tipo de un Samir Amín”. Esta concepción, expresada en su documento y criticada correctamente en una carta de Eduardo Molina desde Bolivia, creemos que es uno de los motivos por el que desechan nuestra crítica a la revisión que hizo Moreno de la Teoría de la Revolución Permanente, despistados ante los nuevos gobiernos latinoamericanos con discurso nacionalista.
A su vez, al rechazar nuestras elaboraciones sobre la “estrategia soviética”, ceden al sindicalismo desconociendo nuestros aportes en la lucha de clases. Por último, rechazan nuestro combate contra el “nacional-trotskismo” porque no les interesa el internacionalismo militante, como se expresó en el desprecio hacia las organizaciones integrantes de la FT-CI, entre quienes no lograron ni siquiera un apoyo individual. Por todo esto, en la última reunión de dirección a la que asistieron no aceptaron acordar fundamentos comunes revolucionarios mínimos a partir de los cuales desarrollar el debate, y se retiraron.
Semejante actitud antimarxista frente a la organización de la cual se consideraban parte, los llevó a utilizar, posteriormente a su ruptura, métodos también ajenos a la tradición revolucionaria, mezclando de formar irresponsable discusiones políticas con acusaciones morales que nunca antes habían siquiera insinuado (la típica amalgama que utilizaba el stalinismo) planteadas además en forma intrigante y calumniosa.

La delimitación principista fortalece

El conjunto de los organismos de base del PTS, en todas las regiones y provincias, ha recibido toda la documentación en cuestión y se ha pronunciado rechazando la negativa a establecer bases principistas de discusión teóricas y políticas, y repudiando las calumnias e intrigas. Incluso, como anunciamos en nuestra página web “los compañeros y compañeras de la vanguardia obrera y popular y de la izquierda que quieran conocer el conjunto de los documentos, incluso el de los compañeros que se retiraron del partido, podrán leerlos en una sala de nuestro local central de la calle Rioja n° 853, en versiones donde solamente estarán omitidos aquellos datos que puedan comprometer la seguridad de nuestra organización o de alguno de nuestros militantes”.
Esta discusión y delimitación alrededor de los fundamentos revolucionarios y los métodos, a pesar de la ruptura de los compañeros, ha fortalecido al PTS ya que, al transformarse desde el 2001 en una organización crecientemente proletaria, se enfrenta a amplias oportunidades en el movimiento obrero que significarán, sin embargo, mayores presiones sindicalistas y reformistas (o el sectarismo de negarse a pelear en el “movimiento real”). La comprensión de los fundamentos marxistas de nuestra organización es esencial para enfrentar los nuevos desafíos, y hacer más efectiva la lucha política e ideológica. Entre otras medidas, nuestro próximo IX Congreso discutirá la publicación de un periódico semanal, con denuncias obreras, que se transforme en la verdadera voz de los trabajadores en lucha y para formar una fracción marxista revolucionaria en nuestra clase, en vistas a sacar un diario obrero. La agitación y difusión de nuestras ideas las seguiremos expresando, también, en el programa radial semanal “Pateando el Tablero”. Al mismo tiempo continuaremos nuestra batalla por la difusión del marxismo revolucionario desde el Instituto del Pensamiento Socialista “Karl Marx”, y la publicación sistemática de nuestras elaboraciones teóricas, como las revistas Lucha de Clases y Estrategia Internacional y la reedición de las obras clásicas de nuestra tradición por parte del Centro de Estudios, Investigaciones y Publicaciones «León Trotsky».
Todo esto lo haremos siendo ahora más conscientes de la necesidad de contar con dirigentes, cuadros y militantes más sólidos teóricamente, para ser más creativos frente a los nuevos fenómenos a los que tiene que responder el marxismo, y más serios en su actividad política, para ser más audaces en construir el ala revolucionaria de la recomposición de la clase obrera.

1 Nahuel Moreno (1924-1987) fue el principal dirigente de la corriente que se reivindicaba trotskista, a nivel nacional e internacional (sobre todo latinomericano), cuyos principales partidos fueron el PST en la década los ’70, y el MAS en los ’80.
2 “Sin teoría revolucionaria tampoco puede haber movimiento revolucionario. Jamás se insistirá bastante sobre esta idea en unos momentos en que a la prédica de moda del oportunismo se une la afición a las formas más estrechas de la actividad práctica”. V.I. Lenin, Qué Hacer, 1902.
3 Luego de dos años de debate, este balance se plasmó en el artículo de Manolo Romano “Polémica con la LIT y el legado teórico de Nahuel Moreno”, Estrategia Internacional n° 3, 1993.
4 Esta cuestión ya estaba señalada en el artículo antes citado, pero la desarrollamos hasta el final en “La estrategia soviética en la lucha por la república obrera”, de E. Albamonte y F. Lizarrague, Estrategia Internacional n° 4/5, 1995.
5 El marxismo, como corriente del movimiento obrero que actúa sobre bases científicas, siempre está sometido a “revisiones” ante grandes hechos de la lucha de clases. Ante el surgimiento del imperialismo, a fines del siglo XIX y comienzos del XX, Lenin desarrolló una interpretación teórica revolucionaria, mientras, anteriormente, el alemán Bernstein creó una corriente “revisionista” reformista que será la base de la adaptación de la socialdemocracia a los regímenes imperialistas.
6 El derrotero teórico de León Trotsky puede leerse en la compilación de textos “Teoría de la Revolución Permanente” publicado por el CEIP (disponible en librerías y en la sede del IPS y locales del PTS).
7 Transformaba así en norma programática lo ocurrido en las revoluciones de posguerra donde direcciones pequeño-burguesas y/o stalinistas (Mao, Castro, Tito, etc.) tomaron el poder y expropiaron a la burguesía pero construyeron estados obreros burocráticamente deformados. Generalizando, esto es lo que llamamos “una dirección cualquiera para una revolución cualquiera”.
8 Decimos “semi-maoístas” no en términos generales sino para señalar la similitud concreta con la concepción de Mao Tse Tung que planteaba que la “contradicción principal” era entre nación e imperialismo, y la “contradicción secundaria” entre burguesía y proletariado.

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