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Una comparación vergonzosa

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26 de junio 2008

Las declaraciones del dirigente de la Federación Agraria, Eduardo Buzzi, definiendo a la protesta agraria actual como un “nuevo grito de Alcorta” es falsa, además de ser una vergüenza. Es el tipo de declaración que le viene como anillo al dedo a algunos partidos de izquierda (PCR, MST, Izquierda Socialista, entre otros) que justifican el apoyo al “campo” por la vía de los reclamos de los pequeños y medianos productores, específicamente los agrupados en la Federación Agraria y los “autoconvocados”. Desde su punto de vista la “tónica de la lucha” estaría dada por estos sectores -cuyos intereses dicen- son contrarios a los de los “grandes” propietarios.

¿Qué puede tener en común un movimiento donde en su “mesa” dirigente confluyen la Sociedad Rural, la CRA y la Federación Agraria, es decir, los grandes dueños de la tierra junto a los poderosos ganaderos de la Pampa Húmeda (la CARBAP forma parte de la CRA) y los pequeños y medianos productores (que responden a la FAA o a los “autoconvocados”), con el Grito de Alcorta? Es sabido que la rebelión de 1912 supo reunir contra los terratenientes a los chacareros pobres, muchos de ellos inmigrantes sin tierra, que protestaban por el elevado precio del arrendamiento (ver artículo). Justamente esa misma clase terrateniente, que fue blanco del odio de los chacareros, es la que hoy la Federación Agraria abraza levantando su programa liberal de anulación de las retenciones móviles.

En la historia de nuestro país, una y otra vez, los chacareros pobres supieron dar movimientos de lucha. Antes y durante el primer gobierno de Perón, también reclamaban contra el precio del alquiler de la tierra. En los ‘70 las Ligas Agrarias concitaron el apoyo de pequeños y medianos agricultores debido a los padecimientos provocados por el gran azote económico de ese entonces y la caída de los precios de la producción. Uno de los reclamos afirmaba la posesión legal de las tierras y la lucha contra las expulsiones que pretendían las empresas imperialistas y los terratenientes, y que finalmente efectivizaron mediante la dictadura a partir de 1976 repartiendo dichos territorios entre los grandes latifundistas.

Era justo en todos los ejemplos históricos nombrados -más allá de las diferencias políticas que podamos tener con las organizaciones que dirigieron estos procesos- que la izquierda y los trabajadores los apoyaran ya que tendían en su lucha a enfrentar a un enemigo de clase común y a unir a los chacareros empobrecidos con los intereses de la clase obrera. Si en esas ‘huelgas agrarias’, los cortes de rutas y el cese de la entrega de granos fueron para enfrentar a los terratenientes, en el 2008 los piquetes y la no comercialización fueron para sostener un lockout patronal con la misma Sociedad Rural. ¿Hay algo más revelador que la confesión de Alfredo de Angeli resumiendo la “mística” del movimiento agrario de estos días: “lo que nos une es la rentabilidad”?

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