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INFLACIÓN: CRISTINA LA LLAMA “DISPERSION” DE PRECIOS

Un discurso para maquillar el golpe al salario

Dos semanas después de que el ministro Amado Boudou llamara a caminar para encontrar los mejores precios, a la manera de Lita de Lazzari, este martes la presidenta reafirmó el planteo del ministro. Más que precios en alza, habría mucha dispersión, “distorsión y muchísimo aprovechamiento de estas situaciones”.

Esteban Mercatante

10 de febrero 2011

Un discurso para maquillar el golpe al salario

Dos semanas después de que el ministro Amado Boudou llamara a caminar para encontrar los mejores precios, a la manera de Lita de Lazzari, este martes la presidenta reafirmó el planteo del ministro. Más que precios en alza, habría mucha dispersión, “distorsión y muchísimo aprovechamiento de estas situaciones”. El discurso gubernamental incurre en contradicciones insostenibles: por un lado casi no hay inflación, como muestran las estadísticas oficiales en las cuales los precios suben un 10% anual; pero por otro los funcionarios y la propia Cristina Fernández no paran de señalar a los “formadores de precios” que se aprovechan de la situación. Si no hay inflación no se entiende la urgencia de salir a buscar culpables de un problema inexistente.

En algo tienen razón el ministro Boudou y la presidenta: hay una fuerte dispersión de precios. De cualquier producto que vayamos a comprar, podremos ver los más dispares aumentos de precio según dónde vayamos a comprar. En algunos lugares, veremos que sólo han registrado fuerte aumento; en otros, que el aumento ha sido sideral. Pero, salvo que nos limitemos a buscar precios en las planillas elaboradas por la Secretaría de Comercio para consumo del INDEC, será imposible encontrar, para el año 2010, una suba general de precios inferior al 22%. La mayoría de los cálculos la estiran hasta 25% o 27%, y las previsiones para 2011 rondan entre 25% y 30%.

La inflación, que cada año es más alta -con excepción del año 2009 en el que gracias al impacto de la crisis internacional rondó “sólo” el 15%- tiene entre las principales causas la disputa distributiva entre empresarios y trabajadores. Frente a los reclamos salariales -que en los primeros años luego de la devaluación fueron absorbidos sin aumentos de precios ya que apenas afectaban el margen de ganancia- los empresarios responden trasladando los aumentos a los precios. De esta forma, buscan sostener su alto margen de ganancias, que según algunos cálculos está entre un 15% por arriba de los niveles predevaluación. Claro que esto pueden hacerlo porque hay otros factores que vienen impulsando la subida de los precios: el encarecimiento de los alimentos vinculado a la fuerte demanda internacional y la especulación de las multinacionales que concentran la comercialización, los cuellos de botella en insumos productivos clave como la energía, y el alto uso de la capacidad instalada en la industria, factores ambos vinculados a la reticencia a invertir de los mismos empresarios que vienen amasando fortunas. Éste conjunto de elementos, crea una situación propicia para trasladar a los precios los aumentos salariales para mantener los niveles de ganancia.

Aunque estas causas de la inflación no sean achacables al gobierno, sino a los empresarios, lo cierto es que cuando el kirchnerismo adultera las estadísticas de precios y niega la inflación, da vía libre para que los “formadores de precios” que tanto señala desde la tribuna remarquen con impunidad. De esta forma, el gobierno de ningún modo es neutral en esta puja distributiva. Por un lado llama a la moderación a los trabajadores que toman medidas para recomponer los salarios, como hicieron en Rosario bloqueando puertos y cerealeras, y a través de los sindicalistas aliados de la CGT moyanista buscan poner límites a las subas salariales por debajo de la inflación. En el caso de los empresarios, denuncia a los “formadores de precios” a través de los medios, pero a la vez presenta estadísticas que niegan la inflación, y de esta forma relativiza las consecuencias del accionar empresarial, que los trabajadores sufrimos día a día haciendo malabares para que la inflación no pulverice los salarios. Un guiño para que los empresarios remarquen con impunidad.

El impacto de la inflación negada por el gobierno sobre los salarios, empieza sin embargo a ser reconocido por sectores simpatizantes del oficialismo. Un informe del CENDA, comentado por el suplemento Cash de Página/12 el 6/2/11, señala que tomando lo que se conoce como el Índice de Precios al Consumidor de las 7 provincias donde no se cambió la metodología de medición tras la intervención del Indec (IPC-7), se comprueba que los salarios reales se encuentran estancados desde 2007.
Es decir, la suba promedio de los índices calculados por estas provincias, fue mayor que la de los salarios desde 2007 en adelante.

Otros cálculos señalan que, tomando el conjunto de los salarios, durante el año 2010 sufrieron una pérdida de 1,5% de su poder adquisitivo (estudio de CT&A). Sólo los trabajadores privados en blanco recibieron aumentos por encima de la inflación, y esto gracias a que por el “efecto Kraft” numerosos gremios perforaron el techo que buscaba imponer la burocracia, y terminaron con aumentos del 35% o aún mayores.

Pero en el caso de los trabajadores no registrados, que equivalen al 36% de la población económicamente activa, las variaciones de sus ingresos han estado muy por detrás de la inflación durante el mismo período. De esta forma sus ingresos, lejos de estar estancados, se han reducido en términos reales al calor de la suba de precios. Lo mismo viene ocurriendo con los trabajadores estatales. Donde prima una verdadera “dispersión”, es entre la posibilidad que tienen los distintos sectores de la clase trabajadora para luchar por aumentos salariales acordes a la inflación.

Como si esto fuera poco, el mismo trabajo del CENDA reconoce que “continúan sin superarse los niveles salariales anteriores a la crisis de 2001, ya bajos en términos históricos”.

Esta situación promete hacerse aún más dura en 2011. Los procesos revolucionarios que recorren varios países de Medio Oriente, han sido aprovechados para especular con los precios del combustible y los alimentos, profundizando los aumentos que ya se venían registrando. Si ya las previsiones de inflación son elevadas, las subas verificadas podrían ser aún mayores, terminando por encima de 30%. Ante este escenario, los empresarios ya anunciaron el objetivo de que los aumentos no superen en ningún caso el 25%, mientras que el ministro de Trabajo Carlos Tomada señaló que un aumento salarial del 30%, es decir que apenas mantenga el poder adquisitivo, sería “alejado de la realidad”.

Frente a esto, lejos de las negociaciones separadas de cada gremio impulsadas por la burocracia, es urgente pelar por unificar las negociaciones de todos los gremios imponiendo un aumento del salario acorde a la canasta familiar. Además, es necesario incorporar en las negociaciones a los trabajadores contratados, tercerizados y en “negro”, que los burócratas excluyen de las paritarias y son los que más padecen las consecuencias de la inflación que para el gobierno no existe.

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