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Debates

Los trabajadores y el poder (segunda parte)

Un debate con la Aníbal Verón

22 de noviembre 2002


En Página/12 del 17 de noviembre, se reproduce un diálogo entre militantes del MTD Solano que es parte del libro recientemente publicado: "Hipótesis 891" del Colectivo Situaciones1. En ese extracto se hace referencia a las distintas experiencias de lucha y autoorganización, que ellos definen como contrapoder. Se trataría de "reflexionar sobre la existencia de redes (...) que al menos tendencialmente, se independizan del poder del Estado y de las exigencias del capital". Sostienen que habría que pensar cuáles son las relaciones "entre un contrapoder que se desarrolla cada vez más por la base y un poder que intenta recuperar posiciones. Porque es cierto que puede pensarse que ninguno de los dos va a poder destruir al otro, pero quizá habría que definir cuáles son esos contrapoderes, en qué forma se extienden y existen, para luego pensar esa convivencia, que sería posible solo alejándose de la guerra". La reflexión debería versar sobre
"una convivencia a mediano plazo entre un poder que trabaja produciendo exclusión (o como lo venimos trabajando: que "incluye excluyendo") y un contrapoder cuya existencia múltiple intenta sustraerse de este mecanismo". Sin embargo, reconocen que "el estado va a tender a cerrar más el cerco: aunque nosotros nos alejemos, él va a seguir hostigando (...) al poder le sobran herramientas para llevarnos a un terreno de guerra, (...) donde tiene las de ganar".
Este planteo parte de la consideración de que puede existir un período –más o menos largo- donde coexistan poder y contrapoder, evitando el enfrentamiento abierto con el Estado, mientras se fortalecen las nuevas experiencias sociales conquistadas. En este sentido, es vital, evitar las provocaciones y el choque directo.
Esta visión está encuadrada en el cambio en las relaciones de fuerza entre el movimiento de masas, la burguesía y el poder, resultante de las jornadas revolucionarias de diciembre, la profunda crisis del Estado y la descomposición capitalista.
Estas conclusiones del MTD parecieran responder a los sucesos del 26 de junio donde el gobierno dio un golpe a los sectores más combativos, con la provocación que terminó en el asesinato a sangre fría de Darío Santillán y Maximiliano Kosteki. Este crimen fue un intento del viejo régimen de torcer a su favor la relación de fuerzas. Pero esta lectura sería incompleta, si no se tiene en cuenta que casi contemporáneamente, Duhalde había anunciado el lanzamiento de los Planes Jefas y Jefes de hogar, con el que se proponía contener a las masas desocupadas. Su objetivo era dividir, "integrar" a grandes sectores de pobres, y aislar a los sectores más militantes. La enorme respuesta popular ante los crímenes desbarató, en su momento, esta maniobra.
La posibilidad de un período semejante de "convivencia", de desarrollo paralelo, donde el Estado provoca pero no tiene fuerza para asestar golpes decisivos, mientras las nuevas organizaciones y experiencias de lucha se proyectan, no está descartada, aunque debemos aclarar que sólo por un tiempo limitado. Porque las distintas facciones de la burguesía ya ensayan políticas para subordinar y disciplinar al movimiento de masas. Por eso, hacer de la hipótesis de convivencia temporal, un plan de acción, un lineamiento estratégico, a largo plazo, es un gravísimo error.
Ya empiezan a manifestarse alas duras del partido del orden, como la que representa Menem, que propone sacar a la calle al Ejército para "combatir la delincuencia" y el estado de sitio "para los encapuchados con palos". Mientras que, por otro lado, en lo inmediato, el gobierno aunque utilice puntualmente la represión y la persecución a los luchadores, pone en pie mecanismos de conciliación y cooptación. Así implementaron los Centros de Gestión y Participación para domesticar a las asambleas barriales y los Consejos Consultivos para integrar al Estado a la dirigencia burocrática de los movimientos piqueteros (CTA-CCC) y fortalecerlos frente a los sectores más radicalizados. También recientemente, en el movimiento de las fábricas ocupadas el Estado ha impulsado un cierto tipo de cooperativismo, ligado a los funcionarios gubernamentales (MNER)2. Por último, frente a los recientes casos de muerte de niños por hambre, propone mejorar la imagen del ejército y la gendarmería, abocándolo a "tareas de asistencia social" en la sufrida Tucumán.

Política de masas

Los compañeros de la Aníbal Verón, frente a las tentaciones de provocación o asimilación por parte del Estado, proponen "sustraerse de este mecanismo", desarrollando experiencias autogestionarias. Así, todos los esfuerzos de esta agrupación están puestos en el impulso de iniciativas del tipo de las bloqueras, las panaderías comunitarias, comedores populares, etc. con los que intentan generar un espacio y un tiempo autónomo de construcción, en el marco de que hay tiempos a mediano plazo por delante. Pero por más que intenten sustraerse, más tarde o más temprano, el Estado y la descomposición capitalista, el hambre y la miseria, actúan. La dramática crisis social que vive el país, de niños desnutridos que mueren y el hambre que puebla los hogares del pueblo, no conocen de estas diferencias temporales. Las soluciones que no intentemos dar los luchadores serán dadas –y ya lo está haciendo- por el Estado, con los planes sociales y asistenciales para prestigiar las instituciones y recomponer su legitimidad. En las mismas zonas donde la Aníbal Verón con tanto esfuerzo fabrica sus ladrillos y amasa el pan de sus comedores, hay decenas de miles que no se sustraen de la miseria, y creen en su desesperación, en las salidas milagrosas que prometen demagogos como Rodríguez Saá, y busca alimentar a sus hijos con las bolsas de comida que provee el aparato clientelar de Chiche Duhalde. La misma situación rodea a las empresas ocupadas y a las asambleas populares.
Los tiempos de la angustia popular son los que aprovecha la burguesía para dividir a la masa desocupada y los millones de asalariados de la vanguardia de piqueteros combativos, de los trabajadores en lucha, de los asambleístas.
Frente a tamaña catástrofe social, la propuesta del MTD, es equivocada para enfrentar la gravedad de la situación y combatir la política con que el Estado busca dividir y neutralizar la fuerza que los trabajadores y el pueblo supieron mostrar en diciembre. Pensar en que es posible un desarrollo gradual de las propias organizaciones esquivando al Estado es condenar a los procesos de autodeterminación al aislamiento, y dejar que el poder gane posiciones, retomando la iniciativa política, es decir, permitir que nos acorrale, que el poder nos cierre el cerco.
Para evitarlo, se trata de no aislarse, y de tener una política que pueda responder a las necesidades acuciantes del pueblo, que indique dónde está el pan, dónde está el trabajo, dónde está el techo, que una a los luchadores y a las masas contra el enemigo común: los patrones, sus representantes, los dirigentes vendidos, su Estado. No alcanza con reconocer que el sistema capitalista sólo es capaz de generar penurias y opresión a escala cada vez mayor, sino de señalar las vías para terminar con él.

¿Crear contrapoder para no tomar el poder?


La Aníbal Verón estima que un cambio social radical puede ser conquistado gradualmente, por la voluntad de un "colectivo de hombres y mujeres", capaz de producir una retirada masiva ("éxodo") hacia una especie de "comunas libres" que constituyan una sociedad alternativa. Esta es la perspectiva más general de la militancia autonomista, en todas sus variantes.
Al hacer esto, transforman al contrapoder en un fin en sí mismo. Las organizaciones autónomas no serían un medio para preparar las condiciones de una ofensiva revolucionaria, un pasaje transitorio del poder burgués al poder obrero y popular.
León Trotsky da una definición muy profunda de la mecánica del doble poder: "... en el paso del poder de una a otra clase. La transformación violenta se efectúa generalmente en un lapso muy corto. Pero no hay ninguna clase histórica que pase de la situación de subordinada a la de dominadora en forma súbita, de la noche a la mañana, aunque esta noche sea la de la revolución. Es necesario que ya en la víspera ocupe una situación de extraordinaria independencia con respecto a la clase oficialmente dominante... "3.
Es cierto, en que dado el actual estado de cosas, la situación del movimiento de masas y de su autoorganización, no están dadas las condiciones para las batallas definitorias y la victoria revolucionaria, es decir, para el momento de la transformación violenta. Los tiempos actuales, plantean la tarea de ganar a las masas para lograr construir un verdadero contrapoder, capaz de disputar de igual a igual al Estado y a la burguesía. Para ello es necesario que la clase obrera ocupada de la gran industria y de los servicios, allí donde se concentra el nervio de la dominación capitalista, que hoy se encuentra retraída ante el terror a la desocupación y la pobreza y por la traición de sus direcciones, ocupe el centro de la escena.
Los compañeros de la Aníbal Verón no piensan que esto sea necesario. Consideran que el capitalismo actual es un sistema que "el desarrollo de un contrapoder (...) ya no sale de la fábrica –salvo las ocupadas–, sino de las experiencias que intentan producir y sostener formas de vida alternativas". La clave de la acción que nos proponen los compañeros, es sostener "formas de vida alternativas" porque "cada vez hay menos fábricas a las que devolver a los trabajadores rebeldes".
Es cierto que la enorme desocupación y la pobreza han cambiado el mapa social de la Argentina, pero decir tan sólo esto, es una parcialidad que oculta dónde sigue residiendo el motor de la economía y el mando del capital. La exclusión es consecuencia de la descomposición capitalista y es aprovechada para dividir a los trabajadores y aumentar su explotación. En esto descansa gran parte de la capacidad de coerción y de maniobra de la clase dominante al evitar que los trabajadores se unan y reconozcan sus propias fuerzas. Las concepciones de la Aníbal Verón la alejan de la tarea de unir a ocupados y desocupados.
La lucha obrera ha comenzado por el eslabón más débil, donde se ha roto la cadena de mando del capitalismo en Argentina, entre los desempleados y las pequeñas y medianas industrias. La reivindicación original de los piqueteros en Cutral Có y Mosconi, "trabajo para todos", era una respuesta a la fragmentación entre trabajadores buscando resolver esta demanda en la gran industria, en las petroleras, planteando la reducción de la jornada de trabajo sin bajar el salario. En el caso de las fábricas ocupadas, como Zanon y Brukman, su lucha es una respuesta al abandono patronal y el ataque a las conquistas obreras. En el primer caso, el surgimiento de una burocracia piquetera (CTA-CCC) impidió el desarrollo independiente de este sector y limitó al movimiento de desocupados al reclamo de planes de trabajo y bolsones de comida. En el segundo caso, estamos asistiendo a un inicio de cuestionamiento a la propiedad privada y la legalidad burguesa, que muestra la capacidad de dirección de los trabajadores en el proceso productivo. Así, hemos considerado un pequeño pero significativo paso adelante, el surgimiento en Cerámica Zanon de una organización común de coordinadores de la producción, comisión interna y sindicato (SOECN), que definimos del tipo de los consejos de fábrica. Pero esto es un pequeño jalón de poder obrero, pero ni de lejos la situación del conjunto o de una porción significativa de la clase obrera.
Para construir un contrapoder capaz de volverse peligroso, hay que romper la división, hay que disputar las grandes fábricas y empresas a la patronal y a la burocracia. Hay que recuperar las comisiones internas y los sindicatos para la lucha y la democracia directa (las actuales posiciones alcanzadas en Zanon no se hubieran logrado sin este trabajo previo), formar coordinadoras regionales que unan a ocupados, desocupados, asambleístas y movimientos sociales en lucha.
Desde nuestro punto de vista, está planteado pensar todas las vías posibles para que la clase obrera conquiste la adhesión y el liderazgo hacia el resto de las clases explotadas y oprimidas.
La puesta en marcha de esta fuerza social sería capaz de afectar los intereses de los patrones, de los grandes centros de producción, los servicios, y la tierra, donde están las palancas para resolver el hambre, la falta de vivienda y las demandas más urgentes del pueblo. Pondría a la orden del día el tiempo de la insurrección, y la toma del poder, la conquista de un Estado de los trabajadores, basado en la democracia directa de las organizaciones que hayan creado las masas en lucha. Se abriría un nuevo tiempo, el de construir una nueva sociedad, sin explotación ni opresión. Seguimos pensando como Marx, Lenin, Trotsky, Rosa Luxemburgo y los grandes revolucionarios, que la idea más audaz y subversiva sigue siendo la de tomar el cielo por asalto, la de conquistar el poder y el autogobierno de los trabajadores.

1 Para una crítica más extensa sobre las posiciones de este Colectivo y del intelectual John Holloway, ver en Revista Lucha de Clases, los artículos de Cecilia Feijoo "El abandono de la lucha de clases del Colectivo Situaciones" y de Víctor Rau "Reformar el capitalismo a través de la revuelta".

2 Movimiento Nacional de Empresas Recuperadas liderado por el Dr. Luis Caro.

3 León Trotsky, Historia de la Revolución rusa.

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Comunismo y estado de transición

Intelectuales críticos como John Holloway1 -que predica "cambiar el mundo sin tomar el poder" y que han logrado gran repercusión en los últimos años- acusan al marxismo revolucionario de reducir la idea de revolución al acto de la conquista del poder y de ejercer una suerte de fetichismo (veneración) del Estado. Según este pensamiento, cualquier proyecto político socialista que señale la perspectiva de destrucción del estado burgués y su reemplazo por un nuevo poder sólo generaría otro tipo de opresión.
Esta conclusión surge bajo el impacto del resultado de la degeneración estalinista a quien se termina identificando con el marxismo. La visión de Holloway oculta que la burocratización de la revolución de octubre, que diera origen al primer Estado obrero de la historia, fue producto de una contrarrevolución interna, dirigida por Stalin y la naciente burocracia que expropió a las masas de su real poder político, destruyendo a los soviets y a la vieja guardia bolchevique, e imponiendo la teoría estalinista del socialismo en un solo país, que sentó las bases para la coexistencia con el imperialismo y la sustitución de la estrategia revolucionaria con la burguesía y el Estado2.
El carácter totalitario y carcelario del Estado bajo el reinado de la burocracia, es otra de las herencias de la contrarrevolución.
El legado marxista revolucionario es opuesto por el vértice al señalado anteriormente. Concibe la emancipación de la clase obrera mediante la revolución socialista, cuyo primer paso es la destrucción violenta del Estado burgués y al Estado de los trabajadores como un momento transitorio hacia la extinción de todo Estado. Esta transición se caracteriza por la subsistencia de la dominación capitalista a escala internacional, la reorganización social del nuevo Estado, la presión permanente que busca derrotarlo por parte del imperialismo y las clases expulsadas del poder, la inmadurez de la nueva clase en el ejercicio de su gobierno que va determinando las tareas que hagan posible la construcción de una nueva sociedad. Como lo definía Lenin: "Teóricamente, no cabe duda de que entre el capitalismo y el comunismo existe cierto período de transición. Este período no puede dejar de reunir los rasgos o las propiedades de ambas formaciones de la economía social, no puede dejar de ser un período de lucha entre el capitalismo agonizante y el comunismo naciente; o en otras palabras: entre el capitalismo vencido, pero no aniquilado, y el comunismo ya nacido, pero muy débil aún.".3
¿Pero cómo evitar la degeneración y la burocratización de la revolución? Tamaña empresa de la revolución, su defensa, extensión, y la agonía de su propio Estado, requiere de la intervención conciente de la clase obrera y las masas, su autoactividad, su iniciativa creadora, antes, durante y después de la toma del poder, es una de las cuestiones claves de la estrategia socialista de la revolución.
La conquista del poder es sólo un primer paso, que le permite a la clase obrera demoler las instituciones de coerción del aparato estatal heredado, socializar los medios de producción y reorganizar en su provecho el elemento técnico administrativo más avanzado, que permita a la nueva clase centralizar su acción transformadora. Los consejos obreros (soviets) tienen que concentrar en sus manos todas las funciones deliberativas y ejecutivas, sus decisiones deben ser concientemente asumidas por las grandes masas. El control de aquellos funcionarios del nuevo estado, que no percibirán más como pago que la media de un obrero y serán revocables, por decisión de estas organizaciones, debe ser una de las tareas centrales. Junto a esto, la gestión democrática de la producción, y la elaboración a nivel general del plan económico, sentará las bases para el crecimiento político y cultural de la población y para permitir que todas las tendencias revolucionarias se expresen y todos los hombres y mujeres se ejerciten en la práctica del autogobierno.
En toda la tradición teórica y política del movimiento revolucionario proletario, desde Marx y Engels y sus escritos sobre la Comuna de París, como en Lenin, Trotsky, Rosa Luxemburgo y la Internacional Comunista, en sus reflexiones y llamados sobre la revolución, esta idea está presente4.
La crítica de las revoluciones sociales no nos puede llevar a negar el conjunto de su legado. La misma debe tomar de cara al futuro todo lo que aún mantenga de vital para la lucha de las clases explotadas. El combate de las generaciones pasadas no ha sido en vano, ni se sostuvo en base a un error de perspectiva. Es un punto de partida para pensar el cambio radical de las relaciones humanas. El sueño libertario de la emancipación social toma cuerpo en la autodeterminación de las masas, como base de la destrucción del Estado burgués y cimiento de un nuevo poder, de organismos autónomos que actúen y decidan en todos los campos de la vida social, es la condición –junto al desarrollo de la lucha de clases internacional- para proyectar la agonía final de todo Estado y el nacimento de la sociedad comunista.

1 Las ideas de John Holloway encuentran afinidad en la CTD Aníbal Verón y alguna vertiente del autonomismo argentino.

2 Fue una combinación de factores –derrota de la revolución europea que provocó el aislamiento de la Unión Soviética, atraso económico y cultural del pueblo ruso, la caída en la guerra civil de miles de obreros revolucionarios, entre otros, los que fortalecieron a los sectores más conservadores y arribistas del nuevo estado. La posterior subsistencia de la URSS –dominada por la casta estalinista- se debió a la coexistencia con el imperialismo y el orden burgués, lo que trajo como consecuencia el fortalecimiento en las filas de la clase trabajadora de la hegemonía de las ideas reformistas. La derrota nazi-fascista en la Segunda Guerra Mundial, gracias al heroísmo de las masas soviéticas, aumentó el prestigio de los Partidos Comunistas.

3 La economía y la política de la dictadura del proletariado. V.I. Lenin, 1919.

4 La herencia revolucionaria, ha decantado una búsqueda permanente de la iniciativa creadora de la clase obrera. Va a ser frente a la Comuna de París en 1871, surgida de la insurrección proletaria, que los marxistas la valoraron porque "realizó el intento de desbaratar y destruir hasta sus cimientos el aparato estatal burgués…, sustituyéndolo por una organización de masas, de autogobierno de los obreros" (Lenin, Tesis sobre la democracia burguesa y la dictadura del proletariado).
La primera revolución del siglo XX, ocurrida en Rusia en 1905 va a instituir al soviet o consejo como la creación original de las masas que buscan darle forma al gobierno de los trabajadores. La revolución rusa de 1917 ve renacer al soviet como la institución de masas revolucionarias, que une a obreros, soldados y campesinos, llamada a reemplazar a la maquinaria estatal heredada del zarismo, fundando el primer estado de los trabajadores basado en estas organizaciones.

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