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Trotsky llega a Rusia

Tres concepciones de la Revolución Rusa

Trotsky llega a Rusia

Comisión del IPS

26 de abril 2007

En las últimas dos entregas vimos los importantes reacomodamientos que provocaron en el Partido Bolchevique la llegada de Lenin a Rusia y sus batallas políticas expresadas en las "Tesis de Abril".
En el mes de mayo va a hacer su entrada en la escena revolucionaria otro de los grandes dirigentes del marxismo ruso: León Trotsky, quien había abandonado Rusia 10 años antes luego de haber sido dirigente de la revolución de 1905, por la cual fue condenado al destierro del cual se fugó hacia el exilio.
Alejado de Rusia durante ese lapso, el comienzo de la revolución de 1917 sorprende a Trotsky en Nueva York, donde había sido enviado desde España, país al que a su vez lo había empujado previamente la policía francesa.
Con la llegada de las primeras noticias de la revolución de febrero a Nueva York, las organizaciones y redacciones socialistas de esa ciudad consultaban a Trotsky: "Acaba de recibirse un telegrama, diciendo que en Petrogrado se ha constituido un gabinete formado por Gutchkov y Miliukov. ¿Qué significa esto?
Pues que mañana tendremos otro gabinete formado por Miliukov y Kerenski.
Bien, ¿y eso qué quiere decir?
Que luego subiremos al poder nosotros."1
Con estas perspectivas, y tras un largo periplo que incluyó una detención en Londres, Trotsky consigue llegar a Petrogrado el 5 de mayo de 1917. Al día siguiente de su llegada toma postura ante el Soviet de Petrogrado anunciando que la revolución de febrero "ha abierto una nueva era, una era de sangre y fuego, una lucha que no es ya de nación contra nación, sino de clases sufrientes y oprimidas contra sus gobernantes", y que los socialistas deben luchar por la consigna "todo el poder a los soviets".2 El 7 de mayo, en una recepción organizada por la organización Interdistritos (de la cual formaba parte) y por los bolcheviques, afirma haber abandonado su viejo sueño de unificación de todos los socialistas, declarando que la nueva Internacional no puede construirse sino a partir de una ruptura total con el social-chovinismo.3 Lenin y Trotsky empezaban a acercarse.

La concepción de los Mencheviques y la de Lenin

El acercamiento político entre Lenin y Trotsky era el resultado de la reactualización de viejos debates al calor de la revolución de 1917. Durante los 12 años transcurridos entre esta revolución y la de 1905, los marxistas rusos se habían preparado para la nueva ola revolucionaria sacando distintas conclusiones de aquella primera experiencia. De hecho, existían tres concepciones sobre la revolución rusa.
Por un lado, los mencheviques, reproduciendo de forma mecánica la visión de Marx y Engels, sostenían que la revolución socialista debía comenzar por los países más adelantados e industrializados. En ese esquema, a Rusia le faltaba aún atravesar por una revolución burguesa que derrocara al zarismo y le entregara el poder a la burguesía, lo cual permitiría el libre desarrollo del capitalismo. En esta etapa, que podía durar varias décadas, el proletariado crecería numéricamente y aprovecharía las libertades políticas para desarrollar sus organizaciones, tras lo cual estaría ya maduro para encarar una revolución que lo llevara al poder.
Distinta era la visión de Lenin, quien partía también del atraso ruso y la necesidad que tendría la revolución venidera de resolver los problemas clásicos de la revolución burguesa que en Rusia aún no habían sido resueltos (tales como el reparto de la tierra a los campesinos, la conquista de la república o la conquista de las libertades civiles). Sin embargo, a diferencia de los mencheviques, Lenin consideraba que la burguesía era ya incapaz de llevar a cabo su propia revolución, inclinándose ésta a favor de una transacción con el zarismo antes que a desatar una revolución en la cual intervendría no sólo ella sino también un concentrado proletariado y decenas de millones de campesinos, cuyos intereses eran antagónicos a los de los capitalistas. No obstante, Lenin consideraba por esos años que por el grado de desarrollo económico de Rusia y el grado de conciencia y organización de las grandes masas del proletariado, no era posible plantearse la toma del poder para llevar adelante la revolución socialista, sino que lo que estaba a la orden del día era luchar por una "dictadura democrática de obreros y campesinos" que barriera con el absolutismo instaurando la república democrática y otorgara la tierra a los campesinos.

La Revolución Permanente

La tercera concepción de la revolución rusa era la teoría de la revolución permanente de León Trotsky, cuya primera formulación se desarrolla en torno a la revolución de 1905, y llega a su versión definitiva con las lecciones de 1917 y de la revolución china de 1925-27.
Al igual que Lenin y los mencheviques, Trotsky partía de constatar que las tareas clásicas de la revolución burguesa no habían sido realizadas en Rusia. Sin embargo, consideraba, al igual que Lenin, que estas tareas no podían ser llevadas a cabo por la burguesía, que para ese entonces ya se había convertido en una clase social reaccionaria.
Marx y Engels ya habían advertido, sacando las lecciones de la revolución alemana de 1848, que un cambio profundo había tenido lugar en la burguesía, la cual había dejado de ser esa clase social revolucionaria de la Revolución Francesa: "contrariamente a la burguesía francesa de 1789, la burguesía alemana no ha sido la clase que defiende a toda la sociedad contemporánea contra los representantes de la nobleza. Descendió al nivel de una categoría social opuesta a la monarquía y al pueblo, indecisa ante cada uno de sus adversarios (…) Desde el comienzo se inclinó a traicionar al pueblo y a concertar un compromiso con los ‘coronados’ de la vieja sociedad, a la que ella misma pertenecía."4
Si esto era así para la burguesía alemana de 1848, mucho más lo era para la burguesía rusa de principios del siglo XX. En est e nuevo siglo, los países capitalistas más avanzados no sólo exportaban mercancías sino que también exportaban capitales, y con ello unificaban el mundo como nunca antes, haciendo llegar lo más avanzado de la técnica a los rincones más recónditos del planeta.
La llegada de inversiones extranjeras había creado en Rusia un proletariado sumamente concentrado en algunas ciudades, especialmente a partir de la década de 1890. Tuvo lugar así lo que Trotsky llamó luego desarrollo desigual y combinado (como explicamos en un artículo anterior): en un mismo país convivían el atraso más rudimentario en el campo con un modo de producción capitalista avanzado en los centros industriales. Para alcanzar este desarrollo, Rusia se salteó las etapas intermedias que habían recorrido los países capitalistas más avanzados, ya que no pasó del artesanado a la manufactura y de ésta a la gran industria, dado que esta última, fue implantada directamente desde afuera por el capital extranjero. Como consecuencia de esto, en las ciudades rusas tendrá muy poco peso la pequeña burguesía urbana, quedando frente a frente el proletariado, contra el absolutismo y una débil burguesía.
Con esta estructura de clases era inviable el esquema menchevique. La pequeño burguesía, que había jugado un rol clave en la revolución francesa, era insignificante, y la clase obrera, minúscula en 1789, era poco numerosa pero altamente concentrada en la Rusia del siglo XX.

Obreros y campesinos en la revolución permanente

Sin embargo, Trotsky va a diferir también de la visión de Lenin quien, comprendiendo la imposibilidad de la burguesía para realizar su propia revolución, veía al futuro gobierno revolucionario como una dictadura democrática de obreros y campesinos que resolvería las tareas democráticas pero no comenzaría la transición al socialismo.
Trotsky, basándose en la experiencia histórica, postula que el campesinado no puede constituirse en un actor histórico independiente, y que sus capas superiores siguen a la burguesía y sus capas inferiores al proletariado. Esto es así debido a que el campesinado no controla los medios principales de producción y a que se encuentra disperso en grandes superficies y alejado de la vida política y cultural, la cual tiene su epicentro en las ciudades.
Por estas razones Trotsky vislumbró tempranamente que el campesinado no jugaría un rol dirigente en la revolución, y que este papel debería ser jugado por el proletariado, el cual a su vez debía convertirse en dirigente de la nación oprimida arrastrando tras de sí a las masas campesinas. A diferencia del campesinado, los obreros manejan los principales medios de producción y están concentrados en las grandes ciudades y en las unidades productivas, habiendo por ese entonces fábricas de miles y miles de trabajadores, lo cual facilitaba la tarea de organización. Esto le abría al proletariado la posibilidad de convertirse en un actor histórico independiente a la cabeza de las masas explotadas y oprimidas, conquistando la hegemonía en una alianza de clases entre obreros y campesinos. En esta alianza, la clase obrera debería ser la clase dirigente, incorporando dentro de sus reivindicaciones las demandas campesinas, especialmente el reparto de la tierra, haciéndole ver al campesinado que el triunfo de la clase obrera sería su propia victoria.
Como consecuencia de esto, una victoria revolucionaria se daría, según la visión de Trotsky, bajo la forma de dictadura del proletariado apoyada por las masas campesinas. Posteriormente, en su libro La revolución permanente, Trotsky dirá que "la vieja fórmula de Lenin (se refiere a la dictadura democrática de obreros y campesinos, NdA) no resolvía de antemano cuáles serían las relaciones políticas recíprocas del proletariado y de los campesinos en el interior del bloque revolucionario. En otros términos, la fórmula se asignaba conscientemente un cierto carácter algebraico, que debía ceder el sitio a unidades aritméticas más concretas en el proceso de la experiencia histórica. Sin embargo, esta última ha demostrado, y en condiciones que excluyen toda torcida interpretación que por grande que sea el papel revolucionario de los campesinos, no puede ser nunca autónomo ni, con mayor motivo, dirigente. El campesino sigue al obrero o al burgués. Esto significa que la "dictadura democrática del proletariado y de los campesinos" sólo es concebible como dictadura del proletariado arrastrando tras de sí a las masas campesinas."5

Las tareas de la dictadura del proletariado

Dijimos antes que todo el marxismo ruso partía del hecho de que las tareas democráticas estaban a la orden del día. Para los mencheviques, la burguesía tomaría el poder y encararía las mismas. Para Lenin, la burguesía era incapaz de realizar su propia revolución, y postulaba que sería la dictadura democrática de obreros y campesinos la que se encargaría de resolver las tareas de la revolución burguesa.
Distinta era la concepción de Trotsky acerca de este problema. Como vimos, el dirigente revolucionario concebía, al igual que Lenin, que las tareas democráticas ya no podrían ser resueltas por la burguesía, pero, a diferencia de aquél, concebía que la revolución sólo podría triunfar bajo la forma de dictadura del proletariado apoyado en el campesinado. Una vez que el proletariado tomara el poder encararía la resolución de los problemas democráticos como la entrega de la tierra a los campesinos, la autodeterminación de las naciones oprimidas por el zarismo o, en un contexto de guerra mundial como en 1917, la conquista de una paz democrática sin anexiones.
Sin embargo, la teoría de la revolución permanente postula que la clase obrera en el poder, por la dinámica misma de la revolución, no se autolimitará a tareas democráticas y, aún más, se verá obligada a encarar tareas socialistas desde un comienzo. Por ejemplo, la revolución de 1905 había mostrado la respuesta de la burguesía ante la lucha obrera por la jornada laboral de 8 horas: el cierre de fábricas para derrotar la revolución. Trotsky se pregunta entonces, ¿qué haría la dictadura del proletariado ante esa situación? Y postula que, frente al boicot de la burguesía, el gobierno revolucionario se vería obligado a expropiar las fábricas para derrotar a los capitalistas y enfrentar el intento contrarrevolucionario, encarando por la dinámica misma de la revolución y la contrarrevolución tareas de carácter socialista.

El carácter internacional de la revolución

El desarrollo capitalista internacional había eliminado de una vez y para siempre el problema de los países maduros e inmaduros para el socialismo. La escala internacional del mercado capitalista y la división internacional del trabajo habían preparado a la economía mundial en su conjunto para su transformación socialista. Esta dependencia de cada país con respecto a la economía internacional hacía imposible pensar la construcción del socialismo en cualquier país del mundo aisladamente, por más alto que fuera el desarrollo de las fuerzas productivas en dicho país.
Entonces, de acuerdo a la teoría de la revolución permanente de Trotsky, la conquista del poder por parte de la clase obrera rusa no resolvería aún el problema del socialismo sino que se constituiría en un primer punto de apoyo para la revolución proletaria internacional, sin la cual no sería posible instaurar la sociedad socialista en ningún país del mundo.
Se entiende así que era imposible pensar en un desarrollo socialista de Rusia permaneciendo bajo dominación capitalista el resto del mundo. Esto sólo será postulado por el stalinismo tras la muerte de Lenin en 1924 como parte de la reacción contra la Revolución de Octubre. En vida de Lenin, a ningún dirigente bolchevique se le ocurrió plantear que Rusia podría avanzar sola hacia el socialismo, es decir hacia una sociedad sin clases, sin Estado y con un enorme desarrollo de las fuerzas productivas que permitiera que cada cual trabajara según sus capacidades y recibiera según sus necesidades.
Contrariamente, la teoría de la revolución permanente sostenía que sin el triunfo revolucionario del proletariado en Europa, y muy especialmente en Alemania, la revolución rusa estaría condenada a perecer. En cambio, si los obreros europeos triunfaban, acudirían con su gran desarrollo de las fuerzas productivas en auxilio de la dictadura del proletariado ruso, estableciendo una colaboración revolucionaria e internacionalista entre los obreros de los distintos países en la construcción de un mundo socialista.

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