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Comunicados de prensa

PARTIDO DE LOS TRABAJADORES SOCIALISTAS

Tomar partido

En este folleto queremos reflejar las conclusiones de múltiples charlas y conversaciones con compañeros y compañeras -trabajadores de decenas de fábricas, empresas y establecimientos de todo el país- con los que compartimos la dura pelea por organizar a la clase trabajadora en la lucha por sus derechos. También con estudiantes de izquierda, intelectuales y profesionales comprometidos con la lucha de los trabajadores. Con muchos de ellos hemos coincidido, también, en sostener una posición política independiente en la reciente crisis entre los dos bandos capitalistas: el gobierno y las patronales del campo.
La presencia de nuestros dirigentes obreros en muchos de los más importantes conflictos de los últimos años, compartiendo los triunfos y las derrotas, es un motivo de gran orgullo para el PTS, pero también una gran responsabilidad. Por esto queremos poner en discusión lo que nosotros consideramos central: Por qué es vital para los trabajadores y estudiantes combativos “tomar partido” frente a los grandes temas nacionales e internacionales.

PTS

12 de julio 2008

Introducción: Un tema impostergable

En este folleto queremos reflejar las conclusiones de múltiples charlas y conversaciones con compañeros y compañeras -trabajadores de decenas de fábricas, empresas y establecimientos de todo el país- con los que compartimos la dura pelea por organizar a la clase trabajadora en la lucha por sus derechos. También con estudiantes de izquierda, intelectuales y profesionales comprometidos con la lucha de los trabajadores. Con muchos de ellos hemos coincidido, también, en sostener una posición política independiente en la reciente crisis entre los dos bandos capitalistas: el gobierno y las patronales del campo.
La presencia de nuestros dirigentes obreros en muchos de los más importantes conflictos de los últimos años, compartiendo los triunfos y las derrotas, es un motivo de gran orgullo para el PTS, pero también una gran responsabilidad.

Por esto queremos poner en discusión lo que nosotros consideramos central: Por qué es vital para los trabajadores y estudiantes combativos “tomar partido” frente a los grandes temas nacionales e internacionales. Por qué hay que avanzar en construir un polo de independencia política de los trabajadores frente al peronismo y a las distintas alternativas patronales. Por qué necesitamos construir una herramienta política que reúna a los compañeros y compañeras más conscientes, para hacer valer sus luchas, mejorar la organización en todos los niveles (incluyendo el sindical) y forjar una dirección política, un “estado mayor” de la clase trabajadora para evitar que la gran burguesía y la derecha descarguen nuevamente sobre nuestras espaldas las próximas crisis con represión, hambre y muerte.

Para nosotros, éste es un tema muy serio. No pretendemos agotarlo en este trabajo. Lo que sí queremos es abrir claramente el debate.

En las últimas décadas, uno de los triunfos políticos más importantes de los capitalistas fue imponer la idea de que todo intento de superar al capitalismo mediante una revolución (producto de la acción colectiva de los trabajadores y los oprimidos) es imposible o sólo puede terminar en regímenes dictatoriales como los de la burocracia stalinista que se encaramó en el poder en los mal llamados “países socialistas”.
Entonces, los millones de trabajadores que nos vemos obligados a vender nuestra fuerza de trabajo todos los días -y en general todos los oprimidos- sólo podemos aspirar a algo mejor mediante el esfuerzo individual. O quizás, en el mejor de los casos, luchando por alguna mejora o en defensa de nuestros puestos de trabajo o del salario. ¡Pero ni hablar de aspirar a cambiar la sociedad! A lo sumo, los capitalistas le permiten a los trabajadores el “acto político supremo” del voto en las elecciones.

Tras más de 150 años de triunfos y derrotas en la lucha del movimiento obrero internacional, logramos imponerle a la clase dominante, el derecho de huelga y manifestación, así como la formación de sindicatos. Pero los capitalistas, conscientes de este logro, a través de prebendas y coimas, desarrollaron un enorme ejército de burócratas sindicales corruptos que transformaron a la mayoría de las organizaciones obreras en cómplices de las patronales.

Todas las “instituciones” del régimen fomentan la pasividad y la resignación frente al capitalismo, presentándolo como la única “sociedad democrática” posible en la cual los individuos pueden aspirar, en base al esfuerzo personal, a ser más “libres y felices” (o, al menos, “sacrificarse para buscar la felicidad de su familia”).

Como parte de esto, los ideólogos de la burguesía (desde los más burdos hasta los más “refinados”) presentan a los partidos de la izquierda obrera y socialista como grupos que “se quedaron en el pasado” y que “pierden el tiempo” construyendo una organización que permita luchar para terminar definitivamente con el hambre, la opresión, las guerras, la degradación humana y la depredación de la naturaleza.

Pero el capitalismo, con sus crisis y su sed insaciable de ganancias, empuja a la lucha para sobrevivir a amplios sectores de la clase trabajadora y el pueblo, incluso a quienes nunca se lo hubieran imaginado. Como ejemplo más cercano, en nuestro país, tenemos las jornadas del 19 y 20 de diciembre del 2001, donde cayó un presidente -electo apenas dos años antes- producto de la acción colectiva de los sectores de los trabajadores y el pueblo pobre, hartos del hambre y la desocupación, junto a las clases medias que habían perdido sus ahorros.

¿Quién hubiera imaginado semejante “ruptura del orden constitucional” que obligó a la burguesía a cambiar todos sus planes? Lo mismo ocurrió en Bolivia en el 2003 y en el 2005.

El siglo XX estuvo plagado de revoluciones, y los primeros años del siglo XXI han mostrado que, a pesar de las duras derrotas sufridas durante la ofensiva neoliberal (precarización laboral, privatizaciones, restauración capitalista en los ex estados obreros, etc.) la rebelión de “los de abajo” vuelve una y otra vez.

Es que muchos trabajadores y trabajadoras no se resignan a esta vida que “nos ha tocado” y se arriesgan para organizarse y luchar en la fábrica o la empresa. Lo mismo hace un sector de la juventud en las escuelas y en las universidades.

Surgen permanentemente nuevos delegados y activistas pero sobre ellos actúa e incide la propaganda burguesa. Por eso aunque luchan por una o varias causas, aunque se movilizan una o más veces, aunque se organizan en determinado momento con sus compañeros para lograr alguna reivindicación, muchos de ellos siguen creyendo que es “perder el tiempo” construir un gran Partido de Trabajadores Revolucionario.
Queremos ser categóricos en el siguiente planteo: si los sectores más luchadores y conscientes de la clase trabajadora y el movimiento estudiantil no rompen con este prejuicio y dan un paso al frente en la construcción de un partido revolucionario, estaremos preparando… nuevas derrotas.

Derrotas que serán mucho más graves que las que ya hemos vivido y las organizaciones sindicales o estudiantiles más combativas degenerarán bajo la presión de la patronal y del régimen.

No somos revolucionarios porque seamos “utópicos” o “idealistas”, sino porque somos realistas: si no nos preparamos para vencer a los capitalistas en las futuras crisis, ellos empeorarán cada vez más, no sólo nuestros salarios, sino también nuestra educación, nuestra salud y la de nuestros hijos. No sólo degradarán nuestra calidad de vida y el medio ambiente, sino también nuestras libertades y derechos democráticos más elementales mediante la represión y la persecución (legal e ilegal).

Los capitalistas, ya lo han demostrado, conducen a la humanidad a más guerras y penurias.

En la historia nacional, la clase parasitaria que domina la Argentina en sociedad con el imperialismo, ha demostrado con creces que “no pierde el tiempo” ni le tiembla el pulso a la hora de imponer su orden para mantener sus privilegios.

A fines del siglo XIX el ejército argentino fue el encargado de realizar una verdadera “limpieza étnica” contra los pueblos originarios de la Pampa Húmeda, para que familias como los Martínez de Hoz, los Pereyra Iraola o los Anchorena se quedaran gratuitamente con los mejores campos que aún hoy usufructúan como parte de la vieja oligarquía terrateniente.

En 1921 ese mismo ejército marchó a Santa Cruz para acabar con una rebelión de los trabajadores rurales, masacrando a más de 2.000 de ellos.

Los golpes militares, pasando por encima de la propia Constitución hecha al servicio de los explotadores (1930, 1955, 1962, 1966, 1976), siempre tuvieron como blanco predilecto a los trabajadores y sectores populares que luchaban en defensa de sus derechos y por un presente y un futuro que mereciera ser vivido.

Ellos “no pierden el tiempo”, porque financian y mantienen un aparato de represión para utilizarlo -en forma legal o ilegal, según las circunstancias- cada vez que sus “esclavos” queremos dejar de serlo.

Ellos “no pierden el tiempo” porque utilizan las casas de gobierno, parlamentos, partidos políticos patronales, universidades privadas y lujosas oficinas (además de sus mansiones y estancias) deliberando -el tiempo que sea necesario- para mantener la “gobernabilidad” sobre sus “súbditos”: las mayorías obreras y populares. Los capitalistas acuñaron una frase que los define bien: “el tiempo es oro”.

Para ellos, cada minuto de nuestras vidas, sometidas a la explotación, es una jugosa fuente de ganancias.

¿Entonces, quién “pierde el tiempo”, realmente?

Hay periodistas o intelectuales a sueldo del capital que dedican su tiempo a escribir o hablar contra la izquierda revolucionaria. Este tiempo es jugosamente recompensado por los capitalistas.

Hay personas que consideran que la época de la revolución socialista quedó atrás y que sólo es posible aspirar a conseguir algunas reformas que “humanicen” el capitalismo. ¿No serán ellos los que “pierden el tiempo”? Se la pasan buscando, por ejemplo, una “burguesía nacional progresista” que no existe, y terminan apoyando alternativas políticas que llevan a nuevas frustraciones, como ayer fue la Alianza. Hoy es el kirchnerismo, para unos, o la burguesía media agraria, para otros.

También hay compañeros, trabajadores y trabajadoras que creen que es suficiente con organizarse en el lugar de trabajo o el gremio para la lucha sindical.

La lucha por las cuestiones sindicales es muy importante pero efímera, porque la patronal recupera lo que los trabajadores le arrancamos, como se puede ver con la inflación que licua los aumentos de salarios, y hasta se desquita despidiendo activistas y delegados.

Cuando sean concientes de que para conquistar soluciones de fondo es necesaria una lucha política nacional del conjunto de la clase trabajadora, ¿qué pensarán? ¿Muchos no pensarán que, en realidad, “perdieron el tiempo”?

Hay compañeros y compañeras que nos dicen: “Cuando se pudra todo, yo estaré con ustedes”. Este razonamiento niega una de las enseñanzas claves de la historia de las revoluciones: un partido no se construye de la noche a la mañana. Para poder postularse como alternativa real de dirección frente a las distintas variantes reformistas o conciliadoras, un partido debe forjar sus dirigentes, cuadros y militantes a través de la intervención en las luchas y en los debates políticos e ideológicos previos. Ésta será la preparación necesaria para no claudicar en los momentos decisivos ante los engaños de los “progresistas” ni frente a las amenazas represivas de los fascistas.

En realidad, ¿no estaremos “perdiendo el tiempo” si no aprovechamos estos momentos de transición, cuando se inició el fin del ciclo kirchnerista, para estructurar un fuerte partido y formar a sus dirigentes y cuadros?

Profundicemos esta reflexión en un plano más general: ¿No es el régimen capitalista el que chupa hasta la última gota de tiempo de trabajo? ¿No desarrolla incluso la industria del espectáculo para hacer negocios hasta con nuestro tiempo de descanso? Entonces, ¿por qué considerar que la forma de vida que nos impone el sistema capitalista sí es “aprovechar el tiempo”?

Como decía nuestro maestro Carlos Marx: “... el hombre (el trabajador) sólo se siente libre en sus funciones animales, en el comer, beber, engendrar, y todo lo más en aquello que toca a la habitación y al atavío, y en cambio en sus funciones humanas se siente como animal. Lo animal se convierte en lo humano y lo humano en lo animal”.

El individualismo liberal que promueve la burguesía implica el desarrollo de un individuo no libre sino esclavo de las condiciones impuestas por la dominación capitalista.

Contra esto, queremos recordar lo que escribió Marx, hace 160 años junto a Federico Engels en el Manifiesto Comunista: “En el lugar de la antigua sociedad burguesa, con sus clases y sus antagonismos de clases, surge una asociación en la que el libre desarrollo de cada uno es la condición del libre desarrollo de todos”.

Así, la organización y la acción revolucionaria permitirán conquistar un gobierno de los trabajadores que expropie a los expropiadores y avance en la planificación democrática de la economía por parte de los verdaderos productores, de manera tal que la jornada de trabajo pueda reducirse progresivamente, en la medida que se consolida el poder revolucionario.

A este nuevo tipo de estado, los revolucionarios lo entendemos como una transición hacia la conquista del Socialismo. Es decir, hacia la extinción del trabajo asalariado y del estado mismo que, como órgano de dominación de una clase, también tenderá a extinguirse. En esta sociedad, el libre desarrollo del individuo no sólo será posible, sino que será una condición para el libre desarrollo de todos.

Entonces, cada minuto del tiempo de nuestras vidas que dediquemos a construir las herramientas necesarias para derrotar al sistema capitalista, será tiempo ganado, serán pequeñas venganzas por todo el tiempo que nos han robado.

León Trotsky, que vivió y dirigió una grandiosa revolución junto a Lenín, decía que construir un partido revolucionario “nos aporta la mayor de las felicidades: la conciencia de que participamos en la construcción de un futuro mejor, de que llevamos en nuestras espaldas una porción del destino de la humanidad y de que nuestras vidas no han sido vividas en vano”.

A esta apasionante tarea queremos aportar con este folleto.


En el mundo se vuelve a hablar de hambre, de crisis y… de la clase obrera

En los primeros años del siglo XXI el capitalismo ha logrado un ciclo de crecimiento de la economía mundial. Esto sirve para derribar varios mitos: A pesar de los avances técnicos en la producción de alimentos, cuyo nivel actual ya alcanzaría para que nadie pase hambre en el mundo, la irracionalidad capitalista hace que haya 850 millones de personas con hambre, y cada nuevo aumento de los precios de las materias primas empuje a millones más a la indigencia.

La inflación socava los salarios de los trabajadores en todo el mundo y está provocando revueltas contra el hambre y también divisiones y luchas entre los propios capitalistas. La explotación desenfrenada de los recursos naturales degrada el medio ambiente.

Contra los que hablaban de “la muerte del proletariado”: la extensión del trabajo asalariado a todas las esferas de la actividad humana, la incorporación a la explotación capitalista directa de centenares de millones de obreros y obreras de China y del resto del sudeste asiático y la incorporación, como mano de obra barata, de los trabajadores del este europeo, muestran que el capitalismo no puede hacer desaparecer a la clase obrera porque si no desaparecería la principal fuente de sus ganancias.

A pesar de la extensión del capitalismo a todos los rincones del planeta y a los más diversos aspectos de la vida, sólo han podido sostener el crecimiento económico gracias a una desenfrenada especulación financiera, que ha creado montañas de deudas y conduce a estallidos periódicos de las “burbujas”, como el que se dio con el mercado inmobiliario en Estados Unidos. Vemos así recurrentes crisis económicas nacionales o regionales. La crisis actual afecta a importantes bancos y sus efectos más duros los veremos en el próximo período, no sólo en Estados Unidos sino en todo el mundo.

La crisis de la invasión norteamericana en Irak muestra cómo un poderoso ejército, con un presupuesto militar fabuloso, no puede vencer la resistencia de un pueblo pobre, a pesar de las luchas fraticidas de las distintas fracciones de las propias masas iraquíes. Aún siendo, este presupuesto, el doble de lo que gastan las fuerzas armadas de las seis potencias que le siguen: China, Rusia, Reino Unido, Francia, Japón y Alemania.

Al próximo presidente de Estados Unidos le tocará, entonces, lidiar con estas crisis combinadas. Por esto, un sector del imperialismo impulsa la candidatura del primer “presidente negro”: Barak Obama, que se propone mantener lo esencial de la política imperialista, pero cambiando las formas políticas neoconservadoras de Bush.

En los más diversos países, desde Francia a Egipto, desde China y Vietnam a nuestra Latinoamérica, hay sectores de trabajadores que luchan. Nuevas generaciones hacen sus primeras experiencias en la lucha de clases. Frente a los golpes de la crisis, sin duda veremos luchas más importantes aún. Pero si los trabajadores no avanzan en dar su alternativa política a la crisis capitalista no faltarán variantes más de derecha, como las que triunfan en Italia, Francia o Gran Bretaña, que intentarán asestar nuevos golpes a los trabajadores -en especial a los inmigrantes-.

Necesitamos un partido internacionalista, antiimperialista, que denuncie la utopía de los que dicen que “el capitalismo se puede humanizar”. Ahí están los resultados de todos los falsos “socialistas” europeos que lo único que permitieron fue que volviera a fortalecerse la derecha y el racismo.

Necesitamos retomar las mejores tradiciones de 150 años de historia de la clase obrera, en los que se fundaron cuatro internacionales revolucionarias: los trabajadores de los distintos países no debemos enfrentarnos siguiendo los intereses de las clases dominantes, sino unirnos como hermanos de una misma clase.

El PTS lucha por poner en pie el partido mundial de la revolución socialista con organizaciones de Brasil, Bolivia, México, Chile, Venezuela, Estado Español, Alemania y Francia, con las que conformamos la Fracción Trotskista – Cuarta Internacional.


Frente a la impotencia de los gobiernos “populares”, frente al imperialismo, los terratenientes y la derecha, los trabajadores necesitamos conquistar nuestra independencia política

En Latinoamérica, donde se produjeron levantamientos revolucionarios que voltearon gobiernos en Ecuador, Bolivia y Argentina, surgieron gobiernos que se propusieron terminar con los males del “neoliberalismo” pero desviando y frenando los procesos revolucionarios. Al contrario, por vías “institucionales” lo máximo que han logrado es apropiarse de una parte de la renta extraordinaria de las materias primas en acuerdo con los saqueadores imperialistas -o pagándoles indemnizaciones- y sin tocar la propiedad terrateniente. Como por ejemplo: el petróleo en Venezuela, el gas en Bolivia o la soja en Argentina. Pero esto, lejos de permitir que los trabajadores mejoremos nuestro nivel de vida, llevó a que la derecha se envalentonara. En Brasil, el “presidente obrero” Lula lleva adelante, directamente, un programa neoliberal. En la Argentina, los Kirchner mantuvieron todo el esquema menemista de privatización de los hidrocarburos, la energía y el transporte.

En Argentina, el “gobierno de los derechos humanos” ha derogado las leyes de la impunidad y ha encarcelado a algunos genocidas emblemáticos, pero el 95% de los que masacraron a 30.000 compañeros sigue impune. Ni hablar de los empresarios, políticos, curas y burócratas sindicales que fueron colaboradores de la dictadura y que antes del golpe organizaron las bandas fascistas de la Triple A (primero en el gobierno de Perón y después en el de Isabel Perón) que mataron a casi 2.000 dirigentes obreros, estudiantiles y de la izquierda. Hoy, hay menos de 400 milicos imputados por la masacre en la dictadura, mientras cerca de 5.000 obreros, estudiantes y piqueteros están procesados por luchar.

Como dice un viejo refrán: “no se puede hacer tortilla sin romper los huevos”.

Para acabar con el saqueo de los recursos naturales, con el hambre y la miseria de los trabajadores y campesinos, hay que expropiar a los saqueadores imperialistas, a los terratenientes y a la gran burguesía.

Para terminar con la impunidad de las dictaduras militares, hay que juzgar y castigar a todos los asesinos y sus cómplices civiles.

Por eso, en Latinoamérica, luchamos en cada país para construir partidos que enfrenten a la derecha reaccionaria y pro imperialista. Pero lo hacemos desde una total independencia política de los trabajadores respecto de los gobiernos “populares” como los de Chávez o Evo Morales, para construir la alianza obrera, campesina y popular que permita llevar hasta el final las demandas que dejaron planteadas los levantamientos revolucionarios.


La experiencia de los ’70 y las lecciones para el presente

En el Cono Sur, el enorme ascenso obrero y popular de fines de los ‘60 y comienzos de los ’70 fue parte de una oleada mundial que recorrió los cinco continentes y fue también una enorme experiencia de la cual venimos sacando lecciones para las luchas actuales.

Por un lado, gestas como el Cordobazo de 1969, mostraron la alianza de los obreros y los estudiantes en las calles enfrentando a la policía y al Ejército, dejando herida de muerte a la dictadura de Onganía.

La toma de fábricas y los levantamientos en distintas ciudades del país fueron el caldo de cultivo de sectores obreros muy avanzados en el terreno político, como el clasismo cordobés.

En Chile, surgieron los poderosos Cordones Industriales y, en Argentina, las Coordinadoras Interfabriles, mostrando las tendencias a la autoorganización, superando los límites “gremiales” impuestos por las burocracias sindicales en tiempos de calma.

La juventud estudiantil vio nacer a miles de hombres y mujeres de las clases medias que abrazaban las ideas revolucionarias, “ponían el cuerpo” y buscaban la alianza con los trabajadores, al influjo de la ola mundial de radicalización política nacida de la lucha contra la guerra de Vietnam y el Mayo Francés.

Sin embargo, la experiencia fue cruenta. El gobierno “popular” de Allende en Chile no sólo fue impotente frente al golpe sanguinario de Pinochet, sino que permitió que la derecha fascista “acumulara fuerzas” durante su gobierno.

Las guerrillas pretendieron desarrollar una lucha armada contra el estado burgués por fuera de la autoorganización masiva de los trabajadores y terminaron en la más absoluta impotencia.

La radicalización obrera no llegó a derrotar a las burocracias sindicales (peronistas en Argentina, del Partido Comunista y el Partido Socialista en Chile).

El peronismo, en nuestro país, mostró cuán trágicamente falsa era la teoría de su ala izquierda “nacional y popular” que sostenía que todo movimiento revolucionario de la clase trabajadora iba a surgir dentro del peronismo sin atacar la idea fundamental del General Perón: que era posible que los trabajadores unan sus intereses a los “patrones nacionales” y a los “sectores patrióticos” de las Fuerzas Armadas.

Como movimiento político de conciliación de clases, el peronismo fue el gran freno que impidió que la clase obrera estuviera a la altura de enfrentar y derrotar el golpe genocida.

Una de las lecciones más importantes de esta etapa, para la izquierda, es que las corrientes que se reivindicaban marxistas revolucionarias llegaron muy débiles al ascenso, tanto políticamente (por su adaptación previa a las tendencias guerrilleristas) como en organización (por no tener miles de militantes obreros insertos en las principales empresas). Al no surgir poderosos partidos de trabajadores revolucionarios, triunfaron los golpes militares.

“Nuestras clases dominantes han procurado siempre que los trabajadores no tengan historia, no tengan doctrina, no tengan héroes ni mártires. Cada lucha debe empezar de nuevo, separada de las luchas anteriores: la experiencia colectiva se pierde, las lecciones se olvidan. La historia aparece así como propiedad privada, cuyos dueños son los dueños de todas las otras cosas”, afirmaba con razón el periodista y militante Rodolfo Walsh, asesinado por la dictadura genocida en 1977.

Es fundamental retomar las lecciones de esas experiencias que mostraron el peso social y la potencialidad revolucionaria de la clase trabajadora. La lucha de clases, en este siglo en Latinoamérica, muestra que esta tierra que vio crecer las formas más variadas de luchas campesinas y obreras, que tuvo su revolución socialista en Cuba, que está llena de muertos, que incluso hasta hoy miles de cuerpos continúan desaparecidos, que la siguen expoliando las multinacionales imperialistas y las clases dominantes nativas con su larga historia llena de barro y de sangre, verá nuevas revoluciones.

El marxismo revolucionario se propone sintetizar la experiencia histórica de la única clase capaz de dirigir un proceso revolucionario que supere definitivamente al capitalismo: la clase obrera.

Esa síntesis es el programa y la estrategia de lucha por el poder de los trabajadores, como transición al socialismo, es decir, hacia la derrota del imperialismo a escala internacional y la desaparición de todo estado. Y la herramienta más eficaz que ha mostrado la historia para luchar por ese programa es el partido revolucionario. Un fuerte partido, enraizado en las principales concentraciones de trabajadores, del movimiento estudiantil y los sectores más empobrecidos de la ciudad y el campo, será capaz de desarrollar las organizaciones democráticas de los trabajadores y sectores oprimidos de la sociedad que ellos mismos crearán para la lucha, extendiéndolas y centralizándolas, generando las condiciones para que el gobierno de los trabajadores se base en nuevas formas de democracia de los explotados, retomando la tradición internacional de los consejos de obreros, campesinos y soldados.

El análisis histórico de la experiencia latinoamericana en general y argentina en particular, confirman que ésta es la única estrategia revolucionaria que puede conducir al verdadero triunfo sobre los explotadores. Esta estrategia tuvo su gran comprobación histórica en la Revolución Rusa de 1917, y continuó luego en la lucha emprendida por León Trotsky y sus seguidores contra la degeneración stalinista, que llevó a la fundación de la Cuarta Internacional en 1938. Los límites y deformaciones burocráticas de las siguientes revoluciones del siglo XX (China, Cuba, Yugoslavia, etc.) confirmaron aquella estrategia como la única capaz de conducir efectivamente a la derrota del imperialismo y la construcción del socialismo. La lucha del PTS por esta estrategia surge de entender al marxismo no como un dogma sino como “álgebra de la revolución”, entroncando con lo mejor de la propia experiencia de nuestra clase, y con este objetivo promovemos la fusión entre la intelectualidad marxista y la vanguardia obrera y estudiantil en un gran partido revolucionario.

Defender la vigencia de la estrategia y el programa del marxismo revolucionario permite intervenir mejor en las luchas del presente. Por ejemplo, por buscar llevar a la práctica ese programa, respondiendo al desarrollo real de los procesos concretos, los dirigentes obreros del PTS en Zanon, empezando por Raúl Godoy, pudieron estar entre los principales impulsores, junto a los dirigentes independientes del Sindicato de Obreros y Empleados Ceramistas de Neuquén (SOECN), de la lucha por el control y la gestión obrera de esa fábrica. La propia experiencia del conjunto de los obreros de Zanon, que comenzaron reclamando la apertura de los libros de contabilidad para demostrar que la crisis aducida por la empresa era su propia responsabilidad y que seguía obteniendo ganancias, y terminaron ocupando la fábrica y poniéndola a producir, mostró cómo el programa de los marxistas revolucionarios responde a la dinámica misma del desarrollo de la lucha (lo cual implica también acuerdos parciales cuando la relación de fuerzas lo impone, como fue el caso de aceptar la forma legal de cooperativa para la gestión obrera de la fábrica, continuando la lucha por expropiación y estatización bajo gestión obrera).


La crisis con el “campo” mostró la necesidad de un fuerte partido de trabajadores revolucionario que levante un programa de independencia política y lucha contra todos los bandos patronales

Estamos viviendo la crisis política más profunda desde el 2001, producto de la división de la clase dominante argentina alrededor de quién se apropia de la renta extraordinaria que genera la producción agropecuaria.

De un lado, el gobierno de los Kirchner, defensor de la recaudación fiscal para pagar la deuda externa, mantener los millonarios subsidios para garantizar las fabulosas ganancias de las grandes empresas, tener una fuerte caja para “comprar voluntades” y seguir promoviendo a la “burguesía K” que se está asociando a las trasnacionales en Repsol, Aerolíneas y otras empresas privatizadas. Muestra lo máximo a lo que puede llegar un “peronismo de centroizquierda”.

Del otro lado, los terratenientes y la burguesía agraria, que quieren seguir gozando de los fabulosos beneficios que les deja el alza de los precios de las materias primas –que generan hambre para millones- y los salarios miserables que les pagan a los peones rurales súper explotados, los verdaderos productores en la Pampa Húmeda (a los campesinos pobres los han expulsado hacia las tierras menos fértiles o directamente a las villas).

Para el conjunto de los trabajadores esta crisis se ha transformado en una gran escuela política que revela los intereses de clase de los sectores dominantes en el país.

El gobierno ha quedado debilitado; su apoyo está reducido al aparato del PJ, el ala moyanista de la CGT, los “oficialistas” de la CTA, y un sector de la “intelectualidad crítica” que tras la “defensa del gobierno popular frente a la derecha” esconde su cobardía en cuanto a proponer un cambio profundo, desnudando su comodidad en los cargos estatales y para-estatales (como en el diario Página 12).

Por esto, el gobierno tuvo que apelar a la maniobra del “debate” en el Congreso, que terminará en una reapertura de la crisis o en una negociación por el reparto del botín, contra los intereses de los trabajadores y el pueblo pobre.

La clase obrera no pudo presentar una alternativa independiente, fundamentalmente por el alineamiento de las direcciones sindicales de la CGT y la CTA con el gobierno, y algunos sindicatos con el “campo”.

Quienes también aportaron su granito de arena en contra de que existiera un fuerte polo político independiente, fueron organizaciones de izquierda como el PCR, el MST, IS y otros que apoyaron el lock out de la gran patronal agraria, tradicionalmente golpista y antiobrera. Estas organizaciones han protagonizado una capitulación política de enorme trascendencia.

Desde el PTS impulsamos un polo de independencia política, que se expresó en el acto realizado en el Obelisco, al comienzo de la crisis (28 de marzo) con el MAS y el PO.

Lamentablemente, las vacilaciones del PO, impidieron que este polo se desarrollara.

El 1° de mayo no aceptaron hacer un gran acto en Plaza de Mayo, independiente del gobierno y de las entidades patronales del “campo”. ¡En medio de la crisis, el PO terminó haciendo un acto con pequeños grupos que habían apoyado el lock out!

Sin embargo llevamos adelante distintas iniciativas unitarias en este sentido. El pronunciamiento de decenas de organizaciones sindicales y estudiantiles, así como la importante declaración firmada por más de 400 intelectuales, docentes y trabajadores de la cultura, muestran que una posición que parta de la independencia política de los trabajadores –desde ya silenciada por los medios de comunicación oficiales y “opositores”- puede abrirse camino en la polarización entre los dos bandos capitalistas.

Esta crisis ha permitido hacer más concreto el programa anticapitalista que deben levantar los trabajadores: La nacionalización de las tierras (empezando por las de los terratenientes y grandes burgueses agrarios), de los puertos, de las grandes empresas exportadoras y de producción de fertilizantes y semillas, junto al monopolio del comercio exterior.

Son medidas elementales, necesarias para establecer un plan racional de producción agropecuaria que permita producir alimentos baratos y dar tierra a aquellos chacareros que quieran trabajarla sin explotar mano de obra asalariada. A la vez permitiría impulsar la organización de grandes estancias colectivas.

En el mismo sentido, se torna necesaria la nacionalización del petróleo, el gas, la minería, la pesca y la siderurgia.

La eliminación del IVA (que representa una buena parte de los ingresos fiscales), el establecimiento de impuestos progresivos a las grandes fortunas, el no pago de la deuda externa y la nacionalización de la banca y del sistema de AFJPs, permitirían la utilización de estos millonarios recursos para hacer un verdadero plan nacional de obras públicas bajo el control de los trabajadores al servicio de los intereses populares, comenzando por la salud y la educación públicas.

La necesidad del ajuste de los salarios en base a la inflación (luchando por un INDEC bajo control de los trabajadores y no de los funcionarios), la reapertura de las paritarias, la lucha contra el trabajo en negro y por un salario acorde a la canasta familiar.

Este programa es el único que puede dar una perspectiva progresiva a los campesinos expulsados de sus tierras y también a los pequeños productores que no quieran transformarse en simples explotadores de los peones rurales o en rentistas y, por esta vía, terminar uniendo sus intereses a los de la Sociedad Rural.

Con esta crisis se evidenció también que podemos mostrar con más claridad cómo los intereses de los trabajadores, de los campesinos y los pequeños productores (no explotadores), son contrapuestos a los de las distintas fracciones de los capitalistas.

Pero se hace más evidente también la necesidad de los trabajadores de contar con un gran partido propio que les permita levantar una voz potente y aprovechar las brechas de los de arriba para avanzar en la lucha y organización por sus intereses y los de todos los sectores explotados y oprimidos.


El que lucha sólo cuando tiene el triunfo asegurado no sirve para la clase trabajadora

Nuestro partido ha hecho todo lo que estuvo a nuestro alcance para apoyar, sin ningún sectarismo, a los trabajadores que se rebelaron y fueron duramente atacados por las patronales, el gobierno y la burocracia sindical.

Ha habido triunfos, como los trabajadores rurales del ajo de Mendoza que consiguieron la reincorporación de sus delegados; los Cuerpos de Delegados del Subte y la línea 60 que lograron frenar los ataques combinados de la patronal y la UTA; los obreros de la fábrica Werthein de secado de frutas de Río Negro que lograron todas sus reivindicaciones; los obreros de FATE que recuperaron la seccional San Fernando del SUTNA (aunque no pudieron evitar el despido de un activista); los de Stani y Bonafide que eligieron nuevos delegados derrotando las listas de Daer, junto a Terrabusi y Pepsico, las principales fábricas de la alimentación de la zona norte del GBA que cuentan con delegados independientes de la burocracia. Los obreros de Zanon y los trabajadores del Bauen mantienen la gestión obrera luego de más de 6 años, a pesar de que no han sido expropiados los establecimientos a los patrones vaciadores.

Pero también estamos orgullosos de haber peleado hasta el último minuto en las heroicas luchas que fueron derrotadas, como la de las trabajadoras y trabajadores del Casino de Buenos Aires y la de los obreros de MAFISSA. En ambos casos, luego de meses de resistencia contra lock outs de los patrones, éstos tuvieron que apelar a la represión y la presión del hambre y la burocracia sindical para poder doblegarlos. A los obreros de MAFISSA tuvieron que sacarlos de la fábrica con un mega operativo de 700 policías, después de resistir casi 8 horas.

Estos combates están mostrando qué falsas eran las ilusiones de los que pensaron que con el gobierno de los Kirchner íbamos a poder recuperar lo que habíamos perdido (nos decían que “de a poco”, sin pedir “mucho”). Han pasado 5 años de crecimiento económico histórico y recién recuperamos el nivel de salarios reales del 2001.

En el 2007, el gobierno y la burocracia sindical, con el verso de los índices truchos del INDEC, negociaron aumentos de salarios por debajo de la inflación, lo que significa que los salarios reales comenzaron a caer nuevamente.

Kirchner y Cristina se aliaron sin vergüenza con la burocracia sindical y allí donde hay delegados combativos, los persiguen y atacan sin piedad. Pero su gobierno ha quedado debilitado luego de la crisis con el campo y el “modelo” K, que permitió conformar más o menos a todos, comenzó a agotarse, como lo muestra la inflación.

En este marco surgió otra discusión entre los sectores combativos. Hay compañeros (muchos integrantes del auto-disuelto Movimiento Intersindical Clasista) que opinan que las luchas del Casino y Mafissa fueron “ultras”, “pasadas de rosca”.

Consideran que estuvo mal que los delegados no aceptaran el despido masivo del activismo (en el primer caso, 70, en el segundo, 100 compañeros y compañeras). De esta manera, dicen, hoy los delegados no estarían afuera de las empresas, prácticamente despedidos. Llevado hasta sus últimas consecuencias, con este razonamiento, toda gran lucha frente a un enorme ataque patronal es “ultraizquierdista”, porque cuando uno inicia una gran lucha nunca el triunfo está asegurado.

Es más, en este régimen social donde el estado está al servicio de los patrones, la clase trabajadora en general tiene más factores en contra que a favor (la burocracia sindical, la justicia, la policía, etc.). Si no fuera así, ¿por qué haría falta una revolución para terminar con este sistema? Pretender dar las luchas que sólo tengan el triunfo asegurado, es una utopía que encubre una falta total de verdadera voluntad de lucha.

Nosotros pensamos lo contrario: las luchas bien dadas, donde se muestra la capacidad de organización y combate, donde se vive el espíritu de fraternidad entre los trabajadores (no de palabra sino verdadero), donde nacen frases como “si tocan a uno, tocan a todos”, aunque algunas terminen en derrotas, son las que permiten que la clase trabajadora se transforme en sujeto de su propio destino.

Los que nos consideramos revolucionarios aportaremos todo lo que esté a nuestro alcance para que las luchas triunfen, pero si a pesar de estar bien dadas, son derrotadas, somos sus defensores incondicionales.

Allí nuestra obligación es organizar a los mejores compañeros para que no se desmoralicen, sigan organizados y avancen a transformarse en militantes obreros revolucionarios, fogueados en la lucha de clases, que serán mucho mejores en las próximas batallas.


Entramos en un período de transición hacia nuevas crisis. La clase trabajadora está en condiciones de enfrentar a la patronal, al gobierno y a la burocracia sindical

La división en la clase dominante argentina (que dejará huellas profundas aunque se “arregle” la puja entre el gobierno y el campo), la debilidad del estado que se manifestó en esta crisis y los síntomas de agotamientos del “modelo K” plantean que se abre una situación o período de transición hacia nuevas crisis, que generarán nuevas respuestas generalizadas de los explotados.

Tenemos que prepararnos para que, en el mediano plazo, resurjan y se multipliquen procesos de luchas de los trabajadores (estatales o privados, permanentes o contratados) que no se limitarán a demandas puntuales sino que muy probablemente cuestionarán al gobierno y a sus agentes “sindicales”.

Tenemos que prepararnos para un nuevo auge obrero que sacuda al país, al calor del cual grandes sectores de trabajadores podrán culminar su experiencia política con el peronismo y las distintas alas del PJ y otras variantes patronales.

Las experiencias previas de los explotados adquirirán todo su valor: la ocupación y puesta en funcionamiento de las fábricas vaciadas, la organización de los desocupados, la práctica de las asambleas que distingue al nuevo “sindicalismo de base” extendido a los más diversos sectores de la clase trabajadora.

Tenemos que prepararnos para que vastos sectores de estudiantes secundarios y universitarios salgan a luchar por sus derechos junto a los trabajadores.

Necesitamos llegar a ese momento con una fuerte organización política que sea un polo que permita avanzar en construir un partido de los propios trabajadores que influencie a millones, evitando que esa experiencia sea canalizada por nuevas variantes burguesas o de conciliación de clases.

Por todo esto, pensar que se puede hacer sindicalismo sin meterse en política, sin tener en claro quiénes son los amigos y quiénes los enemigos, sin asumir que es una pelea de largo aliento y hasta el final, no nos sirve para prepararnos seriamente para las luchas y abre las puertas a los que querrán corromper a los nuevos delegados.

Para organizarnos mejor en las fábricas y empresas, para que los cuerpos de delegados, internas y sindicatos sean más poderosos, para preparar seriamente la autodefensa, ante los inevitables ataques legales o ilegales de los patrones y su Estado, los activistas y dirigentes más conscientes necesitan establecer lazos de coordinación y organización, pero también deben asumir la construcción de una dirección política propia de los trabajadores, un estado mayor de los explotados, es decir, un partido. Esta tarea no puede quedar reducida a los militantes de la izquierda, pues un partido de trabajadores revolucionario será una herramienta poderosa para la vanguardia obrera si precisamente reúne a los mejores compañeros. Si no, no hay partido y los primeros perjudicados serán los propios trabajadores.


El movimiento estudiantil: energía para la lucha e ideas para la revolución

Hay 1,3 millones de estudiantes en las universidades públicas. Varios millones de estudiantes secundarios. Como lo mostraron los “pingüinos” en Chile en el 2006, la lucha masiva de los estudiantes puede poner en jaque a los gobiernos que destruyen y privatizan cada vez más la educación pública.

En nuestro país, importantes sectores estudiantiles se identifican con las distintas variantes de la izquierda y son solidarios con las luchas de los trabajadores.

La clase trabajadora debe tomar en sus manos las banderas de la juventud no sólo porque es un aliado para la lucha y tiene en sus filas a muchos jóvenes que son víctimas de las razzias policiales y la discriminación, así como muchos trabajadores que estudian, sino porque somos los propios trabajadores y los sectores más empobrecidos de la sociedad los que más perdemos con la degradación de la educación y la salud públicas (dependiendo cada vez más de la educación y la salud “de gestión privada”, como llama la presidenta a los empresarios que hacen negocios con las escuelas y sanatorios).

La unidad obrero-estudiantil en las luchas, siguiendo las tradiciones del Cordobazo y el Mayo Francés, puede ser la base para una unidad más profunda si se condensa en un nuevo proyecto de sociedad.

Las agrupaciones estudiantiles que impulsa el PTS, En Clave ROJA en la universidad, el movimiento No Pasarán en secundarios y la juventud trabajadora, llevan adelante la lucha por las demandas juveniles y educativas, contra la represión y la impunidad, junto al combate desde el marxismo contra las ideologías de la clase dominante que buscan justificar el orden burgués y poner el desarrollo de la ciencia y la técnica al servicio de la explotación y no de las necesidades de los sectores populares.


La liberación de las mujeres para la revolución, la revolución para la liberación de las mujeres. Plenos derechos para los inmigrantes Un partido contra todo tipo de opresión

En el último siglo, las mujeres han conquistado los derechos a votar y ser votadas, a ser independientes de la tutela del marido, a divorciarse, a trabajar, estudiar en las universidades y ejercer su profesión… ¡ínfimos derechos que la mitad de la humanidad no tuvo hasta recién entrado el siglo XX! Sin embargo, ni siquiera estos mínimos derechos democráticos pueden ser ejercidos por todas las mujeres.

Porque el capitalismo no sólo ha conquistado para sus mercados a pueblos enteros, tierras vírgenes y parajes inhóspitos, sino también a las mujeres, las niñas y los niños y, como nunca antes en la historia de las sociedades de clase.

Ha empujado a millones de mujeres al mercado laboral para explotarlas doblemente, con salarios 30% menores que los de los varones por la misma tarea, confinándolas a los trabajos más precarios. Las sobrecarga con la doble jornada que significa el trabajo doméstico no remunerado que recae, en la enorme mayoría de los casos, sobre sus espaldas.

Hoy, las mujeres representan el 40% de la fuerza de trabajo internacional, eso significa que, en la última década, 200 millones de mujeres se incorporaron a las filas de la clase trabajadora: el 42% de las mujeres que trabajan lo hace en el servicio doméstico y otras ramas de los servicios, otro 40% en la agricultura. Sin embargo, hay casi 82 millones de mujeres en edad de trabajar y que no lo consiguen, mientras que de los 1.300 millones de pobres que engendra este sistema de explotación y miseria, el 70% son mujeres y niñas.

La pobreza, el hambre y la miseria también empujan a millones de personas a la inmigración en las peores condiciones. Para el año 2000, 140 millones de personas -¡casi el 2% de la población mundial!- vivían en un país en el que no habían nacido.

Mujeres y hombres migrantes son uno de los sectores más humillados entre los explotados, perseguidos por las fuerzas represivas, condenados a condiciones de semi-esclavitud por quienes los contratan ilegalmente, marginados y discriminados por prejuicios xenófobos que fomenta la ideología de la clase dominante para mantenernos desunidos. También entre los migrantes aumenta cada vez más la proporción de mujeres que abandonan su tierra de origen en busca de un trabajo que les permita mantener a sus familias.

Entrelazadas con estas condiciones de explotación, las mujeres son las principales víctimas del acoso sexual y moral en los lugares de trabajo, nuestros hijos son un “estorbo” para los patrones que no garantizan guarderías en las empresas y establecimientos fabriles, reniegan de pagar las cargas sociales o despiden a las mujeres embarazadas.

Sin embargo, la familia, el Estado, la Iglesia y la educación repiten que no es “una verdadera mujer” quien no es madre. Aún así, cada año se practican 50 millones de abortos en el mundo, de los cuales la mitad se hace clandestinamente y en condiciones inseguras, provocando la muerte de casi 70 mil mujeres jóvenes, trabajadoras y de los sectores populares, 500 en Argentina. Y aunque el derecho al aborto libre y gratuito, que evitaría tantas muertes, está vedado, el acceso a los anticonceptivos sigue siendo dificultoso para millones de mujeres.

Pero, además, la dominación patriarcal –a través de las costumbres, la Iglesia, los medios, etc.- “enseña” que las mujeres deben ser sumisas y obedientes y los varones deben ser fuertes y poderosos. Y esta “enseñanza” cobra víctimas entre las mujeres: violaciones, abusos y golpes que, en algunos casos, llegan hasta la muerte.

Esta situación opresiva que pesa sobre las mujeres se ejerce a través de la familia, la Iglesia, la educación, el Estado. ¿Cómo enfrentar la opresión, entonces, sin estar organizadas? Es necesario que las mujeres se organicen ampliamente para luchar por sus derechos y las mejores condiciones de existencia posibles en este sistema.

Pero la “igualdad” que propone el feminismo que no cuestiona la explotación capitalista es utópica, porque este sistema se fundamenta en la más profunda de las desigualdades: la de un puñado de parásitos dueños de todo que vive a expensas de la explotación de millones de trabajadoras y trabajadores.

Por eso, peleamos por la emancipación de las mujeres, para que codo a codo, hombres y mujeres explotados y oprimidos podamos luchar contra este sistema que nos mantiene en estas condiciones. Sólo la revolución socialista, que acabe con la explotación, puede sentar las bases para la íntegra emancipación de las mujeres.

En el mismo sentido, enfrentamos todo tipo de discriminación hacia los inmigrantes y particularmente la que intenta dividirnos de nuestros hermanos de clase. ¡No puede liberarse quien oprime a otros!

Defendemos, también, el derecho de todas las personas a ejercer libre y responsablemente su sexualidad como lo deseen, sin que esto fuera motivo de discriminación. Reivindicamos la lucha de las organizaciones de gays, lesbianas, travestis, transexuales, etc. por sus derechos.

La agrupación de mujeres Pan y Rosas que impulsa el PTS, junto con decenas de trabajadoras y estudiantes independientes, lleva adelante la lucha por los derechos democráticos de las mujeres, por los derechos de las mujeres trabajadoras, contra toda forma de opresión, junto al combate contra la ideología burguesa que pretende mantener a las mujeres en la sumisión bajo argumentos pretendidamente racionales. Pero también, desde el marxismo, abrimos la reflexión y el debate sobre otras visiones acerca de la opresión de las mujeres, que proponen utópicamente su liberación en los estrechos marcos de este sistema que se mantiene con la explotación de la fuerza de trabajo de millones de seres humanos. Lo hacemos con la convicción de que, en su lucha contra la explotación, no habrá mejores aliados para la clase obrera que todos aquellos sectores de la sociedad cuyos objetivos y necesidades no pueden ser satisfechas por este sistema en descomposición: el campesinado, los pequeños comerciantes arruinados por los grandes capitalistas, las clases medias urbanas empobrecidas, el movimiento estudiantil, la juventud rebelde, las minorías oprimidas y las mujeres que quieran liberarse de las cadenas que hoy la oprimen doblemente.


Sin sectarismo, tomar partido

La crisis entre el gobierno y el “campo” ha generado una amplia politización en franjas de los trabajadores y la juventud. Aunque no exista una fuerte alternativa de los trabajadores, tenemos que aprovechar estas brechas no sólo para luchar allí donde se pueda, sino para alentar a que los trabajadores “tomen partido” contra los dos bandos capitalistas.

La necesidad de construir un partido revolucionario que hemos desarrollado en los puntos anteriores, no la formulamos para construir una secta. El PTS ha sido muy intransigente en decir la verdad contra los que, diciéndose de izquierda, alientan alianzas con figuras de la centroizquierda y ¡hoy “luchan” junto a la oligarquía!, pero a su vez hemos sido muy amplios en promover la organización de los trabajadores y todo paso en su independencia política.

Alentamos la elección de nuevos delegados honestos y combativos en los lugares de trabajo, más allá de su ideología política. Impulsamos la coordinación para la lucha, haciendo permanentes exigencias incluso a burócratas sindicales cuando son la dirección real de los sindicatos.

Organizamos actividades culturales y deportivas que sirvan para mejorar la relación entre los trabajadores, contra la regimentación que quieren imponer las empresas en nuestras vidas.

Promovemos la formación de agrupaciones en las empresas y gremios en base a los puntos que unifiquen a los sectores más consecuentes. Por ejemplo, en la zona norte del Gran Buenos Aires, la mayor concentración obrera del país, estamos organizando una corriente obrera en más de 20 grandes fábricas y empresas, donde trabajan más de 20.000 obreros.

Luchamos por centros y federaciones estudiantiles democráticas y para la lucha, que busquen la unidad con los trabajadores.

En las elecciones, impulsamos la formación de alianzas que partan de defender la independencia política de los trabajadores. En las últimas elecciones presidenciales formamos el Frente de Izquierda y los Trabajadores por el Socialismo con Izquierda Socialista y el MAS (el PO se negó a integrar este acuerdo).

Propusimos en diciembre del 2007, mediante la “Carta a la Izquierda Obrera y Socialista”, abrir la discusión entre las organizaciones que se reclaman obreras y socialistas para dar pasos hacia la construcción de un gran partido revolucionario unificado, donde las actuales corrientes nos fusionemos sobre bases programáticas y metodológicas comunes. Insistiremos en esta propuesta, sobre todo al PO y al MAS (con quienes hemos coincidido en una posición independiente frente al lock out agrario).

Planteamos que los que nos reivindicamos de la izquierda obrera y socialista, como parte de la construcción de un partido revolucionario común, debíamos proponer a las organizaciones y dirigentes obreros que se reivindiquen clasistas (de comisiones internas, cuerpos de delegados, de sindicatos como el Ceramista de Neuquén o del Neumático de San Fernando, e incluso sectores de la CTA independientes de la dirección kirchnerista de Yasky) impulsar en común la construcción de un Partido de Trabajadores que tenga como base de principios la independencia política de los trabajadores frente a todas las variantes patronales, y un programa acorde con ello. Hemos llevado esta idea a miles de trabajadores, como forma de contraponer a la reconstrucción del peronismo que están impulsando los Kirchner, y a las alternativas de centroizquierda que insisten en conciliar con sectores patronales, la necesidad de los trabajadores de construir su propio partido.

Fomentamos el debate político a través de nuestro semanario La Verdad Obrera, los programas de radio semanales como Pateando el Tablero, la publicación diaria de noticias en nuestra página web.

Impulsamos las revistas Lucha de Clases y Estrategia Internacional, así como el Instituto del Pensamiento Socialista “Karl Marx” (IPS) y el Centro de Estudios, Investigaciones y Publicaciones “León Trotsky” (CEIP), desde los que hemos editado decenas de libros de teoría y política marxista, incluyendo análisis de experiencias históricas (como Insurgencia Obrera en Argentina 1969-1976), entre otros. Además publicamos revistas y organizamos cátedras marxistas en las universidades y aportamos a la formación de decenas de jóvenes intelectuales marxistas militantes del PTS. Consideramos la lucha ideológica contra las ideas dominantes, como parte esencial de la tarea de recrear el marxismo como teoría viva, contra los intelectuales conformistas y el desprecio de la teoría que prima en gran parte de la izquierda.

Organizamos círculos de discusión y acción con los trabajadores y estudiantes que quieran conocer más nuestro funcionamiento. Construimos así el PTS, inserto en los lugares de trabajo, de estudio, de vivienda.

Somos conscientes de que aún estamos lejos de poner en pie ese gran partido revolucionario internacionalista que necesita la clase obrera. Pero sabemos que la organización que tenemos no sólo puede sino que debe hacer hoy aportes fundamentales a la lucha y a la organización y formación de los dirigentes y cuadros que construirán la dirección revolucionaria de la clase obrera. Queremos que los trabajadores y estudiantes que quieran luchar en serio contra este sistema hambreador y degradante sean parte, con nosotros, de esta batalla del presente, de la cual depende nuestro porvenir.

Prensa

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