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Mujer

ELLAS, mujeres de la clase obrera

Sylvia Pankhurst

Sylvia Pankhurst nació en Inglaterra en 1882. Junto a su madre Emmeline y su hermana Christabel –conocidas como “las Pankhurst”-, se transformaron en emblema del movimiento feminista, por su lucha por el derecho al voto para las mujeres.

Celeste Murillo

10 de mayo 2007

Sylvia Pankhurst nació en Inglaterra en 1882. Junto a su madre Emmeline y su hermana Christabel –conocidas como “las Pankhurst”-, se transformaron en emblema del movimiento feminista, por su lucha por el derecho al voto para las mujeres.
En 1903, fundaron la Unión Social y Política de las Mujeres que, entre sus acciones más conocidas, organizó en Londres una movilización de 400.000 mujeres sufragistas que terminó con iglesias y comercios incendiados. Incluso llegaron a protestar en las famosas carreras de caballos del Derby, para reclamar el derecho al voto ante el Príncipe de Gales. Y Sylvia, encarcelada en diversas oportunidades, enfrentó a los tribunales con huelgas de hambre, de sed y de sueño, proponiéndose como su propia abogada defensora.

Hoy puede parecer inocente esta pelea tan dura por el derecho a votar. Sin embargo, hasta principios de siglo XX, las mujeres estaban privadas de ejercer incluso este mínimo derecho. Ante esta situación, eran muchas las que se sumaban al reclamo, incluso vastos sectores de trabajadoras. En 1901, por ejemplo, las obreras de una planta de algodón habían levantado este derecho como necesidad para acabar con la discriminación y la explotación.

A los 24 años, Sylvia Pankhurst abandonó sus estudios universitarios y, en 1911, publicó Historia del movimiento de mujeres sufragistas. En ese momento, empezaban a surgir sus diferencias con la Unión fundada por su madre. La I° Guerra Mundial ahondó aún más estas divergencias: Sylvia no estaba de acuerdo con apoyar al gobierno británico en la guerra, como sí lo hacía su madre Emmeline, quien seguía llamando a las mujeres a movilizarse por el derecho al voto, pero bajo el lema “Rights to serve” (Derechos para servir). Sylvia, años más tarde, se refería a este período con estas palabras: “Para mí, eso era una traición trágica al movimiento (...).Trabajamos continuamente por la paz, enfrentadas a una dura oposición de viejos enemigos y, lamentablemente, a veces de viejos amigos”.

Tanto es el patrioterismo de Emmeline Pankhurst que la Unión por ella fundada le cambia el nombre a su periódico La Sufragette (La Sufragista), por el más nacionalista de La Brittannia, bajo el lema “Por el Rey, por el País, por la Libertad”. Sylvia, finalmente, se apartó de la organización y fundó el Ejército de Mujeres por la Paz, volcándose de lleno a la militancia en las filas del Partido Laborista, donde publicó un periódico para mujeres trabajadoras al que tituló El Acorazado de las Mujeres, en homenaje al acorazado Potemkin de la Revolución Rusa de 1905.

Sylvia recorría los barrios obreros para organizar a las mujeres trabajadoras y luchar por sus demandas. En la vereda de enfrente, la Unión planteaba que había que suspender los reclamos sectoriales de las mujeres, para apoyar al gobierno embarcado en la guerra mundial.

Luego, Sylvia apoyó la Revolución Rusa de 1917, visitó la Unión Soviética –donde conoció a Lenin- y, a su regreso a Inglaterra, pagó con cinco meses de prisión la simpatía “pro-comunista” que expresaban sus artículos. En 1918, finalmente, se extendió el derecho al voto a algunas mujeres mayores de treinta años; Sylvia denunció que el mismo estaba limitado, además, a las mujeres propietarias.

Fue fundadora del Partido Comunista inglés, aunque abandonó la militancia años más tarde, horrorizada por la represión stalinista contra la oposición. En los ‘30 apoyó la Revolución Española y colaboró con los trabajadores judíos perseguidos por el régimen nazi en Alemania.

Luego de ser una activa militante contra la ocupación italiana a Etiopía, se mudó a ese país con su compañero Carlo y su hijo Richard y murió en África en 1960, a los 78 años de edad.
Alguna vez dijo: “Quisiera despertar a esas mujeres sumergidas en las masas para que sean, no sólo personas más afortunadas, sino combatientes por cuenta propia...”

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