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Internacional

Síntomas de recuperación de la clase trabajadora polaca

El 16 de julio último, después de 25 días de lucha, las enfermeras polacas levantaron su campamento, instalado frente al despacho del Primer Ministro Jaroslaw Kaczynski.

9 de agosto 2007

El 16 de julio último, después de 25 días de lucha, las enfermeras polacas levantaron su campamento, instalado frente al despacho del Primer Ministro Jaroslaw Kaczynski.

Frente a la negativa del gobierno a la negociación, el Sindicato Nacional de Enfermeros y Parteras (Ozzip) tomó la decisión de levantar “el poblado blanco”. Las enfermeras no han obtenido el aumento de presupuesto de salud que exigían, ni el aumento de salarios de 1000 zlotys para todas (267 euros), recibiendo actualmente un salario de 1200 a 1500 zlotys (de 316 a 395 euros). La única concesión del gobierno es la incorporación al salario de la prima obtenida en las huelgas del 2006, que se terminaba a fines de octubre, y que ahora será integrada definitivamente a su salario básico. El 19 de septiembre se prepara una gran manifestación intersindical para exigir un servicio de salud decente.

Una larga lucha

Los primeros en iniciar la huelga fueron los médicos. Después de 8 semanas de paralización de sus tareas, el primer ministro trató de conseguir la división de los trabajadores de la sanidad negándose a negociar con los médicos e invitando a hablar a las enfermeras.
Pero el tiro le salió por la culata y las enfermeras iniciaron sus propios reclamos. Indignadas, cuatro enfermeras decidieron ocupar una de las oficinas de la Cancillería del Primer Ministro y no salir de ella mientras no comenzasen las negociaciones sobre sus reivindicaciones. “La ocupación de un local público es un delito que deberíamos denunciar en la fiscalía y yo no me puedo sentar a una mesa con delincuentes”, respondió Jaroslaw.

Las enfermeras más indignadas y muy ofendidas se declararon en huelga de hambre e instalaron centenares de carpas frente a la oficina del primer ministro. Jaroslaw volvió a echar leña al fuego cuando dijo que “para la salud es bueno a veces no cenar”. Esta nueva provocación fortaleció el odio y determinación en la lucha de las enfermeras, a la vez que logró aumentar la solidaridad activa de otros sectores de la población. Muchos residentes de Varsovia hicieron llegar comida, mantas y bolsas de dormir a los huelguistas acampados durante días. Y desde el 20 de junio, representantes de los mineros se unieron al “poblado blanco” para garantizar su seguridad y allí se quedaron hasta el final.

Un ejemplo para todos los trabajadores polacos

Las reivindicaciones de las enfermeras son enormemente populares. La simpatía con que otros sectores obreros vieron su huelga, en particular los trabajadores metalúrgicos y mineros, fue significativa. Durante la misma una encuesta de opinión mostraba que un 72 % de la población estaba a favor de las enfermeras y un 11 % apoyaba al gobierno en este punto. Esto en el marco que cae la popularidad del gobierno populista de derecha polaco y que el mismo se encuentra cada vez más débil.

Pero más importante que esto según un articulo aparecido en Rouge “ ...el movimiento dio ideas a otros: en diversos sectores, las huelgas y los conflictos salariales se han multiplicado.
El “poblado blanco” permitió también recrear la tradición de autoorganización de los asalariados: constituido en comuna con una ‘administración’ elegida, el ‘poblado blanco’ hacía recordar las huelgas con ocupación de 1980-1981. Las enfermeras han ido incluso más allá: se organizó ahí mismo una universidad libre que tuvo para su primer curso al antiguo vocero del Sindicato Solidaridad en 1980-1981, Karol Modzelewski.

Durante tres fines de semana seguidos el poblado se transformó en centro médico gratuito, permitiendo a la población de Varsovia beneficiarse de exámenes médicos básicos.” (Rouge 2216, 26/7/2007).

Estos elementos señalan una recuperación de la clase obrera polaca, después de años de retrocesos y ataques a las conquistas obreras. Ya el pasado 4 de marzo se realizo una multitudinaria marcha contra la propuesta del gobierno de inscribir en la Constitución el “respeto a la dignidad humana” y la protección de la vida “desde la concepción”( lo que equivale a una prohibición constitucional del aborto y de la fecundación in vitro). Miles de mujeres recorrieron las calles de la capital defendiendo el derecho de las mujeres a decidir sobre su maternidad. Ambos procesos señalan un despertar del movimiento de masas polaco.

¡Abajo la privatización de la salud! ¡Por un sistema de salud dirigido por los propios trabajadores y comités de usuarios!

Polonia tiene uno de los niveles más bajos de gastos en salud de la Unión Europea (UE), con un gasto publico en salud de alrededor de un 4% del PBI, la mitad del promedio de la UE. Es por eso que la lucha de las enfermeras de Polonia sobrepasa ampliamente la cuestión salarial en sí misma. Es en realidad un llamado de alerta sobre el estado del sistema de salud polaco y del deterioro de las condiciones de vida y de trabajo de todos sus trabajadores. No por casualidad uno de los eslóganes de la huelga fue “Queremos trabajar acá, no emigrar”, dando cuenta del hecho que como consecuencia de ello decenas de miles de trabajadores y profesionales de la salud polacos hoy trabajan en los distintos países de la UE.

La restauración del capitalismo, que transfirió la propiedad nacionalizada a las manos de una nueva elite, resultó en un golpe fenomenal y drásticos ajustes del sistema de salud. A su vez, la entrada en la UE implicó nuevos recortes presupuestarios. Bruselas no solo demandó la liquidación de la industria agrícola y minera, sino rebajas en el presupuesto estatal, incluido el de salud. Como resultado de esto la proporción de camas hospitalarias cada 1000 habitantes cayo de 6.7 en 1980 a 4.6 en 2002. Desde 1999 en adelante con la liquidación de la garantía estatal del sistema de salud, el vaciamiento de los hospitales fue pegando un salto mientras fue avanzando la medicina privada para los sectores más altos de la población. Esta tendencia corre el riesgo de profundizarse. Es que endeudados mucho más allá de su valor contable, los hospitales públicos corren el riesgo de liquidación para poder ser privatizados a bajo precio.

En este marco, es fundamental que frente a la ofensiva privatizadora, remarcada una y otra vez por los medios de comunicación que lanzaron noticias durante toda la huelga de “doctores ricos” buscando generar una envidia de clase que sirva para aislar su reclamo del resto de la población trabajadora y frente a la decadencia del sistema de salud, viciado de corrupción e ineficiencias, los trabajadores deben levantar no sólo un aumento del presupuesto sino que los hospitales y el sistema de salud pasen a ser dirigidos por los propios trabajadores y comités de usuarios.

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