logo PTS

Bolivia

Sigue abierta la crisis en Bolivia

La Asamblea Constituyente fue suspendida el 7 de septiembre y por espacio de un mes a iniciativa del gobierno como forma de ganar tiempo. La arremetida de la derecha sucrense, con apoyo de los “cívicos” de Santa Cruz y la “media luna”1 había puesto a la Asamblea en “estado de coma” y amenazaba con una escalada de la crisis política. Ahora, y siguiendo la lógica de “postergar para pactar”, se abre un nuevo plazo para intentar una negociación.

Eduardo Molina

13 de septiembre 2007

La derecha quiere imponerle al MAS el respeto al mecanismo del “consenso y los dos tercios” para adoptar cualquier decisión en la Constituyente, como forma de terminar de diluir las propuestas tibiamente reformistas del MAS, y asegurarse el máximo de garantías y concesiones posible. Además, los “cívicos” utilizan el reclamo de “capitalía plena”de la élite chuquisaqueña (es decir que el poder ejecutivo y el legislativo que hoy residen en La Paz vuelvan a esa ciudad), para mejorar sus posiciones en el tema de las autonomías departamentales y en el nuevo reparto del poder estatal disputado entre Oriente y Occidente.2

Por su parte, el MAS ha hecho ya enormes concesiones, aceptando las autonomías departamentales y ese antidemocrático principio pactista (como muestran la ley de Convocatoria a la Constituyente y la ley que prolonga las actividades de la misma hasta el 14 de diciembre), la aprobación por dos tercios de la nueva constitución y referéndum en los puntos en que no haya acuerdo. Pero se resiste a una capitulación lisa y llana ante el chantaje de la derecha y trata de no atarse formalmente a esas exigencias desmedidas, es decir, mantener cierto margen de libertad de acción política.

Es que la forma en que se tomen las decisiones fundamentales es crucial, pues si bien se han sentado importantes elementos para un reaccionario “gran acuerdo nacional” en temas decisivos, como la política hacia el capital extranjero (como mostró el aval congresal unánime a los 44 contratos petroleros del gobierno), la aceptación de las autonomías departamentales, la preservación de la propiedad terrateniente, y otros que hacen a la reorganización del Estado y el diseño del nuevo régimen político; subsisten diferencias importantes. Entre ellas, el propio tema de la sede de los poderes, si habrá adelantamiento de elecciones con reelección indefinida (como quiere el MAS) y otros aspectos que deberá fijar la futura constitución.

No hay todavía un “pacto social y político” como el propuesto por el vicepresidente García Linera y otros, que consolide esos acuerdos, permita “procesar” las diferencias y despeje el camino a una estabilización del país y la reconstrucción de un régimen aceptado por el conjunto de la clase dominante. Esto lleva a que se discuta y negocie entre constantes forcejeos y crisis recurrentes como la actual, que ha puesto a la Asamblea “en estado de coma”.
Si avanza la negociación, la Asamblea será llamada para aprobar los “consensos” previamente resueltos por arriba. Si no hay acuerdo, es posible que se la deje morir o bien, que el MAS intente reunirla y definir la nueva Constitución por su cuenta, opciones que previsiblemente provocarán una profundización de la crisis política que entretanto, sigue “con final abierto”.

La política del Pacto de Unidad: ¿Cómo enfrentar a la derecha?

Las organizaciones congregadas en el Pacto de Unidad (la Confederación campesina CSUTCB, las 6 Federaciones de Colonizadores del Trópico cochabambinos, la Federación de mujeres campesinas y otras) que apoyan al gobierno de Evo Morales, convocaron a la “cumbre social y cultural” del lunes 10 en Sucre, con la consigna de exigir la continuidad de la Asamblea. Se había prometido reunir 100.000 campesinos e indígenas, pero el propio MAS “puso el freno” para no poner piedras en el camino de la negociación y finalmente, en el estadio Patria se congregaron unas 15.000 personas. Entre tanto, las juntas vecinales paceñas y la COR de El Alto marcharon en apoyo al gobierno y la Constituyente con la consigna de que “la sede no se mueve” (contra el traslado de los poderes a Sucre).

Estas demostraciones están enmarcadas en una política de cautelosa presión funcional a los objetivos del MAS de negociar con la derecha política y los comités cívicos.

Plantean así un camino completamente impotente, de presión sobre la Asamblea, subordinado completamente a la estrategia del MAS de conciliación con los representantes de los empresarios, los terratenientes y las transnacionales, una “línea pactista” a la que los “descontentos” del MAS se disciplinan cada vez que Evo los llama al orden, y que sólo ha servido para que la derecha levante cabeza y se envalentone cada vez más.

Por eso los dirigentes ni hablan del aumento del costo de vida, el salario y otras reivindicaciones postergadas. Tampoco plantearon medidas concretas de lucha contra la derecha empresarial y terrateniente.

Si quisieran efectivizar una lucha frontal contra la reacción, el único camino es el de la movilización general de los trabajadores, los campesinos, los pueblos originarios, sin subordinarse políticamente al gobierno y levantando un programa que una las demandas inmediatas más sentidas, como el salario y el empleo, a la satisfacción de las tareas nacionales y democráticas pendientes (y “olvidadas” en la Asamblea), como una reforma agraria radical, nacionalizar los recursos naturales y las empresas capitalizadas, territorio y respeto al derecho de autodeterminación de los pueblos originarios y la ruptura con el imperialismo, poniendo en pie de guerra a las fuerzas obreras y populares e impulsando la autodefensa de masas contra los ataques y provocaciones de los grupos de choque como la “Juventud Cruceñista”. Un programa así es el único que puede quebrar el poder de la reacción, y, al mismo tiempo, reabrir el camino de Octubre, el de una solución obrera y campesina a la crisis nacional.

Prensa

Virginia Rom 113103-4422

Elizabeth Lallana 113674-7357

Marcela Soler115470-9292

Temas relacionados: