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Comunicados de prensa

Sarmiento, otra masacre: culpables

Era más que un secreto a voces. Más bien una alerta desesperada. Todos sabían que iba a volver a pasar y pasó. Pasó porque nadie hizo nada. O, mejor dicho, porque ellos no hicieron nada.

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13 de junio 2013

Por Hernán Aragón

Era más que un secreto a voces. Más bien una alerta desesperada. Todos sabían que iba a volver a pasar y pasó. Pasó porque nadie hizo nada. O, mejor dicho, porque ellos no hicieron nada.

Porque ellos ocultan sus crímenes con propaganda barata y con discursos que ya empiezan a ser cada vez más una burla para “todos y todas”. Pero ¿qué les importa? Si de lo único que se trata es de repetir la comedia que representan para sí mismos. Digámoslo con todas las letras posibles: ellos son los verdugos del pueblo. Y aunque intenten ocultarlo con fraseología “nacional y popular”, cada vez se parecen más a lo que son: verdugos del pueblo.

Fin de semana pasado, el partido más importante de la fecha. El entretiempo, y ahí como chiste macabro, como cínico mensaje anticipatorio, ahí, en HD, la propaganda oficial que muestra los “grandes avances” que se hicieron en el Sarmiento.
Gente sentada y viajando feliz con sus auriculares puestos. Trenes relucientes y andenes radiantes. Hermosa propaganda oficial, que el domingo genera una risa como diciendo “no tienen vergüenza” y hoy, después que pasó lo que todo el mundo sabía que iba a volver a pasar, se vuelve un mazazo en el hígado, un escupitajo en la cara de todo el pueblo trabajador.

Escuchemos a Cristina felicitar a sus ministros, llamarlos por sus nombres de pila y bromear con ellos. Y contemos a nuestros muertos anónimos, apilémoslos hasta que desborden, hasta que se salgan de la pantalla. Porque ya conocemos la historia: en cualquier momento aparece un “responsable” político para dejar escapar, abierta o solapadamente, frases sobre la responsabilidad del obrero. Ya conocemos la historia. Las horas y los minutos irán aumentando el número de las víctimas fatales. Ya la conocemos amargamente recontra de memoria; los familiares llorarán sus penas ante las cámaras y recorrerán desesperados los hospitales.

Volverán las imágenes desgarradoras, no tengan dudas. Porque ya están aquí, porque nunca se fueron. Tan presentes y tan vivas ellas, al igual que la explicación burocrática y técnica del “siniestro”.

¿Quieren saber cuál fue la falla? Ellos son la falla. Porque ellos son los CULPABLES. Ellos, el Gobierno y sus funcionarios. Los mismos que igual que todos nosotros sabían que iba a volver a pasar y no hicieron nada. Ellos son los CULPABLES. Los mayúsculamente culpables de un nuevo CRIMEN SOCIAL que hoy vuelve a repetirse, como se repetirá mañana y pasado.

Era más que un secreto a voces, un grito desgarrador de la empleada doméstica, del obrero, de la joven estudiante, del oficinista, de todos aquellos trabajadores, hombres y mujeres del pueblo a quienes se condena a viajar como bestias de carga y a morir como tales.

No podemos ni nos vamos a cansar de decirlo. El Gobierno es responsable. Ellos, y el sistema capitalista que representan, sostienen y reproducen, son los CULPABLES DE ESTE NUEVO CRIMEN SOCIAL:

“Cuando un individuo hace a otro individuo un perjuicio tal que le causa la muerte, decimos que es un homicidio; si el autor obra premeditadamente, consideramos su acto como un crimen. Pero cuando la sociedad pone a centenares de trabajadores en una situación tal que son necesariamente expuestos a una muerte prematura y anormal, a una muerte tan violenta como la muerte por la espada o por la bala; cuando quita a millares de seres humanos los medios de existencia indispensables, imponiéndoles otras condiciones de vida, de modo que les resulta imposible subsistir; cuando ella los obliga por el brazo poderoso de la ley a permanecer en esa situación hasta que sobrevenga la muerte, que es la consecuencia inevitable de ello; cuando ella sabe, cuando ella sabe demasiado bien que esos millares de seres humanos serán víctimas de esas condiciones de existencia, y sin embargo permite que subsistan, entonces lo que se comete es un crimen, muy parecido al cometido por un individuo, salvo que en este caso es más disimulado, más pérfido, un crimen contra el cual nadie puede defenderse, que no parece un crimen porque no se ve al asesino, porque el asesino es todo el mundo y nadie a la vez, porque la muerte de la víctima parece natural, y que es pecar menos por comisión que por omisión. Pero no por ello es menos un crimen…”.

Sí, ellos son los que acaban de perpetrar un crimen social contra la clase trabajadora. Un nuevo crimen, como el que se seguirá cometiendo a cada hora y todos los días mientras subsista este sistema de explotación y opresión que el Gobierno sostiene con todas las fuerza de su doble discurso.

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