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TUCUMÁN - TIERRA OBRERA

Salud: chicos desnutridos, trabajadoras precarizadas

“Alejandro tiene 10 años y pesa 14 kilos. Vive en Tafí Viejo con su padre cosechador de limón; la madre también es desnutrida”, dice Verónica Jerez, delegada en el hospital Centro de Salud, militante del PTS y la Agrupación Marrón.

8 de noviembre 2012

Salud: chicos desnutridos, trabajadoras precarizadas

“Alejandro tiene 10 años y pesa 14 kilos. Vive en Tafí Viejo con su padre cosechador de limón; la madre también es desnutrida”, dice Verónica Jerez, delegada en el hospital Centro de Salud, militante del PTS y la Agrupación Marrón. “Nosotros lo sabemos porque los que más concurren a los hospitales públicos son los trabajadores precarizados de la región, los trabajadores del citrus, de los ingenios; y sus hijos. Los hospitales no dan abasto”.

Otra vez hay que decirlo. En Tucumán miles de manos obreras cosechan frutos que no podrán comer; embalan manjares que no podrán probar; fabrican los alimentos que les faltarán a sus hijos.

Entonces hay más de 20 mil chicos como Alejandro, y más de 100 mil menores de 14 años viven en la pobreza. Lo dicen los médicos de los hospitales y salitas, porque al gobierno de Alperovich no le cree nadie: trucha los índices de mortalidad infantil y desnutrición. Y con el mismo cinismo mantiene desde hace años en $ 50 por chico desnutrido el aporte del Programa de Refuerzo Nutricional (PRN). Alcanza para un kilo de carne por mes, o 2500 calorías, cuando el mismo programa establece en 39000 calorías las necesarias para que no terminen como Alejandro. O peor.

El principal responsable de ese criminal sistema fue durante años Juan Manzur. Impresionada por su tarea, la presidenta lo designó Ministro de Salud de la Nación.

Las que también hacen funcionar los hospitales

A. apenas pasa los 20 años. Trabaja y estudia, luchando contra las pocas horas de sueño.

“En la limpieza del hospital somos la mayoría mujeres y trabajamos en cooperativas. Ninguna es de planta. Supuestamente somos socias, pero sabemos que tienen dueños. Es un trabajo insalubre, con un montón de riesgos. Por laburar 6 días a la semana hasta el mes pasado ganábamos $1500, ahora nos dieron un aumento y cobramos $2535, pero a costa de sacarnos varios beneficios. Y hay otras cooperativas que están peor, todas las chicas en negro. Ni obra social, nada”.

El gobierno de Alperovich no discrimina. Es tan miserable con el pueblo que se atiende en los hospitales como con las trabajadoras que lo hacen funcionar. Lo mismo le pasa a la mayoría de los 80 mil estatales que emplea la provincia: contratos de locación, pasantías, planes sociales, cooperativas truchas, salarios en negro.

Sigue A. “El trabajo es muy estresante, porque ellos quieren un ambiente de miedo. Pero yo les he planteado a mis compañeras que si nos juntamos todos seremos tan fuertes que no podrán hacernos nada. Que hay que cambiar la mentalidad, que no puede ser sólo trabajar como esclavas para comer por día. Hay otra salida”.

El proceso de Autoconvocados

Verónica fue protagonista de una de esas luchas para dejar de “trabajar como esclavas” que conmovieron Tucumán. Había ingresado al hospital en plena crisis de 2001, como contratada. “Recuerdo que había chicas que dejaban a sus hijos pequeños solos en sus casas, porque el hospital no tenía guardería y ellas no podían pagarla. Algo que hasta hoy no tiene respuesta; seguimos sin guarderías”.

Fueron años de humillaciones. La gota que colmó el vaso fue la muerte de dos enfermeras precarizadas, durante la epidemia de Gripe A de 2009. “Norma y Débora eran madres solteras. Y entonces saltó la bronca por las condiciones en que se trabaja, la falta de higiene, las dobles jornadas laborales. La mayoría éramos mujeres y los gremios no hacían nada. Entonces surge el proceso de los Autoconvocados. Hacíamos asambleas, los mandatos se los llevaba a la interhospitalaria y allí se votaban las acciones comunes. El odio generalizado nos hizo perder el miedo y salimos a pegar con un mismo puño. A todas no podían echarnos...”

La lucha consiguió el pase a planta permanente de más de 1500 trabajadores, el escalafón y que se blanqueara una parte del sueldo.
Para algunos dirigentes del proceso eso fue suficiente. Para Verónica quedan cosas pendientes. “No se termina con que nosotros pasemos a planta. ¿Y el resto qué? Tenemos que seguir tomando los reclamos de los compañeros más castigados”. Por eso apoya a las trabajadoras de limpieza, y hace pocos meses encabezó la lucha contra el cierre del Lavadero y los despidos que implicaba.

Hoy es perseguida por defender a los sectores más precarizados y hacer valer los mandatos de asamblea.

***

De la lucha de 2009 quedó otro recuerdo, que podrá retomarse en el futuro. Fue la decisión de unir su reclamo a la situación que vive diariamente el pueblo trabajador.

“Mucha gente – cuenta Verónica - se enteró por nosotros de que los índices con los que se medía la desnutrición eran falsos, lo mismo la mortalidad materna. Toda esa población vió que el Estado no se hace cargo ni del trabajador de la salud ni de los trabajadores que se atendien ni menos de los desocupados”.

También quedó la convicción de que eso tiene una salida. “Los que estamos en contacto con la población somos los trabajadores, no los directores del gobierno. Somos quienes tendríamos que administrar los hospitales junto a quienes se hacen atender en ellos; empezando por reclamar insumos, nombramientos y un presupuesto acorde a las necesidades de la salud pública.

Por todo esto, desde la Agrupación Marrón planteamos construir una corriente clasista en Salud, que pelee por los derechos de todos los trabajadores y por los miles de pacientes que pasan lo mismo que nosotros”.

L.A.

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