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A PROPOSITO DE LA MUERTE DEL ESCRITOR

Sábato o “el don de la ubicuidad”

En la memoria de Walsh, de Conti, de Gleyzer, de los 30 mil compañeros detenidos-desparecidos… a Sábato no tenemos ningún homenaje que rendirle.

Martín Espinoza

5 de mayo 2011

La frase pertenece a un párrafo del anexo que hizo Rodolfo Walsh a su libro "Operación Masacre", titulado "Aramburu y el juicio histórico", escrito tras el asesinato del general de la "Fusiladora" por parte de los Montoneros en el año 1970.
No es mi intención reivindicar la estrategia política de Walsh ni su balance sobre el hecho (cuestión que no comparto); sino simplemente rescatar esa frase como disparador, que pinta de cuerpo entero al intelectual en cuestión.
Vaya uno a saber si Walsh imagino que Don Ernesto Sábato iría más lejos aun en su rol de intelectual servil. Faltaban 10 meses para que el propio Walsh sea secuestrado por una patota de la ESMA, cuando Sábato se sentó a la mesa de los genocidas.
El 19 de mayo de 1976, fue la fecha elegida por la Junta Militar para convocar a destacados hombres de la cultura para un almuerzo con el general Videla. La dictadura apelaba a dos intelectuales de renombre como Jorge Luis Borges y Ernesto Sábato para fortalecer su legitimidad ante las masas.
Dos semanas antes, el escritor Haroldo Conti era secuestrado de su casa por un grupo de tareas. Algunas semanas después, el cineasta Raymundo Gleyzer corría la misma suerte que Conti y otros tantos intelectuales, periodistas y artistas.
La maquinaria del terror de una clase social sobre la otra, estaba en marcha. Los centros clandestinos de detención comenzaban a llenarse de detenidos-desaparecidos. Algunas fábricas, como es el caso de la planta de Ford en la zona norte del Gran Buenos Aires, se transformaban en verdaderos campos de concentración. Miles de delegados y activistas obreros caían como presas de una cacería devastadora. Había que liquidar la etapa abierta por el Cordobazo de radicalización obrera y popular.
Mientras tanto, a la salida de su ’comidita’ con Videla, Sábato optó por no dar detalles acerca de las conversaciones mantenidas con el gobierno genocida. El autor de ’Sobre Héroes y Tumbas’ se limitó a afirmar: “Creo, por razones de cortesía, que debe ser la Secretaría de Información Pública la que informe sobre lo tratado”. Y para el podio de las frases célebres de intelectuales genuflexos, quedó aquella en la que Don Ernesto señaló: "El general Videla me dio una excelente impresión. Se trata de un hombre culto, modesto e inteligente. Me impresionó la amplitud de criterio y la cultura del presidente".
Nada de ’Héroe’ y sí muchas ’Tumbas’, en aquel mayo del 76. Como dijo Osvaldo Bayer en una nota publicada por el diario El País de España: "Sábato nunca se la jugó por nada". Y agregó con gran acierto que Sábato siempre tuvo "el don de la ubicuidad". Es decir, de estar en todas partes (Del latín. ubÄ«que, en todas partes)
Precisamente, ese ’don de la ubicuidad’, “de “estar en todas partes”, fue el que lo llevó a presidir años después la Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas’ (CONADEP), cuya misión fue hacer un relevamiento de lo ocurrido en los campos de concentración de la dictadura por pedido del entonces presidente Raúl Alfonsín. Nacía de aquel informe el conocido libro ’Nunca más’. Allí Sábato sellaba la visión oficial sobre los ‘70 impuesta por el gobierno de Alfonsín: la teoría de los dos demonios. Esa falsa teoría que tergiversó la historia de lo ocurrido en el período previo al golpe, poniendo un signo igual entre el accionar criminal del terrorismo de Estado y toda una heroica generación militante de luchadores obreros y populares. "Durante la década del 70 la Argentina fue convulsionada por un terror que provenía tanto desde la extrema derecha como de la extrema izquierda (...) a los delitos de los terroristas, las Fuerzas Armadas respondieron con un terrorismo infinitamente peor que el combatido" escribió el intelectual servil del poder.
Apelando a ese “don de la ubicuidad”, don Ernesto volvía a rendir buenos servicios a un gobierno de turno. Comenzaba el operativo reciclaje.
Muerto Sábato, comienza el otro operativo: el de la ‘mitificación’.
Con buen oficio de clase (burguesa) los medios de comunicación masiva elevan a sus finados dirigentes políticos, artistas e intelectuales orgánicos, a la categoría de seres inmaculados, casi perfectos. A lo sumo, humanos con imperfecciones que se vuelven nimias al lado de tan elevadas virtudes. Alfonsín y Kirchner. Mercedes Sosa y Ernesto Sábato. La operación siempre es la misma.
Y ahora… de la noche a la mañana, el mimado intelectual de régimen militar, se transforma en "figura de la vuelta de la democracia" y "gran luchador por la libertad y los derechos humanos", según el tributo rendido por la gran prensa.
Mentiras. Puras mentiras, pero que no caen del cielo.
La dictadura, con gran lucidez de clase (burguesa), mientras puso en marcha un plan sistemático para exterminar a los mejores luchadores de la clase trabajadora y el pueblo se ocupó también de preservar las instituciones de la democracia burguesa. Entre ellas, sus partidos como PJ y la UCR. Pero también intelectuales como Sábato, que nunca se jugaron por nada. O en todo casi sí; por el poder de turno.
Luego, todos los gobiernos de esta democracia para ricos, se encargaron de cultivar el mito del Sábato “luchador democrático”. Desde Alfonsín hasta los Kirchner.
Tal es así, que el gobierno de Néstor Kirchner en 2006 le entrega al intelectual, un subsidio de 1 millón y medio de pesos para poner un pie un museo con su nombre en el barrio de Palermo. "Fue una gran emoción poder disfrutar de este encuentro", expresó la entonces senadora Cristina de Kirchner al salir de la casa de Sábato en la localidad bonaerense de Santos Lugares.
Y así comenzaba a cerrarse la historia de vida del intelectual con “el don de la ubicuidad”. Desde Videla hasta los Kirchner, Sábato siempre estuvo.
Sin embargo, quienes no están, son los compañeros y compañeras que desaparecían mientras él almorzaba con Videla.
En la memoria de Walsh, de Conti, de Gleyzer, de los 30 mil compañeros detenidos-desparecidos… a Sábato no tenemos ningún homenaje que rendirle.
El intelectual “ubicuo” de la burguesía no es nuestro héroe.

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