Al cierre de esta edición rige un pedido de captura internacional sobre Jaime, ex Secretario de Transporte de la Nación y kirchnerista de la primera hora, que acompañó a Néstor desde que era intendente de Río Gallegos y a Cristina como parte del gabinete hasta 2009.

Hace tiempo que dejó de ser un secreto su impresionante enriquecimiento a costa de garantizar grandes negocios a las concesionarias del transporte público y todo tipo de negocios colaterales vinculados a su área de gestión. Varias empresas locales y extranjeras pagaron durante años su costoso estilo de vida en agradecimiento. Pero ni el más ingenuo puede pensar que se trata de un caso de corrupción aislado; como quedó claro en los crímenes sociales de Once, Castelar y Flores y en el asesinato de Mariano Ferreyra, Jaime fue un engranaje dentro de un mecanismo criminal que abarcaba (y abarca) a funcionarios de primera línea, empresarios y dirigentes sindicales vendidos. Un engranaje importante, claro está, por su estrecho vínculo con el matrimonio Kirchner, que garantizó hasta el día de hoy su impunidad a pesar de acumular quince causas en su contra.

El entramado que posibilitó la decadencia en la que se encuentran los medios que transportan a millones cotidianamente en condiciones deplorables sigue en pie, y empresarios como Roggio o Gabriel Romero continuan ganando fortunas a costa de esto.