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Historia

48° Aniversario

Revolución permanente en Cuba. Segunda parte

27 de enero 2007

La destrucción del Estado burgués
La insurrección de enero de 1959 significó la derrota del ejército de Batista y de todo su aparato represivo, dejando al Estado burgués cubano sin FF.AA. propias. Como consecuencia de la victoria, las masas ajustaron cuentas con los miembros de las fuerzas represivas y los representantes del viejo régimen. La única fuerza militar organizada luego del ingreso a La Habana era la del Ejército Rebelde, que había nutrido sus filas de obreros y campesinos y que fue engrosando su poder, componiendo una auténtica milicia, a medida que la revolución avanzaba bajo la presión de las masas movilizadas.
El viejo maestro del socialismo Federico Engels enseñó que, en última instancia, el Estado no es más que una banda de hombres armados que permiten la dominación de una clase sobre otra. En la revolución cubana esta definición cobró toda su vitalidad: fue la destrucción del aparato armado del Estado burgués la condición fundamental que le negó a la burguesía el instrumento de violencia necesario para someter a obreros y campesinos y mantener el poder en sus manos. Fue la destrucción violenta de las fuerzas represivas del Estado burgués por las masas movilizadas una de las condiciones que permitió el avance de la revolución.
Lucha de clases: ruptura con la burguesía
La derrota de la dictadura no implicó en lo inmediato el gobierno de la clase obrera y los campesinos. El primer gobierno tras la caída de Batista fue encabezado por el ex presidente de la Corte Suprema de Cuba, Manuel Urrutia. Este gobierno de coalición expresaba el bloque de fuerzas sociales que había enfrentado a la dictadura, pero también el pensamiento que movía entonces a los guerrilleros. En un discurso de Fidel del 19 de febrero del ’59, afirmaba que su objetivo era fortalecer a la burguesía y a la industria cubana: “Iremos a una campaña muy grande para convencer al cubano de que compre artículos cubanos. Por eso los industriales están tan contentos con nosotros a pesar de que venimos con unas cuantas leyes revolucionarias.”2 Pero con las primeras medidas que responden a las demandas sociales de la población la burguesía decide abandonar al gobierno. El imperialismo a su vez conspira y suspende la compra de azúcar a la isla. Como describe Ernesto Guevara: “En enero de 1959 se estableció el Gobierno Revolucionario con la participación en él de varios miembros de la burguesía entreguista. La presencia del Ejército Rebelde constituía la garantía de poder, como factor fundamental de fuerza. Se produjeron enseguida contradicciones serias, resueltas, en primera instancia, en febrero del ‘59, cuando Fidel Castro asumió la jefatura de Gobierno con el cargo de Primer Ministro. Culminaba el proceso en julio del mismo año, al renunciar el presidente Urrutia ante la presión de las masas”3.
A partir de entonces el gobierno del M 26 toma una dinámica de ruptura con la burguesía. Son los obreros y los campesinos revolucionarios, los defensores y protagonistas fundamentales de esta fase de la revolución4. Como un autor señala: “El apoyo activo y armado de los obreros al gobierno revolucionario ha sido decisivo para la consolidación y defensa de su poder (…) los obreros desempeñaron un papel estratégico mediante su apoyo masivo y organizado a las medidas del gobierno revolucionario y su defensa.”5
La revolución cubana repite la enseñanza de todas las grandes revoluciones sociales y las luchas antiimperialistas bajo el capitalismo que muestran a la burguesía como una fuerza contrarrevolucionaria, temerosa de las masas y agente servil del imperialismo, a la que hay que superar y derrotar rápidamente para poder llevar adelante las demandas y reivindicaciones populares.
La dirección del M 26
El M 26 no era una dirección socialista. Su estrategia era contraria a desarrollar la lucha de clases de forma tal que la caída de la dictadura de Batista terminase con el Estado burgués. Era originalmente una dirección pequeñoburguesa radical que predicaba la conciliación de clases. El Che Guevara recuerda que la base política del 26 de Julio era herencia directa “del Partido Ortodoxo y su lema central ‘Vergüenza contra dinero’. Es decir, la honradez administrativa como idea principal del nuevo gobierno cubano”6.
Originalmente el 26 de Julio se definía como “un movimiento revolucionario, sus filas estarán abiertas para todos los cubanos que sinceramente deseen restablecer en Cuba la democracia política e implantar la justicia social”. Su programa no superaba los límites de la democracia burguesa, un tibio nacionalismo7 y una reforma agraria parcial.
Es claro que tanto de la estrategia policlasista del M 26 así como de su tibio programa de reformas sociales y democráticas, no queda nada en pie y son ampliamente superado en el transcurso de la revolución. Esta pretensión original del M 26 llevaba a estrangular la revolución. El proceso cubano muestra que la pequeñoburguesía carece de independencia para dar una respuesta frente a las dos grandes clases de la sociedad: la burguesía y el proletariado. En 1932 una revolución obrera y campesina entregó el poder en Cuba a la pequeñoburguesía nacionalista y esta fue incapaz de llevar adelante un programa antiimperialista y de reformas radicales. La burguesía y el imperialismo se hicieron nuevamente del poder. La Revolución Cubana de 1959 demuestra en este punto que la lucha por las demandas democráticas y antiimperialistas no se puede llevar adelante victoriosamente sino por medio de la lucha de clases y el programa de la clase obrera y la revolución socialista, es decir, expropiando al imperialismo, los terratenientes y la burguesía. Desmintió en los hechos la pretensión original de la dirección pequeñoburguesa de conquistar la democracia y la independencia nacional sin derrotar al capitalismo.
Una dirección bonapartista
Es al calor de la revolución política que preconiza y lleva a cabo contra Batista que el M 26 queda al frente de las fuerzas sociales que radicalizarán el proceso. El M26 y el Ejército Rebelde son desde el comienzo de la revolución un árbitro de toda la situación y tratan de imponer un equilibrio entre los distintos actores. La ruptura con la burguesía los obliga a recostarse en el apoyo popular dando origen a un gobierno obrero y campesino, que inicia un curso anticapitalista. A partir de este segundo momento, la radicalización de las masas obreras y campesinas obliga al nuevo gobierno a tomar la iniciativa como forma de expresar su control sobre la situación y dar un canal a las acciones. Se produce una transformación en el seno del M 26: mientras Fidel Castro busca mantener el control sobre las masas, los obreros y campesinos ven en este movimiento el instrumento político desde donde empujar su revolución. La ausencia de un genuino partido obrero revolucionario que luche por imponer un gobierno de obreros y campesinos autodeterminados refuerza este papel del castrismo.
El nuevo bonapartismo que encarna Fidel Castro se monta sobre la ola revolucionaria para darle un canal y controlarla. Es por ello que la revolución cubana no verá el surgimiento de organismos de autodeterminación de obreros y campesinos, como fueron los soviets, como los que tuvieron origen en la Revolución Rusa y que tuvieron su tradición propia en la revolución cubana de 1932. La transformación del M 26, ya vuelto Partido Comunista a partir de su fusión con el stalinismo cubano, en un gobierno del Estado obrero le da un nuevo contenido social a su bonapartismo obligándolo a lidiar con las nuevas contradicciones que se le presentan. Estas son, por un lado, la oposición del imperialismo y la contrarrevolución interna; por el otro, las masas movilizadas y su propia ala izquierda dentro del M 26 (Ernesto Guevara); mientras, en el centro, jugando un papel cada vez más preponderante y decisivo, actúa la burocracia de Moscú y los stalinistas cubanos a los que se garantiza el control sobre el movimiento obrero nombrando a la cabeza de la CTC-R a Lázaro Roca y los dirigentes del PSP8, de quienes todo el mundo desconfiaba. Este bonapartismo va a ser una de las condiciones esenciales del carácter deformado del nuevo Estado, que luego del reflujo de la marea revolucionaria y el estrechamiento de la relación con Moscú permitirá la burocratización del régimen político y el bloqueo de la dinámica permanente de la revolución, tanto en la esfera de la construcción de nuevas relaciones sociales –donde, a pesar de la inmensa conquista que significó la expropiación y nacionalización de los medios de producción, se impone la opresión burocrática y renacerá con el tiempo la desigualdad social–, como en la extensión de la revolución hacia América Latina, donde la diplomacia cubana jugará un papel central en desmontar los procesos revolucionarios en Centroamérica de fines de los ’70 y comienzos de los ‘80.
 1 Consideramos a Cuba un Estado obrero por el hecho de que por medio de la conquista del poder político se expropió a la burguesía y a los terratenientes, se nacionalizó la propiedad, se impuso el monopolio del comercio exterior y se instauró la planificación como medio de la política económica. Las características deformantes de este Estado están dadas porque al frente del mismo se encuentra una burocracia –que basa su poder en el monopolio del poder político ejercido por el Partido Comunista de Cuba– que impide el ejercicio directo del poder por parte de obreros y campesinos, obteniendo sus privilegios de la dirección de este Estado y que actúa como un factor conservador del orden social, en el terreno de la lucha de clases continental e internacional.
2 Marcos Winocur, Cuba: Los primeros quince años de la revolución.
3 Ernesto Guevara, El socialismo y el hombre en Cuba.
4 Ver LVO N° 219.
5 Maurice Zeitlin, La política revolucionaria y la clase obrera cubana.
6 Ernesto Guevara, Notas para una ideología de la revolución cubana.
7 “1) formación de un frente cívico revolucionario con una estrategia común de lucha; 2) designación de una persona llamada a presidir el gobierno provisional; 3) renuncia del dictador; 4) renuencia del frente cívico a aceptar o invocar la mediación o intervención de otra nación en los asuntos internos de Cuba, más una petición a EE.UU. para que suspenda todos los envíos de armas a la dictadura; 5) rechazo de cualquier gobierno provisorio representado en una Junta Militar; 6) apartar a los militares de la política; 7) llamar a elecciones de acuerdo con lo establecido en la constitución del ’40 y el código electoral de 1933; 8) bosquejo de un programa mínimo a ser cumplido por el gobierno provisional.” Citado en: Fernando Mires, América latina. La rebelión permanente.
8 Partido Socialista Popular

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