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NUEVO CURSO EN EL IPS: HISTORIA DE LA REVOLUCIÓN FRANCESA

“Recordar a la burguesía su origen revolucionario tiene un carácter provocador”

A partir del día jueves 10 de julio y durante 5 encuentros Claudio Zusman, Docente de la UBA y especialista en la Revolución Francesa, dictará un curso sobre ese proceso revolucionario en nuestro Instituto. Presentamos a continuación sus reflexiones en torno a algunos de los aspectos que desarrollará en esos encuentros.

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17 de julio 2008

¿Qué debates centrales te parece rescatar a la hora de abordar el proceso histórico de la revolución francesa?

La Gran Revolución Francesa comenzada en 1789 constituye la coronación de un largo proceso histórico de evolución económica, social y política por el cuál la burguesía se adueñará del mundo. Pero ese triunfo no será pacífico y en Francia deberán imponerse por la fuerza para garantizar las premisas del desarrollo capitalista, barriendo de raíz todas las supervivencias del feudalismo y del Estado Monárquico Absolutista, garante último del orden señorial.

La Revolución Francesa es el modelo clásico de revolución burguesa pero encontramos en ella, elementos característicos de las revoluciones posteriores, como ser la dualidad de poderes, el armamento popular y la acción directa de las masas. En la medida en que el proceso se profundiza y la lucha de clases de intensifica, fundamentalmente, en el período que va de 1792 a 1794, aparecen actores cada vez más radicalizados que plantean fuertes cuestionamientos al naciente orden burgués y al carácter clasista de la “Declaración de los Derechos del Hombre y el Ciudadano”. Esto se verá claramente en los debates sobre el régimen de propiedad; de una manera difusa, contradictoria y vacilante, aparecen los rudimentos de un nuevo discurso, el socialista, que tomará forma definitiva en el siglo posterior.

Estas ideas no nacieron exclusivamente en el gabinete de los filósofos o en las encendidas páginas de los periodistas revolucionarios; se gestaron también al calor de las asambleas populares, las prácticas organizativas de los sans culottes -un conglomerado de artesanos, obreros, pequeños comerciantes y campesinos- y las grandes acciones de masas que prefiguraron las luchas del proletariado moderno.

¿Qué sentido tiene abordar en la actualidad la gesta de 1789 y qué debates contemporáneos están planteados desde el marxismo?

Recordar a la burguesía su origen revolucionario, tiene un carácter provocador. Casi desde el comienzo la historiografía, tanto liberal como conservadora, emprendieron contra la Revolución Francesa una labor de desprestigio y negación -que continúa en nuestros días- o en algunos casos, purga o depuración de los aspectos y hechos más radicales de la gran gesta. Debemos recordar entonces al brillante linaje de historiadores de izquierda que desde el siglo XIX en adelante, rescataron el combate heroico que libraron las masas y colocaron a la Revolución Francesa en el verdadero lugar que le corresponde en la Historia Universal: Michelet, Jaur˜és, Lefebvre, Soboul, Vovelle y tantos otros.

Debemos decir que los marxistas hallamos en ella, numerosos ejemplo válidos aún. Pero rescataremos en estas líneas a dos figuras: Jean Paul Marat y Graccus Babeuf. El primero es un jacobino clásico, es decir, un demócrata revolucionario, pero por su énfasis en la acción independiente de las masas y en la desconfianza que sobre el poder burgués les intentó trasmitir, merece un lugar en la galería de los grandes revolucionarios de todos los tiempos. El segundo, Babeuf, por su insistencia en la colectivización de la propiedad -lo que llamó el sistema del “bien común”- y por su intento de conformar por primera vez, una organización de cuadros, un partido que fuera “Tribuna de la Plebe” y luchara por poder, es sin dudas, el padre del comunismo revolucionario pre-marxista. Ambos pagaron con su vida.

¿Qué elementos de este proceso revolucionarios son retomados por Marx, Lenin y Trotsky para pensar los procesos que a ellos les toca participar: la revoluciones europeas de 1848 y las revoluciones rusas de 1905 y 1917?

Una lectura ligera y superficial de La Lucha de Clases en Francia o de El Dieciocho de Brumario de Luís Bonaparte, sugiere una postura despectiva de parte de Marx con respecto a la Gran Revolución de 1789. Nada más falso: Marx la estudió y apreció en su verdadera significación; por el contrario, polemizó con los neo-jacobinos de su época que miraban hacia un pasado heroico sin comprender los desafíos de la nueva situación y sobre todo, el protagonismo creciente de la clase obrera.

Pero sí lo entendieron los comuneros franceses de 1871, que enarbolaron la roja bandera del socialismo, al mismo tiempo que abrevaron, abierta y manifiestamente, en las tradiciones de la Comuna Insurgente de 1792-94.

Durante la lucha contra la autocracia zarista, los revolucionarios rusos retomaron el hilo desplegado por la Revolución Francesa: desde los decembristas de la década del 20 del siglo XIX, que subieron al cadalso cantando la Marsellesa, hasta los obreros de Petrogrado de 1905 que también la supieron entonar a su manera.

Tras la victoria de Octubre de 1917, Lenin y los bolcheviques encontraron en la vieja República jacobina un ejemplo inspirador durante los terribles años de la guerra civil y la intervención imperialista, como ser, la nación en armas y las mediadas más extremas que fueran necesarias para salvaguardar a la Revolución amenazada por dentro y por fuera, como ya hicieran los franceses en su período revolucionario heroico.

Cristian Rakovsky, la Oposición de Izquierda, y sobre todo León Trotsky tomaron prestadas de la Revolución Francesa, categorías como “thermidor” o “bonapartismo”, para explicar la confiscación del poder obrero que el estalinismo llevó adelante durante los años 20 y 30 en la Unión Soviética, a partir del reflujo revolucionario.

León Trotsky escribió en Lecciones de Octubre: “Sabemos con certeza que cualquier pueblo, cualquier clase y hasta cualquier partido, se instruyen principalmente por experiencia propia; pero ello no significa en modo alguno, que sea de poca monta la experiencia de los demás países, clase, y partidos. Sin el estudio de la Gran revolución francesa, de la Revolución de 1848 y de la Comuna de París, jamás hubiéramos llevado a cabo la Revolución de Octubre, aún mediando la experiencia de 1905. En efecto, hicimos esta experiencia apoyándonos en las enseñanzas de las revoluciones anteriores y continuando su línea histórica”.

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