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Quieren expropiar el que se vayan todos

11 de septiembre 2002

Lo que le solicitan al Presidente ilegítimo es que cambie la convocatoria a la internas abiertas por otra para una convención constituyente, bajo el imperio de la Constitución del Pacto de Olivos. O sea una legitimación de este gobierno o, en su defecto, un eventual salvavidas para el régimen por si se viera amenazado con una nueva irrupción de masas que lo ponga en peligro.
La otra alternativa que discuten sería la promesa, como parte de su campaña electoral, de convocar a una convención constituyente luego de que asumiera el nuevo gobierno, cuestión que el escritor Mempo Giardinelli, con sobrado sentido común, se encargó de demostrar como un sin sentido: “aún si se lograra un gobierno popular encabezado por ejemplo por Carrió, Zamora o quien fuere, el actual Congreso y la actual Corte impedirían todo desde el vamos y frenarían cualquier cambio” (Página/12, 9/9). La política de este “Espacio”, prostituye la consigna parida en las calles el 19 y 20 de diciembre: “que se vayan todos”.
Este novelista chaqueño, junto a decenas de intelectuales que pasaron por distintas experiencias políticas en el campo de la centroizquierda, es uno de los impulsores de “El Manifiesto Argentino” que se pronunció “por la no convalidación de la trampa electoral convocada y organizada por Duhalde y el contubernio” (2/9). En distintas columnas de Página/12 Giardinelli ha escrito que no hay otra opción que abstenerse, votar en blanco o anular el voto e implícitamente criticó a Zamora y Carrió porque “dudan” al respecto (9/9).
El escritor afirma que “estamos asistiendo a los días finales de un sistema corrupto y mafioso que nos llevó a la ruina y todavía gobierna (en nuestro nombre, pero en contra de nuestros intereses), y encima pretende reacomodarse y por si fuera poco relegitimarse por vía electoral (9/9). Con las elecciones la cuestión a zanjar es quién será el que -revalidado por los votos- garantice la aplicación hasta el final de los tarifazos que exigen las privatizadas; quién “reestructurará” la banca; quién terminará de nacionalizar las deudas en dólares de los grandes capitalistas; quién se hará cargo de pagar unos 15 mil millones de dólares de deuda el año que viene (mega-ajuste mediante). Y lo más importante para avanzar en estos objetivos: quién será el responsable de anestesiar y quebrarle el espinazo al movimiento nacido en las jornadas del 19 y 20 de diciembre, es decir quién acabará -a través de la cooptación y/o represión- con las asambleas populares, con el movimiento de fábricas tomadas por sus trabajadores, con los piqueteros que exigen trabajo genuino, con esta vanguardia de lucha y autoorganización que, con una centralidad y una política revolucionaria, podría llevar a millones de trabajadores y sectores populares a un enfrentamiento decisivo con el Estado, el régimen y su gobierno de turno. No es poco lo que se discute por estos días.

Antes que un nuevo 19 y 20, prefieren que se queden todos

Aunque Giardinelli se plantee como camino la abstención –superando las vacilaciones del mismo Zamora–, muestra todas sus limitaciones propias de la clase a la que representa, al afirmar que “Nuestra arma para el cambio, nuestro recurso democrático y pacífico no es otro que el voto”. Más allá de una táctica electoral que puede ser correcta para terminar de desligitimar al régimen y su trampa electoral, no plantea una sola medida concreta para imponer la constituyente democrática que él, y el “Manifiesto Argentino”, reclaman.
La movilización del 30 de agosto fue boicoteada por sus propios organizadores que convocaron a decenas de actividades en distintos puntos del país para evitar una masividad en la movilización de la Capital Federal. Cerca de 20 mil manifestantes se hicieron presentes en el Congreso, con gran presencia de las asambleas barriales y los partidos de izquierda. Más de la mitad de esta concurrencia marchó hacia la Plaza de Mayo bajo las consignas “Fuera Duhalde”, “Asamblea Constituyente” y “por otro Argentinazo” (el PTS puso el eje en la Huelga General), debiendo los organizadores del “Espacio” terminar raudamente con el acto.
La actual política de presión al “contubernio” por parte de Carrió y De Gennaro tiene el límite de impedir que se sucedan nuevas jornadas revolucionarias que concluyan con Duhalde y el régimen que buscan maquillar. Por eso no resultó casual que ellos y sus organizaciones fueran completamente ajenos a lo sucedido el 19 y 20 de diciembre.

Hay sumas que restan

Para el 20 de septiembre se ha citado a una nueva marcha “para que se vayan todos”. Esta vez se realizó una convocatoria común entre el “Espacio” de Carrió-Zamora-De Gennaro y el llamado “Espacio de Colombres” (IU y otros). Este último ha sacado una declaración donde se afirma que marcharán en forma diferenciada de la centroizquierda, incorporando consignas contra Duhalde. Es posible que esta convocatoria sea más importante que la del 30: la centroizquierda –imposibilitada por sí sola de hacer siquiera un “abrazo al Congreso”– encontró con este acuerdo una vía para tratar de llevar a su política y tratar de regimentar a las asambleas barriales y algunos movimientos piqueteros que se encuentran fuera de su órbita de influencia.
El “Espacio de Colombres” compuesto entre otros por Izquierda Unida, Patria Libre y el grupo de la diputada Alicia Castro (quien ya anunció que se presentará a elecciones pase lo que pase), intenta subordinar a las asambleas y piqueteros a un acuerdo de cúpulas de las distintas organizaciones que lo componen. Lo que se resuelve democráticamente en cada asamblea, Interbarrial, movimiento piquetero o fábrica ocupada, tiene que pasar por el tamiz del consenso de “Colombres”. Pese a postular una política más a la izquierda que la levantada por el “Espacio” de Carrió, la práctica de ambos sectores lleva a diluir las tendencias a la autoorganizacion y la democracia de los explotados. Desde el PTS lejos estamos de bregar por impedir la participación de las distintas organizaciones de izquierda, pera ésta, desde nuestro punto de vista, tiene que ser en el seno de cada organización obrera o popular, de cara a todos sus integrantes, para que éstos tomen sus decisiones frente a las distintas políticas o propuestas presentadas por los compañeros y los diversos partidos.
La unidad de acción puede ser una necesidad de los revolucionarios para apuntalar más al movimiento por derrotar la trampa electoral. Pero nunca puede ir en contra de los objetivos de fortalecer y generalizar las tendencias a la autoorganización de los explotados, que de generalizarse, podrán ser la base de un gobierno obrero y popular en la Argentina.

La lucha es por echar a Duhalde e imponer una Constituyente Revolucionaria

Acá no se trata de buscarle el último pelo al gato, sino de trazar una línea de acción política que no lleve a nuevas decepciones y a una inevitable derrota de las aspiraciones populares. Estamos frente a acontecimientos decisivos que no se dirimirán en las urnas –con abstención o sin ella–, sino en las calles. Una carrera contra reloj, en la que se verá cuál de los dos polos –la burguesía y el imperialismo, y la mayoría explotada- se organiza más rápido y mejor. La trampa electoral es un “ganar tiempo” por parte de los explotadores mientras van planeando el futuro aplastamiento de la vanguardia obrera y popular.
Como venimos diciendo desde estas páginas, una Constituyente verdaderamente democrática sólo podrá ser impuesta echándolo a Duhalde y barriendo con el conjunto del régimen corrupto. Claro está que esta empresa no podrá imponerse solamente con una, dos o tres marchas, por más masivas que éstas sean. Tampoco sólo con una necesaria convocatoria a la abstención a las elecciones truchas. Hay que pegar con lo que más les duele: Huelga general. Fuera Duhalde. Constituyente Revolucionaria.

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