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Qué significó el “Socialismo del siglo XXI”

Chávez no se cansó de hablar del “Socialismo del siglo XXI”, pero como ya explicamos, este supuesto “socialismo” no significó más que algunas reformas, manteniendo y recomponiendo el régimen de dominio burgués y garantizándole los negocios a los capitalistas.

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7 de marzo 2013

Chávez no se cansó de hablar del “Socialismo del siglo XXI”, pero como ya explicamos, este supuesto “socialismo” no significó más que algunas reformas, manteniendo y recomponiendo el régimen de dominio burgués y garantizándole los negocios a los capitalistas. Y es que este “Socialismo del siglo XXI” no significó otra cosa, más allá de sus políticas redistributivas como han sido las Misiones que implicaron cierta distribución de la renta petrolera, que un régimen y gobierno de desvío y de contención del movimiento de masas, en uno de sus períodos de ascenso de luchas y de cuestionamiento al orden imperante.

El “Socialismo del siglo XXI” de Chávez, deja la misma sociedad de explotación y opresión, matizada con dosis de “justicia social”, donde ha variado muy poco la realidad de un país con las “desigualdades sociales” propias de la sociedad de explotación. Los datos oficiales muestran que para el 2010 el 20% más rico de la población se quedaba con el 45% del ingreso nacional, mientras al 20% más pobre le correspondía apenas un mísero 6%. Las familias que conforman el 40% de la población con menores ingresos no obtienen siquiera una quinta parte del ingreso nacional (apenas recibieron un 18%). Todo esto mientras siguen en pie los negocios de los empresarios y banqueros, tanto nacionales como extranjeros, llevando los ricos y la clase media alta una vida ostentosa.

Para el chavismo, se puede hablar de socialismo aun cuando no se busque abolir la propiedad burguesa ni destruir el Estado burgués; se puede ser “revolucionario” sin desarrollar el poder obrero y popular contra los capitalistas y su Estado, sino más bien fortaleciendo la confianza en el Estado de los capitalistas; se puede ser anticapitalista aun cuando se garantice en todo momento la propiedad y negocios capitalistas, combinados con elementos de propiedad estatal y dosis de regulación estatal; se puede ser “obrerista” aun cuando no solo se preserva la explotación de los trabajadores sino que se desarrollan discursos y políticas que criminalizan las luchas obreras que desafían la voluntad patronal o del Estado. Esa inconsecuencia entre el discurso y la práctica es parte de un legado que no esclarece sino que confunde la conciencia de clase de los explotados.

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