21.30 hs. El calor en la planta se hace sentir. En un corte de línea, Gustavo –que vive en Garín– me hace señas. “Vení”. Me acerco. “Cuando salí para acá –arranca diciendo al toque–, en la esquina de casa vi a un hombre que iba como borracho... No le di bola y seguí. Recién cuando lo vi en la tele me di cuenta... ¿Qué pasó?...”
“Acaban de liberar a Gerez”, le dije. “Lo secuestraron. Fue uno de los testigos contra Patti, había denunciado que Patti torturaba...”
Varios compañeros se acercan al vernos conversar.
“Para mí –intervino Julio, que apenas nos vio se vino–, lo ‘cargó’ gente de la dictadura que sigue estando en la policía bonaerense y en la Federal.”
“Lo que pasa –opinó Tito, que llega recién pero intuye de qué va la cosa– es que Kirchner destapó mucho la olla contra los milicos.”
Gustavo, en forma de chiste recordó la recompensa y lo lindo que sería irse de esta fábrica. “Me salgo del laburo este...”, decía.
 Con todo, la liberación de Gerez removió y abrió por un rato las historias de familiares, compañeros y amigos desaparecidos por la dictadura. Algunos recordaban el desastre familiar, otros cómo se quemaban libros y cuadros.
Uno, que no quiere que su nombre se sepa, nos contó de familiares, de compañeros perdidos. De un padre recordado, de un delegado clasista del gremio del neumático desaparecido.
Antes que los jefes nos llamaran y volviésemos a la línea, Julio, siempre lúcido, nos recordó a todos: “Los milicos fueron unos asesinos. Unos torturadores y ladrones contra la clase obrera... Más del 60% de los compañeros desaparecidos eran trabajadores que peleaban por sus derechos y por ser hombres libres”.
 1 El diálogo y los personajes han sido adaptados. Pero la historia es real. Invitamos a aquellos trabajadores que quieran relatar y participar en esta sección que nos envien un mail a [email protected], para la columna “Diálogo desde adentro”.