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Ciudad de Buenos Aires

Elecciones en Capital Federal

¿Qué muestran las elecciones porteñas?

28 de agosto 2003

Candidatos sin partidos

Una de las principales particularidades de esta elección es que ninguno de los cuatro candidatos que se llevaron más del 80% de los votos (Macri, Ibarra, Luis Zamora y Patricia Bullrich) son parte de una fuerza política orgánica. Las clases y sus fracciones se han quedado sin partidos que las representen claramente. Aunque esto es una característica que atraviesa toda la política internacional, en nuestro país, luego de la debacle de la convertibilidad y de las jornadas revolucionarias de diciembre de 2001, la crisis de “representación política” ha adquirido una magnitud insospechada.
Hace sólo cuatro meses, el 27 de abril, la Capital había sido ganada por el derechista Ricardo López Murphy con casi un 26% de los votos, mientras que Menem obtenía el 16%. El fugaz ex ministro delaurrista creyó entonces poder encarnar un nuevo partido nacional de derecha. La “polla” de LM en las elecciones capitalinas, Bullrich, ahora no llegó al 10%. Macri, su competidor en ser el representante del establishment, capturó parte de esos votos, pero pudo construir su figura como candidato “ganador” gracias a un conglomerado con dirigentes del viejo PJ y la derecha tradicional, además de unos cuantos millones de pesos en publicidad. Tres de los cinco diputados nacionales que obtuvo el empresario boquense (Jorge Argüello, Lucrecia Monti y Cristian Ritondo) anunciaron su integración al bloque peronista en el Congreso y el “duhaldismo” los considera “tropa propia”, más allá que Duhalde mantiene el silencio “para no contradecir al Presidente”.
Por su parte Ibarra, en los papeles líder del espectro del Frepaso, se vio obligado a tejer una alianza con el ARI de Elisa Carrió, el Partido Socialista y la conducción “independiente” (¡!) de la CTA, además de contar con el inestimable apoyo del presidente Kirchner y todo el aparato del Poder Ejecutivo Nacional, otra de las alas del PJ. Pero no siempre, y menos que menos en esta situación de crisis del régimen y sus partidos, dos más dos es cuatro. El 27 de abril la suma de los votos de todas estas fuerzas dio un 42%. El domingo 24 de agosto, Ibarra con su “frentón” sacó casi diez puntos menos.
Luis Zamora que, como dijimos en el acto de cierre de campaña del PTS prefiere ‘10 minutos de televisión a 10 mil militantes’, hizo una excelente elección llevándose gran parte de aquellos votos que el 27 de abril –cuando Zamora se había abstenido– habían ido a parar a la “Lilita” Carrió.
Se confirma que, al menos en los principales centros urbanos donde se desarrollaron las jornadas del 19 y 20 de diciembre de 2001 (Buenos Aires y Rosario), el viejo bipartidismo que otrora era base del régimen democrático burgués argentino, ha quedado deshecho, siendo reemplazado por alianzas inestables y nada sólidas todavía. Basta ver cómo la centenaria UCR, más allá que haya llevado como candidato al “carismático” actor cómico y líder de los ahorristas, Nito Artaza, no ha podido superar el 2% de los votos.
Como afirma el columnista Morales Solá en La Nación (25/8) “La misma sociedad que había convertido en un referente político al actor y líder de los depósitos dolarizados, Nito Artaza, terminó abandonándolo para aupar en una buena elección a Luis Zamora (...) La sociedad es parte de la crisis nacional”.
El espectro del 19 y 20 de diciembre, presente
Más allá que tanto Macri como Ibarra, como denunciamos en la campaña, compartieron la perspectiva de terminar con la Buenos Aires del 19 y 20 de diciembre, y que evidentemente existe un notable retroceso de aquella situación abierta hace 19 meses, ambos tuvieron que tomar en cuenta en sus campañas un “estado de ánimo” en amplios sectores de masas que aspiran a un cambio de lo vivido en la “década neoliberal”. El mismo Ibarra tuvo que tomar en cuenta esta situación y recurrir a figuras como Claudio Lozano de la CTA o al periodista Miguel Bonasso (cuya última aparición pública antes de la campaña electoral había sido como una de las víctimas de la represión de Brukman) para encabezar sus listas a diputados. Y hasta el derechista Macri se vio obligado a autocriticarse de su pasado apoyo a Menem.
Pero aún este intento de ambos candidatos por mostrarse “a izquierda” de lo que son sus verdaderos proyectos (y a las sumas millonarias gastadas para imponer la polarización entre ellos) no pudieron evitar que uno de los datos más salientes de la elección fuese el 12,3% obtenido por la candidatura de Luis Zamora y Autodeterminación y Libertad. Este, después de haber estado virtualmente proscripto en la TV en los meses anteriores (como ocurrió durante toda la campaña con el resto de la izquierda), tuvo que ser finalmente invitado a los principales programas televisivos y a los debates entre los candidatos “con posibilidades de acceder al ballotage”, obligados por lo que ya marcaban las encuestas.
Contra los que, como la CCC y sectores ‘autonomistas’, sostienen locamente el triunfo de la abstención (votó el 70% del padrón) esta no tuvo significación, ni cuantitativamente (un 20% de no votantes no es para nada “peligroso” sino más bien lo “normal” para la democracia burguesa, como lo demuestra el hecho del 20% que no votó en las presidenciales pasadas), ni cualitativamente ya que no tuvo nada que ver con la clara identidad del fenómeno del “voto bronca” del 2001.
Qué expresa el voto a Zamora
La alta votación a Zamora expresó el repudio de un amplio sector de la población a los políticos del régimen. Captó gran parte de los votos de Carrió, la versión más “progresista” dentro del “voto útil” en las presidenciales de abril, de los ahorristas estafados y de quienes en pasadas elecciones habían optado por el resto de la izquierda, es decir de gran parte de quienes protagonizaron las grandes acciones del 19 y 20 de diciembre, hicieron los cacerolazos y dieron vida a las asambleas populares. Pero este es un reflejo distorsionado. Zamora recibe el voto del ahorrista estafado pero que ya no golpea la puerta de los bancos. Es votado por el asambleísta o ex asambleísta, pero cuyo barrio ya no está en ebullición como en los primeros meses del 2002. Con la contención de Duhalde primero, pero sobre todo desde la asunción de Kirchner, prima la idea, aún en los sectores más activos que destacaron aquellas grandes acciones directas de masas, de que es posible producir cambios desde arriba: una “pasivización” (como definiría Antonio Gramsci) de las jornadas revolucionarias.
En su campaña, los puntos fuertes de Zamora fueron sus denuncias a Ibarra y Macri por sus negociados, por ser parte del viejo régimen, etc., y, por la positiva, su apelación a la puesta en marcha de las Comunas que, aunque despojadas de su potencialidad anticapitalista, fueron una referencia a la experiencia de democracia directa de las asambleas. El mismo Zamora venía de denunciar (al igual que hicimos desde el PTS) las presidenciales truchas del 27 de abril, llamando a la abstención, lo que le significó duras críticas por parte de grupos como el PO o Izquierda Unida quienes hace unos meses auguraban que se iba a hundir electoralmente.
Sin embargo, debemos decir con claridad que Zamora no es ninguna alternativa real para terminar con este régimen. No sólo sus candidatos han sido ajenos al proceso de las asambleas populares, de las fábricas tomadas, del movimiento piquetero, de todas las expresiones de lucha que nacieron o se fortalecieron cualitativamente luego de diciembre de 2001, sino que en su estrategia no hay referencia alguna a la clase trabajadora y sus luchas, no ya para una transformación revolucionaria de la sociedad, que Zamora está lejos de proponer, sino siquiera para instrumentar algunas de sus reformas. Inclusive su propuesta de elección de los comisarios y “control social” de las comisarías, no se distancia mucho de la de Patricia Bullrich.
De ahí también que, pese a pregonar de palabra la creación de un movimiento “horizontal”, Autodeterminación y Libertad es uno de los grupos más verticalistas de la política nacional: las decisiones pasan por él y un pequeño y selecto grupo de amigos. Zamora es enemigo de formar un verdadero movimiento militante (que aunque tenga una dirección centralizada, tome sus decisiones democráticamente) sin el cual sus denuncias al régimen no son más que consignas electorales. En cierta forma, y salvando las diferencias programáticas, Zamora tiene elementos del modelo de construcción y “liderazgo” que expresara Chacho Alvarez en los inicios del Frente Grande, donde su principal capital político no era una fuerza militante sino su “llegada” y presencia mediática y la valoración de la población de sus cualidades personales. Autodeterminación y Libertad, a pesar de los legisladores y diputados conseguidos, no expresa el surgimiento de una nueva fuerza “orgánica” sino una de tipo “transitorio”, que puede tener uno o varios buenos desempeños electorales y despertar simpatía y adhesión en sectores importantes de las masas, pero es incapaz para jugar un papel decisivo en los procesos de la lucha de clases, que es donde se dirimen las grandes encrucijadas históricas. Ahora mismo Zamora y sus legisladores tienen una primer prueba: poner los diputados y legisladores de AyL al servicio que las luchas que enfrentan y enfrentarán a los Macri, los Ibarra y sus protegidos triunfen, empezando por apoyar incondicionalmente la heroica resistencia de las obreras de Brukman, cambiando así la actitud de prescindencia en este conflicto en los más de cuatro meses desde que se realizó el desalojo.
La izquierda partidaria
Zamora ejerció el atractivo de una suerte de “voto útil” en el arco de la izquierda y capturó casi la mayor parte de los votantes que en el 2000 y en el 2001 habían apoyado a Izquierda Unida, al PO y al PTS. Es cierto que conspiró la virtual proscripción que impusieron los grandes medios de comunicación a sus candidatos (a excepción de IU en las últimas semanas por la votación de nulidad de las leyes del perdón) y que fue Zamora el único con presencia televisiva. Pero quedarse sólo en estos motivos sería superficial. La primera causa fundamental de la mala elección de la izquierda es el enorme retroceso experimentado por los procesos más avanzados de lucha que surgieron al calor del 19 y 20 de diciembre y la nueva situación abierta desde la asunción de Kirchner, que hace que aún los elementos más contestatarios de la situación se expresen por vía del apoyo a variantes reformistas o testimoniales.
Dicho esto es necesaria una primera diferenciación entre lo que el periodismo burgués ha dado en llamar “la izquierda partidaria”. La alianza de partidos llamada Izquierda Unida se encontró en una encrucijada. Dentro de su giro “de la izquierda a la centroizquierda” (como define el PC su particular, oportunista y aclasista adecuación a la “era ‘K’”) o se aliaban con Zamora o con el Partido Socialista, como lo hicieron en la provincia de Buenos Aires. El primero se negó rotundamente, y los segundos eran parte y encabezaban la lista a legisladores de Fuerza Porteña, la lista oficial de Ibarra. Como resultado IU obtuvo menos de la mitad de los votos de las presidenciales, sólo pudo mantener la banca de Vilma Ripoll y perdió otra en la Legislatura, cuando en el 2000 estuvo cerca de las tres bancas. Pero esto no es lo más importante. Lo cualitativo es el giro a la derecha de IU, hacia la conciliación completa con el régimen burgués. Incluso, en muchas cuestiones como en la nulidad de las leyes del perdón en la que la diputada Walsh alabó los “acuerdos transversales” en el Congreso con los diputados del PJ, quedaron a la derecha de Zamora. Su alianza con viejos políticos “socialistas” del régimen en la provincia de Buenos Aires es la consumación del giro derechista de IU, convirtiéndose en una nueva fuerza de centroizquierda.
Pero una vez separada la paja del trigo, para los “partidos” de la izquierda obrera, los que a diferencia de IU mantenemos independencia de clase, la elección pone de manifiesto un desafío que venimos planteando desde el PTS: la construcción de un partido marxista revolucionario con verdadera influencia en la clase trabajadora y los sectores populares, es todavía una tarea por realizar. Esto sería una verdad de perogrullo y no haría falta ni discutirlo si no hubiera quienes, como el Partido Obrero, se jactan de ser la “dirección política de la clase obrera militante”, lo que en su momento han definido, con poco rigor, como el “sujeto piquetero”. La demostración de que ninguna fuerza de izquierda, incluyéndonos por supuesto, constituye un partido orgánico, es el poder de atracción que una corriente pequeñoburguesa como la de Zamora, un fenómeno que solo puede ser transitorio, tuvo sobre los “partidarios” de la izquierda clasista. El PTS nunca sostuvo tal cosa, pero el PO demostró que tampoco es lo que pueda llamarse, seriamente, un partido. La idea de construcción de un “partido piquetero”, esto es, de una organización estable y permanente sin verdadera inserción en el movimiento real de la clase trabajadora ocupada, y basada exclusivamente en el fenómeno del movimiento de los desocupados que, cada vez más, mantiene una relación de dependencia de los planes sociales del Estado burgués, ha fracasado rotundamente. El PO centró su campaña en mantener la banca en la Legislatura obtenida por Altamira en el 2000, con cerca de 35.000 votos y, luego de caer a 14.000 en las presidenciales de abril, sacó 7.500 votos a legislador y no superó los 5.400 a jefe de Gobierno.
El PTS estuvo aún más abajo. Obtuvimos apenas 3.200 votos a legislador y 2.500 a jefe de gobierno, cayendo de los ya magros 10 mil votos del 2000. Nuestra propuesta al PO y al MAS de impulsar un Frente de Trabajadores promoviendo las candidaturas de los protagonistas de las principales luchas que se dieron en la Ciudad, de Brukman, de Lapa, de piqueteros, asambleístas y universitarios, de haberse concretado, no necesariamente hubiera cambiado cualitativamente los resultados electorales. Pero marcaba un claro camino, un jalón en la estrategia de un partido independiente de los trabajadores, empezando por reagrupar la vanguardia clasista.
Una campaña militante
Aunque no se expresó en apoyo electoral, el PTS realizó una campaña activa y militante, con miles de afiches en las calles que hicieron aumentar el conocimiento de nuestros dirigentes, y repartiendo decenas de miles de folletos propagandizando nuestras “medidas de urgencia” y el llamado a “mantener viva la Buenos Aires del 19 y 20 de diciembre” (sucesos curiosamente no nombrados por el resto de la izquierda en esta campaña) y a poner en pie un gran Movimiento Político de los Trabajadores, una tarea que responde a la necesidad que planteamos más arriba, dar pasos en la construcción de un partido orgánico de la clase trabajadora, con un programa y una estrategia revolucionaria. Tuvimos el orgullo de contar encabezando nuestra lista como candidata extrapartidaria a la compañera Celia Martínez, una de las más destacadas dirigentes obreras del último período, así como a otros luchadores como Carlos “Charly” Platkowsky, delegado de LAPA. Con ellos y con otros compañeros fuimos oradores en el acto de cierre de campaña de Capital y presentación de los candidatos en Provincia de Buenos Aires que el PTS realizó el 18 de agosto en la Federación de Box.
Hacia adelante, nuestro partido no sólo dará la pelea por esta misma perspectiva en las próximas elecciones en Santa Fe, Provincia de Buenos Aires, Córdoba, Jujuy, Neuquén y Mendoza, presentando en todas ellas a destacados luchadores y trabajadores al frente de nuestras listas. Junto con la participación en las distintas luchas (Brukman en primer lugar) y en los procesos de elección de nuevos delegados en distintos gremios, nuestro partido viene impulsando la organización de un Instituto de Formación Marxista y la apertura de locales en todo el país para difundir y debatir las ideas del marxismo revolucionario. Creemos que los miles y miles de trabajadores y estudiantes, y los demás sectores populares que expresaron su repudio al viejo régimen votando la candidatura de Zamora, constituyen un sector importantísimo para que los revolucionarios dialoguemos políticamente, para interesarlos como sujetos activos en la lucha de clases y para lograr la participación del sector más amplio posible en la construcción de múltiples centros donde se debata no sólo sobre las grandes ideas y tradiciones del marxismo clásico (hoy tan deformadas por la academia y los partidos reformistas) sino también la actualización de una teoría y una política revolucionarias a la altura de los desafíos del siglo XXI.
Ballotage en la Capital
NI MACRI NI IBARRA
Cualquiera de las dos "opciones" que hay para "elegir" el 14 de septiembre en Capital son absolutamente enemigas de las aspiraciones de los trabajadores y el pueblo. No hay "mal menor". Una masiva elección a favor de Ibarra para que no gane Macri es verdaderamente un "mal mayor" para los explotados de la Ciudad, para los trabajadores de las empresas recuperadas como Brukman, para aquellos que buscan reeditar la experiencia de las asambleas populares, para las decenas de miles de desocupados de la Ciudad. Tenemos que rechazar la trampa del ballotage.
Zamora ya se pronunció por no votar a ninguno de los dos candidatos. Pero, en ninguna de sus declaraciones se pronunció por utilizar estas tres semanas para hacer una gran campaña activa por el voto en blanco, nulo o la abstención, para que cualquiera de los candidatos que "gane" asuma lo más debilitado posible para imponer los planes de los grandes grupos capitalistas y el FMI.
Para que esta política no quede en meras declamaciones mediáticas, Zamora podría convocar a sus votantes a realizar asambleas de vecinos y trabajadores en cada barrio para hacer una masiva campaña por el rechazo al ballotage en cada escuela, establecimiento, fábrica u hogar. Hagamos un comando común de campaña todas las agrupaciones de izquierda que nos pronunciamos en este sentido.

Prensa

Virginia Rom 113103-4422

Elizabeth Lallana 113674-7357

Marcela Soler115470-9292

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