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HISTORIA

Qué fue la Contraofensiva montonera

Luego de la reedición en 2010 del libro de Cristina Zucker, El tren de la victoria, en el que la autora rememora los últimos años de vida de su hermano Ricardo, secuestrado a principios de 1980, el tema de la Contraofensiva vuelve a aparecer como vivencia en Infancia clandestina, la primera película de Benjamín ˜ávila.

Juliana Campos

1ro de noviembre 2012

Luego de la reedición en 2010 del libro de Cristina Zucker, El tren de la victoria, en el que la autora rememora los últimos años de vida de su hermano Ricardo, secuestrado a principios de 1980, el tema de la Contraofensiva vuelve a aparecer como vivencia en Infancia clandestina, la primera película de Benjamín ˜ávila. El film, estrenado recientemente, relata la historia de un grupo de militantes montoneros que regresa a la Argentina con la intención de provocar la caída de la dictadura de Videla mediante una serie de acciones político-militares[1]. El plan que desencadenaría la Contraofensiva, un dato que no aparece en la película, partía de la idea de que pese al número de “bajas” (militantes muertos en los centros clandestinos de detención), la primera etapa de la “resistencia activa”, tanto sindical como militar, se había desarrollado con éxito. En octubre de 1978, el número cero de la revista montonera Vencer se refería sin ninguna clase de reparos a la inminente derrota de la Junta Militar –los “grandes traidores a la patria”– y la consolidación de la resistencia convocada por el Partido Montonero, su “principal expresión política”. Según los editores de la revista, Argentina era un hervidero. La dictadura, golpeada por las luchas obreras y sus contradicciones internas (fracturas, degradación y ausencia de moral en los soldados del Ejército), atravesaba un proceso de desgaste y resquebrajamiento irreversibles. A pesar de que sus fuerzas se encontraban diezmadas y la resistencia era aún muy incipiente –la clase obrera venía de sufrir un terrible golpe, con miles de dirigentes, delegados y activistas presos o desaparecidos–, Montoneros sostenía que era cuestión de forzar la situación, darle el último empujón al gobierno militar a través de una contraofensiva que reunificara “los miles de focos de lucha”, “el tren de la victoria”, como llamarán a esta primera aventura político-militar.

Contraofensiva y algo más

El plan delineado a mediados de 1978 por Firmenich y Perdía comprendía una primera fase de reagrupamiento y entrenamiento de alrededor de 40 militantes en el exterior, una segunda etapa de “aproximación”, en la que se llevaría a cabo una fuerte labor de propaganda y agitación centralizada –emisiones radiales, transmisión del discurso de Firmenich mediante la interferencia de la señal de los canales del Estado, distribución clandestina de volantes y folletos– y como cierre: una multitudinaria movilización a Plaza de Mayo, el ataque a la red de transporte y comunicaciones, y la realización de una serie de atentados contra los miembros del equipo económico, con el propósito de generar una situación de conmoción y caos que obligara a los militares a abandonar el gobierno.

Sin embargo, la Contraofensiva se convertirá en un fracaso absoluto. Si bien el retorno de Montoneros coincidió con un aumento significativo de la conflictividad obrera y la realización de la primera huelga nacional contra la dictadura –en cuatro años el salario real había caído más de un 50%–, los pelotones no tuvieron ninguna incidencia en estos hechos, sufriendo en pocos meses un serio desmembramiento a causa de la deserción y el asesinato de sus integrantes y principales dirigentes.

A pesar de la derrota, el plan siguió en marcha; los sobrevivientes llevaron a cabo una seguidilla de atentados sin demasiado éxito ni repercusiones y se organizó una “Segunda Campaña Popular” en 1980, que tuvo como consecuencia la muerte de prácticamente todos los militantes involucrados.

Sin embargo, la Contraofensiva no será la única política que lleve adelante Montoneros. El aventurerismo irá acompañado por una serie de cartas con llamados al diálogo destinadas a las máximas autoridades de la Iglesia Católica en Roma, institución cómplice con la dictadura, cuya sede en la Argentina colaboraba de manera directa con el gobierno militar. Hacia fines de 1976, la conducción de Montoneros había intentado establecer algún tipo de diálogo con la jerarquía eclesiástica nacional, la misma que mucho antes del golpe había hablado de la necesidad de un “baño de sangre”. A pesar del fracaso de esta política, la Capellanía del Ejército Montonero volverá a dirigirse al Vaticano a fines de los años ‘70.

Una orientación política derrotada de antemano

La mayoría de los críticos de la orientación de esta fuerza política durante la dictadura encuentran en la Contraofensiva un síntoma de descomposición de la dirección montonera y su distorsión de la realidad[2]. Sin embargo, estas interpretaciones se centran en el problema del militarismo y el vanguardismo, dejando de lado el conjunto de ideas que guió a esta organización a lo largo de su derrotero político. Desde sus inicios, Montoneros sostenía que la lucha por la liberación nacional sería llevada adelante por una alianza entre la clase obrera y la burguesía nativa contra el imperialismo. Pese a la importancia que les atribuía a los trabajadores, estos no representaban un actor independiente sino el sostén, la “columna vertebral”, del movimiento peronista que llevaría adelante, tras un proceso de transformación interna, la liberación y el “socialismo nacional”. Esta política se transformará en un eje político central sobre todo con el peronismo en el poder. Sin embargo, el fracaso de la apuesta a la radicalización del nacionalismo burgués, y frente al rumbo derechista y represivo que tomarán los últimos gobiernos peronistas, incluyendo el de Perón, Montoneros –sin abandonar la idea de reconstruir el peronismo– optará una vez más por la lucha armada, iniciando una especie de “guerra de bolsillo” contra la derecha peronista y las FFAA[3]. Esta orientación, disociada de las acciones reales de las masas, los conducirá en poco tiempo a un nuevo fracaso. La Contraofensiva político-militar de 1979 y 1980 no hará más que acentuar la debacle de Montoneros, que desaparecerá como fuerza política sin haber cumplido ningún rol destacado en la importante lucha obrera contra la dictadura que se desarrollará en los años siguientes. Tras haberse alineado de manera incondicional con los militares durante la guerra de Malvinas, y luego de aberrantes llamados a la realización de una misa de reconciliación con la cúpula militar, gran parte de sus dirigentes volverán a la política de mano del menemismo y los sucesivos gobiernos peronistas.

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