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NACIONAL

Pueblos fantasmas

Alguna vez la llamaron “empresa soberana creadora de pueblos” pero cuando llegaron las privatizaciones de Menem se transformó en partera de pueblos fantasmas. La historia de YPF es también la de miles de trabajadores y sus familias que crecieron y se hundieron de la mano de la entrega de la empresa nacional.

Miguel Raider

26 de abril 2012

Alguna vez la llamaron “empresa soberana creadora de pueblos” pero cuando llegaron las privatizaciones de Menem se transformó en partera de pueblos fantasmas. La historia de YPF es también la de miles de trabajadores y sus familias que crecieron y se hundieron de la mano de la entrega de la empresa nacional.

Todo empezó en 1907 cuando brotó el primer chorro de petróleo dando pie a la fundación de Comodoro Rivadavia, fue entonces que la Patagonia adquirió otra fisonomía. Lo mismo pasó en las provincias del NOA. En 1926 Salta apenas producía 233 m3 de petróleo, pero en 1928 sobrepasaba los 15.000. Es que cuando desembarcaba YPF (creada en 1922) llegaban la escuela, el hospital y el ferrocarril. Poco después llegaban los barrios petroleros, cines, teatros, clubes deportivos. Eran pueblos pujantes que se desarrollaban integrando las diversas fases del proceso productivo, fortalecido en 1946 con la creación de Gas del Estado.

YPF llegó a poseer 16 buques-tanque que surcaban los océanos y hasta realizaba la distribución minorista en una extendida red de estaciones de servicio que abarcaba todo el territorio. Una petrolera que una vez alcanzó el octavo puesto en el ranking mundial con generaciones de trabajadores que crecieron y se educaron bajo esa identidad.

Pero en 1992, después de la privatización de YPF y los ferrocarriles, todo cambió. Más de 30 mil petroleros y 85 mil ferroviarios fueron arrojados a la desocupación. El SUPE apoyó la entrega como socio menor a cambio del 10% de las acciones de YPF regidas por el Programa de Propiedad Participada. Las economías regionales fueron las más perjudicadas: localidades en desarrollo dieron lugar a 650 pueblos fantasma y 28.000 km. de vías férreas perdidas. Las comunidades quedaron sin oficios, reducidas a meros poblados de paso.
La privatización trajo aparejada un vendaval de enfermedades. Exentas de cualquier tipo de control estatal, las petroleras privadas operaban con el método de la “emulsión inversa”, un fluido altamente tóxico (prohibido en todo el mundo) que contamina las napas de agua. Dejando atrás las perforaciones realizadas con agua y fluidos convencionales

orgánicos, las petroleras produjeron pandemias de diabetes crónica, salmonelosis, insuficiencia cardíaca y renal, colitis parasitaria y cáncer intestinal. Y como consecuencia de la pobreza estructural aparecieron los primeros casos de parálisis cerebral en Tartagal. En 1997 un informe de la Iglesia reveló que el 64% de los niños menores de 6 años de las provincias del NOA ingería alimentos carentes de proteínas y vitaminas básicas.

Con justa razón entre 1996 y 1997 de esa filas de ex “ypefianos” surgieron los primeros movimientos de desocupados en Cutral Co, Plaza Huincul, Mosconi y Tartagal, cortando las rutas y exigiendo “trabajo para todos”.
Después de contribuir a la dilapidación del patrimonio nacional, el gobierno de Cristina expropió el 51% de Repsol con el presunto propósito de “recuperar soberanía”. Claro que uno de los primeros en mostrar su conformidad fue nada menos que Menem. El lector puede deducir la perspectiva para los pueblos fantasmas.

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