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LAS ACCIONES IMPROVISADAS Y DESCOLGADAS QUE DEFIENDE EL PARTIDO OBRERO

Postal de una política desastrosa

Ante las críticas del PTS a la dirección del Partido Obrero por realizar acciones minoritarias en el ferrocarril, sin apelar a la organización y la decisión democrática en asambleas de los implicados en la lucha, en Prensa Obrera (6/01/11) nos responden básicamente que las asambleas son de importancia secundaria.

Manolo Romano

20 de enero 2011

Postal de una política desastrosa

Ante las críticas del PTS a la dirección del Partido Obrero por realizar acciones minoritarias en el ferrocarril, sin apelar a la organización y la decisión democrática en asambleas de los implicados en la lucha, en Prensa Obrera (6/01/11) nos responden básicamente que las asambleas son de importancia secundaria. Que lo decisivo es que se está ante “una confrontación que tiene alcance político nacional” (en la que PO, anote, considera una cuestión menor las asambleas de trabajadores). En fin, que ellos impulsan la lucha con los que los sigan, aunque sean pocos, bajo la preclara visión de la perspicaz dirección del Partido Obrero. Y que cuando a la dirección del PO se le canta convocar a cualquier acción desorganizada con la sola intención de aparecer en los medios, debemos acudir o seremos tildados de “carneros” por los “huelguistas” de la dirección del Partido Obrero.

Están perdidos, cualquiera se da cuenta. Pero aceptemos por un momento que el disparate fuera cierto y el PO demuestra que con el solo concurso de su dirección “perspicaz” se triunfa, sin necesidad de contar siquiera con una agrupación sindical sólida en el ferrocarril (como es el caso del PO).
Supongamos que unas decenas de militantes estudiantiles de PO y unos pocos que los sigan pueden sustituir pavadas tales como los organismos de frente único obrero para la lucha de clases, y que esto ya no hace falta para encarar las huelgas, los piquetes, los cortes de vías, la autodefensa. Bien, si así afuera: el jueves 23 de diciembre quedó demostrado que si de algo no se puede acusar a la dirección del Partido Obrero, como hicieron Aníbal Fernández y Nilda Garre, es de facultades para conspirar o complotar. La acción no pudo estar peor planificada.

Consiguieron, en poquitas horas, lo contrario a lo que se aconseja para ganar una batalla: dispersaron las fuerzas propias y concentraron las fuerzas del enemigo. Aislaron a un reducido grupo de despedidos dividiéndolos de la amplia mayoría de tercerizados en lucha, y para peor consiguieron el rechazo masivo de los trabajadores “usuarios”. A los “estrategas” que dirigían el minoritario corte de vías en Avellaneda le cayeron las 7 de la tarde, horario pico donde la clase trabajadora más castigada se hacina en los trenes para volver a sus casas, generando una bronca generalizada en Constitución. Mientras a los expertos negociadores de PO los entretenían en el Ministerio de Trabajo con “caramelos de madera”, en la estación se prendía fuego, sin que los “estrategas” estuvieran enterados ni por teléfono. Es claro que la preparación seria de la lucha, no es el fuerte del PO.

Si el objetivo político era aparecer en los medios, lo consiguieron de sobra. Claro está que se debe saber utilizar los medios masivos para la difusión de una lucha hacia el resto de la clase trabajadora y la población, pero en el corte de vías bajo la orientación del PO esto se convirtió en una calamidad. La simpatía de masas que despertaron los ferroviarios por la denuncia del flagelo de la tercerización con cortes contundentes como el del mes de julio y, más aun, por el repudio masivo al crimen de Mariano Ferreyra, estuvo a punto de ser completamente dilapidada. Las imágenes de Constitución mostradas a millones por las reaccionarias corporaciones mediáticas (que luego invitan a los dirigentes del PO a charlar en sus programas) fueron utilizadas para una campaña de masas para demonizar y desprestigiar las acciones de lucha de los tercerizados que, ajenos al desaguisado de PO, también lo miraban por TV. Es tan evidente que lo de Constitución fue una provocación montada (sobre la falta de experiencia de un grupo que ya, después de tantas décadas de existencia, debiera tener alguna), como también que no había ninguna “inteligencia” de los que realizaban el piquete para evitarla. ¿Fue “la patota de Pedraza para trabar el pase a planta” como dice PO? ¿Fue gente paga por “Duhalde y Barrionuevo para generar el caos”, como dice el gobierno? ¿Fue el mismo kirchnerismo para ensuciar una lucha histórica aprovechando el flanco débil que les ofreció el grupo de PO sin peso en los ferroviarios? A cualquiera de ellos y a todos, menos a los trabajadores tercerizados, les convino el zafarrancho. El que mas lo aprovechó fue el gobierno, que, en primer lugar, usó la acción descolgada del Partido Obrero en Avellaneda para sentar un precedente de su nueva doctrina estatal de “seguridad” y abrir causas judiciales a cuatro de sus militantes por el corte de vías.
En fin, resultados desastrosos a causa de una política desastrosa para la lucha de clases. Por más que Altamira recite la teoría de la “revolución permanente” en su carteo con el intelectual kirchnerista Galasso, la dirección de PO ha demostrado una impericia pocas veces vista para colaborar, ya ni hablar de dirigir, la lucha de la clase trabajadora. Esta conclusión no es tan importante para el activismo obrero del propio ferrocarril. Allí hay un amplio consenso entre los luchadores ferroviarios que, a pesar de la adhesión a la causa por encarcelar a los asesinos de Mariano Ferreyra y la pelea contra el procesamiento de sus militantes, el PO es un aparato capaz de darle la espalda a su lucha real con tal de salir en televisión. El mismo afán de figurar, así sea de espaldas a la lucha de clases, lo mostraron concurriendo a la Casa Rosada ante la convocatoria de Aníbal Fernández por la ocupación de tierras en el Indoamericano. La conclusión es más importante para los que se preguntan: ¿qué impulsó a PO a una acción de este tipo? Sencillamente es la consecuencia de un grupo político que ha perdido contacto con la clase trabajadora real y no quiere tenerlo. Están muy por detrás de la corriente morenista que en los años 80 proclamaba, como lema de partido, “luche y vote”. En el caso de PO, su participación en la lucha de clases es apenas una pose, un “cazagiles” para cubrirse por izquierda dentro de una estrategia de construcción de un partido absolutamente electoralista.

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