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"GRAN CUÑADO" 2009

Política, pizza, champagne… ¡y good show!

Tinelli es popular. Veinte años seguidos en el horario central de la televisión, haciendo que todos, cada día, en el trabajo o en el colegio hablen de tal o cual sketch, “sueño” o cámara oculta. Un promedio de cuatro millones de personas (según las medidoras de rating) sentadas frente al televisor, riendo en un coro de carcajadas, es algo que muy pocos pueden darse el “lujo” de tener. Y Tinelli lo tiene. Incluso cuenta con varios programas, en todos los horarios y canales, que sólo se dedican a hablar de su ShowMatch.

Daniel Satur

28 de mayo 2009

Tinelli es popular. Veinte años seguidos en el horario central de la televisión, haciendo que todos, cada día, en el trabajo o en el colegio hablen de tal o cual sketch, “sueño” o cámara oculta. Un promedio de cuatro millones de personas (según las medidoras de rating) sentadas frente al televisor, riendo en un coro de carcajadas, es algo que muy pocos pueden darse el “lujo” de tener. Y Tinelli lo tiene. Incluso cuenta con varios programas, en todos los horarios y canales, que sólo se dedican a hablar de su ShowMatch.

Tinelli goza de una gran popularidad, lograda a base de varios negociados, de ocupar el lugar justo en el momento indicado, y de arreglárselas siempre para caer bien parado cuando la realidad cambia de rumbo. Menemista de la primera hora, “antipolítico” cuando miles gritaban que se vayan todos, kirchnerista de la primera hora, y un consecuente macrista en estos días de debacle K. En la carrera del “cabezón” (de mediocre relator de fútbol a mega-empresario y productor) tenemos un claro ejemplo de quiénes son los ganadores de décadas de empobrecimiento de las mayorías, de flexibilización, privatización, devaluación y rapiña capitalista. Él, junto a gran parte de su staff y otras estrellas (Susana, Moria, Sofovich, Mirtha, Rial, entre otros), no pueden despegarse de esa patética imagen que supieron conseguir durante los años de menemismo. Pizza, champagne, negocios millonarios, fiesta neoliberal… todo en vivo, para todo el país y en horario central.

Gran Cuñado

Tinelli se zambulle en la campaña electoral, convirtiendo a ShowMatch casi en el único “programa político” de la televisión abierta (sólo lo acompaña Tres Poderes, los domingos a la noche, tarde, por América). El Grupo Clarín, en su señal paga TN, derrocha programas políticos con muchos periodistas del stablishment mediático; pero en Canal 13, de acceso gratuito, apuesta a que si se habla de política sea mediante caricaturas y una parodia de reality show.

Y ahí está Tinelli, con un humor político acorde a su lógica. Bien lejos de la crítica mordaz que grandes exponentes del humor han sabido producir a lo largo de la historia. En tiempos de crisis económica, política y social, el humor y la sátira siempre fueron herramientas de expresión indispensables para que las masas se expresaran contra los poderosos. La lucha de clases está llena de ejemplos de humoristas que han ridiculizado y se han mofado de las clases dominantes. Tinelli, claro, no es el caso. Y si la esencia de su producción siempre fue la banalización, haciendo de la danza y el baile la excusa para colocar a la mujer como el objeto privilegiado de deseo y codicia, presentando discapacidades motrices y visuales como “virtudes” para la competencia, y hasta camuflando la violencia contra las mujeres como “joditas” para la tele (ver Andrea D’Atri, “El zapping de la violencia”, www.pyr.org.ar); ¿por qué banalizar la política iba a estar mal?
Pero, ¿Gran Cuñado banaliza la política, o la política burguesa es tan banal que un programa no encuentra mejor manera de presentarla que con una parodia que la sigue banalizando? ¿Cuál es el debate de programas políticos que se escucha de parte de los Kirchner, De Narváez, Macri, Carrió, Reuteman? ¿Quién de ellos propone superar una realidad que ya generó centenares de miles de desocupados en los últimos meses? ¿Dónde dicen los políticos del poder cómo van a evitar que millones de personas sufran hambre, desocupación, miseria, falta de vivienda, de salud? En todo caso, Gran Cuñado le sirve a Tinelli para seguir haciendo negocios basándose en un dato de la realidad: que ningún partido patronal puede mostrar ningún plan para resolver los problemas de las mayorías trabajadoras. Por eso todos aceptan reírse de sí mismos, nadie discute públicamente más que formas y poses, mientras la realidad de millones de trabajadores pasa de largo por detrás de las cámaras.

Y si todo sirve para sumar porotos en la campaña, mucho mejor. La “asociación” anti-k entre los grandes medios y el Pro-peronismo (expresada aquí en las duplas Tinelli/Rial, Canal 13/América, Clarín/De Narváez) se despliega en un sketch televisivo donde Cristina y Néstor son destinatarios de una ridiculización mayor que Mauricio, Francisco o Felipe. Elevar a los candidatos “pro” requería además que Lilita fuera la primera eliminada; y que Stolbizer, Alfonsín y el todo el radicalismo, o el presidenciable Binner brillaran por su ausencia en la parodia. Aunque, como dicen los mismos políticos burgueses, si hoy hace falta gobernabilidad, respetar la institucionalidad y la “democracia”; que nadie se pase de la raya, que todos se rían de todos y la cosa va para adelante.

Una política sin nada para reír

Pero nada es improvisado. Menos cuando hay que hablarle a millones de personas, que encuentran en la televisión un rato de distracción, después de una larga jornada laboral. Tinelli y su producción saben lo que buscan, y lo encuentran. Actores que elaboran imitaciones, pensando bien qué van a decir sus personajes. La apelación al voto del público para legitimar el resultado (aunque la decisión la termina tomando la producción, dejando de lado las miles de llamadas). La estética, la música, todo cuidado, todo organizado. Como soporte intelectual, un guión trabajado con precisión por Nik, el más conservador y reaccionario de los humoristas gráficos de la actualidad, el humorista estrella del diario La Nación. “A lo mejor en la política argentina hay que hablar lo menos posible” (…) “Para mí es un tema viejo el de derecha, centro, izquierda. Hoy me parece que la gente se mueve por otras cosas”, opina el dibujante (Revista C, Crítica, 24 de mayo), mientras intenta fundamentar la supuesta falta de intencionalidad de Gran Cuñado en la campaña.

“Lo que hagamos va a ser sin ninguna intencionalidad”, dijo Tinelli cuando empezó el ciclo 2009. Nadie le creyó. Y mucho menos cuando el 28 de Junio es presentado como “un plebiscito”, donde se juega el futuro del “modelo K”, y donde todos (partidos, empresarios y medios) calculan milimétricamente cómo posicionarse al día siguiente de las elecciones.

Lejos de ser apolítico y mantenerse al margen del debate, Tinelli arrancó el año mostrando toda su intencionalidad. A partir del vómito verbal de Susana Giménez, cuando sentenció que “el que mata tiene que morir”, muchos ricos y famosos salieron a defender sus intereses de clase. En Marzo, Marcelo dijo que “los delincuentes están todos libres y yo tengo que vivir en un country encerrado entre rejas (…) Acá te matan y nadie hace nada. ¿Hay que esperar que a uno lo maten para hacer justicia por mano propia?”

Hasta no hace mucho Tinelli era amigo de los K. Supo cosechar buenos negocios con ellos, mientras su pantalla irradiaba un show “pum para arriba”. Fueron los años de bonanza, donde “el modelo” dejaba contentos a todos los sectores capitalistas. Hasta el mismo Néstor participó de un sketch en ShowMatch, en diciembre de 2005, en la Casa Rosada y con Marcelo como director de cámaras. Por esos mismos días el Gobierno “popular” les prorrogaba las licencias de TV por 10 años a Clarín, Telefónica, Hadad y a Manzano.

Hoy las cosas cambiaron. Cristina y Néstor son ridiculizados en Gran Cuñado, y tratan de compensar su caída de imagen con entrevistas exclusivas a Telefe, amenazando con una nueva Ley de Radiodifusión para que Telecom y Telefónica puedan competir con Clarín, y promoviendo que empresarios amigos compren radios y otros medios.

Mientras tanto, en una especie de homenaje a aquellos “gloriosos” ‘90, esta semana apareció en ShowMatch Carlos Menem, el verdadero, compartiendo la casa con los personajes de ficción y charlando con Marcelo como viejos amigos. Un aporte más a la campaña. La farándula menemista, nuevamente, intentando colocarse como el gran elector, como la expresión acabada de la tan mentada opinión pública, mostrando y diciendo lo que “la gente” quiere.

Lo banal no empieza ni termina con Tinelli. La banalización de los problemas y la vida de millones de trabajadores y trabajadoras es la moneda corriente de este sistema. Mientras los poderosos cuidan muy celosamente su propiedad de cualquier cuestionamiento o amenaza, batallan desde sus medios con la idea de que lo único que nos queda por hacer, en tiempos de crisis, es resignarnos a ser espectadores de su fiesta… y con humor. Eso es lo único que pueden ofrecer la burguesía, sus medios y sus “humoristas” al pueblo trabajador. Reírnos a carcajadas en el circo más patético y decadente, recargado de prejuicios y discriminación.

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