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Paula Bach

PTS

4 de diciembre 2008

Creo que para hablar de la actualidad de El Capital es necesario referirse no sólo a lo que está escrito por Marx sino también a la parte que a Marx le quedó por escribir, pero que estaba en sus planes tratar.
Respecto de lo que Marx sí abordó [...] Aquí voy a hacer una breve referencia a dos aspectos que me parecen muy relevantes y que creo deben ser re-estudiados y profundizados en el actual contexto.

Sobre la vigencia de la ley del valor y la financierización de la economía: el estallido de la crisis financiera […] es una nueva prueba, contra todas las teorías que la dieron por muerta, de la validez de la ley del valor. En las últimas décadas [...] venimos asistiendo a un fenómeno en el cual el capital ficticio [...] alcanzó una magnitud sin precedentes históricos. [...] Lo que vuelve a ponerse de manifiesto hoy [...] es que, tomando por extensión la afirmación de Marx sobre el capital crediticio, “el dinero no engendra dinero” y que el modo de producción capitalista no puede funcionar a largo plazo sobre la base de gigantescas masas de capital ficticio. En algún momento ese capital debe sincerarse, debe demostrar que tras él hay horas de trabajo, tiempo de trabajo socialmente necesario, riqueza en el sentido en que la definió Marx, en el sentido de su “contenido material” siendo que el valor es sólo la forma particular que adopta la riqueza material en el modo de producción capitalista. Esto es lo que no pueden validar hoy grandes masas de capital existente, [...] Y de ahí la crisis financiera como emergente inicial de la crisis económica en curso.

Sobre la cuestión de lo que Marx denominó la ley general de la acumulación capitalista, es decir sobre la formación de la superpoblación relativa o el ejército industrial de reserva: [este] forma parte indispensable del mecanismo social del capitalismo. Ni la expansión general de la producción ni la adaptación a los flujos y reflujos de los ciclos industriales serían posibles sin una reserva de fuerza de trabajo es decir, sin una “población relativa sobrante”. Es el capital el que crea permanentemente un ejército de reserva al que acude en los momentos de auge o ante las necesidades de nuevas ramas y que además opera impulsando a la baja el precio de la fuerza de trabajo [...]. El sobretrabajo de los ocupados es causa y consecuencia del no trabajo de los desocupados. Esta ley general del capital se puso brutalmente de manifiesto durante los años ’80 y ’90 y también durante lo que va del siglo XXI como lo demuestra el rol disciplinador que ha venido jugando la sobreexplotación de los obreros chinos por ejemplo. [...] Hoy, frente a la magnitud de la crisis, esta ley, se presenta como una de las más violentas amenazas para la clase obrera mundial. En momentos como el actual en los que ya no hablamos solamente de “ciclo industrial”, la “ley de la población” creada por el capital, amenaza con volverse absoluta. [...] En este contexto recomiendo a todos releer el capítulo XXIII del 1er. tomo de El Capital, donde Marx plantea la necesidad de la más profunda solidaridad entre ocupados y desocupados que por supuesto es un ataque directo a la ganancia capitalista y es la forma de quebrar la ley general de la acumulación capitalista. Esto es casi una fórmula programática de Marx que va en el sentido de lo que hoy formulamos como la necesidad del reparto de las horas de trabajo entre ocupados y desocupados con igual salario.

Volviendo a lo que planteé al principio [...] Muchos de ustedes sabrán que Marx trabajó al menos sobre dos planes (o esquemas) iniciales para la elaboración de El Capital.

El primero de esos planes lo elaboró en el año 1857 y estaba dividido en seis libros: el libro de El capital (parte de este libro fue escrito y es lo que hoy conocemos como Grundrisse); el libro de la propiedad de la tierra; el libro sobre el trabajo asalariado; el libro sobre el Estado; el libro sobre el comercio exterior y el libro sobre el mercado mundial y las crisis.
El segundo plan fue elaborado aproximadamente en el año 1866 y de los 6 libros originales, sólo quedó el primero es decir, el libro del capital que a su vez fue dividido en tres libros: el proceso de producción del capital; el proceso de circulación del capital y el proceso global de la producción capitalista.

De estos tres libros que son los que hoy conocemos como “El Capital”, sólo el primer volumen fue editado en vida de Marx. Los otros dos, fueron editados y publicados por Engels sobre la base de los manuscritos que Marx había dejado.

[...] Mientras los libros de la propiedad de la tierra y del trabajo asalariado [...] fueron de una u otra manera incorporados al plan definitivo de la obra (el trabajo asalariado se aborda en el primer tomo y la renta de la tierra en el tercero), hay tres libros que quedaron finalmente excluidos del plan definitivo: el libro del Estado, el libro sobre el comercio exterior y el libro sobre el mercado mundial y las crisis.
Como se podrán imaginar esto no es un problema de poca envergadura. [...]

Pero ¿por qué darle tanta importancia a este hecho? Fundamentalmente por dos cuestiones:

Primero: porque el método de “ascenso de lo abstracto a lo concreto” en Marx, no involucraba solamente la estructura del capital en estado puro comenzando con “el capital en general” y culminando en la “multiplicidad de capitales” a través del examen de la competencia, el sistema de crédito y el capital accionario. El método de “ascenso de lo abstracto a lo concreto” pretendía finalmente abordar al Estado (es decir, la relación de la sociedad burguesa consigo misma, como decía Marx), pero también pretendía abordar la economía nacional en sus relaciones con el afuera, con el resto de las naciones y finalmente pretendía abordar el estudio de un todo mayor, esto es el mercado mundial (o la economía mundial) y las crisis.

Segundo: el acercamiento a un nivel más concreto de análisis, a las relaciones entre los estados capitalistas, al “mercado mundial y las crisis”, si guardó mucha importancia para toda la historia del modo de producción capitalista, hoy se ha vuelto fundamental. Más precisamente la cuestión del rol del Estado sobre la economía y las relaciones entre los estados capitalistas, el mundo capitalista tomado como un todo, es uno de los grandes asuntos de nuestra época. El fin del “libre juego de la ley del valor” por decirlo de algún modo, los límites al mecanismo de la “libre competencia”, el fin del puro “liberalismo” económico, el predominio de los oligopolios, del capital financiero, el capitalismo imperialista, y en este contexto también las guerras y las revoluciones, le dan el tono al período histórico que comenzó a fines de siglo XIX.

Es en este contexto que las crisis no sólo como fase del ciclo industrial sino como grandes catástrofes, las guerras bajo las formas de guerras mundiales de redistribución del planeta y los grandes procesos revolucionarios, van a entrar en escena como los fenómenos característicos de nuestra época. Es aquí donde consideramos indispensable rescatar las elaboraciones de León Trotsky prácticamente el único de los dirigentes marxistas revolucionarios “clásicos” que pudo vivir y analizar lúcidamente un período tan importante como el de los años ’20 y ’30. En sus escritos sobre la naturaleza y dinámica del capitalismo, que hoy estamos reeditando bajo el nombre de El Capitalismo y sus crisis, Trotsky realiza una definición del equilibrio capitalista de largo plazo que excede los ciclos periódicos del capital considerando una interrelación entre los fenómenos económicos, los fenómenos de la lucha de clases y las relaciones entre los Estados capitalistas. Estos escritos de Trotsky realmente merecen ser leídos y analizados profundamente porque en ellos [...] puede hallarse un intento de continuar la obra de Marx en un terreno más concreto. Se pueden encontrar aportes muy valiosos para pensar, al menos desde un punto de vista metodológico, la relación entre el capital en estado puro y los tres libros de los que hablábamos y que Marx nunca llegó a escribir.

En el prólogo que escribí al libro que estamos presentando y valiéndome del método de Trotsky, [...] desarrollo una analogía entre la situación de Gran Bretaña y la libra en las primeras décadas del siglo XX, y la situación de Estados Unidos y el dólar en las últimas décadas, señalando similitudes y diferencias, que puede ser útil para pensar aspectos de la disputa entre las grandes naciones en el próximo período [...].

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