La crítica del gobierno de Néstor Kirchner a Mauricio Macri al día siguiente del triunfo del PRO en las elecciones de la Ciudad de Buenos Aires, sacando a relucir los negocios de éste durante el menemismo, ha traído a la escena política nacional el debate sobre el pasado (reciente) y el presente en nuestro país. Según la campaña kirchnerista, el oficialismo vendría a representar la nueva política antineoliberal y Macri la derecha noventista. Dos “modelos”, antagónicos, estarían en pugna.

En este marco, las palabras pronunciadas por el cardenal Bergoglio el sábado pasado durante la procesión de Corpus Christi (“Maldicen el pasado para sacar ventaja en el presente o en el futuro”) trajeron agua al molino de la oposición. En consonancia con el cardenal, el Jefe del Ejército, Teniente General Roberto Bendini, instó a “cicatrizar heridas” del pasado y afirmó que “siempre está en el corazón de todos buscar el encuentro de los argentinos”.

Dicho sea de paso, ambas afirmaciones que pregonan la reconciliación con los genocidas al igual que Macri, López Murphy o Carrió, hechas a pocos días del juicio por los crímenes de la dictadura al ex Capellán de la Policía Bonaerese, Christian Von Wernich, muestran que los sectores más reaccionarios de la sociedad se envalentonan con el triunfo de Macri en Capital y del MPN neuquino después de haber fusilado al maestro Carlos Fuentealba.

Se quedaron todos

El cruce de acusaciones entre uno y otro bando denunciando la participación en el menemismo tanto del macrismo como de los funcionarios oficiales son una enorme demostración de la continuidad del personal político de los ’90, que milita tanto en el kirchnerismo como en la oposición patronal. Es obvia esta relación en el caso del PRO, que entre sus diputados cuenta con Cristian Ritondo, ex legislador del PJ Capital, procesado por el delito de malversación de los caudales públicos por una denuncia referida a cuando se desempeñaba como subsecretario de la Juventud, en la gestión del ex intendente Carlos Grosso. También el inefable legislador por la Ciudad de Buenos Aires, Horacio Rodríguez Larreta, fue menemista, duhaldista y aliancista. En 1999 fue interventor del PAMI y jefe de la DGI (impulsado por Cossio, el del escándalo IBM-Banco Nación).

Pero lo que se le ha vuelto en contra a Kirchner es la publicación en los medios masivos de sus fotos con Menem. A esto se suma la enorme lista de personajes de la “vieja política” que integran su gobierno, supuesto portador de un modelo opuesto por el vértice a los ’90. Para nombrar sólo a algunos, el mismo Alberto Fernández fue superintendente de Seguros durante el gobierno de Menem, posteriormente fue administrador financiero de la campaña de Duhalde y en el 2000 fue electo como legislador de la Capital en la lista de Acción por la República, conducida por Domingo Cavallo. El hoy devenido kirchnerista progresista compartía en ese entonces la lista con la procesista videlista Elena Cruz. Es el caso del actual Vicepresidente de la Nación Daniel Scioli, quien fuera primer candidato a diputado por el PJ en la lista menemista. No hay que olvidar tampoco que “cuando era menemista” el ministro del Interior Aníbal Fernández fue intendente de Quilmes. O el actual ministro de Justicia Alberto Iribarne que fue viceintendente de Grosso y viceministro del Interior de Menem.

Lo que salta a la vista es que la vieja casta política de los partidos patronales repudiada en las calles en el 2001 se mantiene en sus puestos, aunque algunos ocupen cargos en el kirchnerismo “progre” y otros en la derecha de “gestión”. El debate sobre el “pasado” y el “presente” es un verdadero striptease de la democracia para ricos argentina.

Un modelo de entrega y explotación

Pero lo que todos ocultan es que esto tiene su correlato en la continuidad de la “seguridad jurídica” para las empresas privatizadas bajo las mismas condiciones contractuales que regían durante Menem y Cavallo.

Ya en la edición anterior de La Verdad Obrera denunciábamos que hoy Mauricio tiene el 20% del paquete accionario del grupo SOCMA y lo interesante a señalar es que el mismo Kirchner le habría concedido a ese grupo el ferrocarril Belgrano Cargas. Incluso se incrementaron los subsidios del Estado en comparación con los ‘90.

Hace pocos días la muy probable candidata a presidente Cristina K estuvo frente a 200 empresarios y sindicalistas en la reunión anual de la Organización Internacional del Trabajo. Dime quién te presenta y te diré quién eres, podría decirse. El encargado de tal tarea fue el abogado de las patronales y ex presidente de la UIA, Daniel Funes de Rioja, uno de los promotores de la reforma laboral durante el gobierno de la Alianza. “Cristina viene a explicar los progresos de la Argentina, en pleno crecimiento, pero también a abrir al país a la inversión privada”, dijo. El entusiasmo de la presentación puede explicarse en que el andamiaje jurídico de la legislación laboral implementada durante el menemismo está prácticamente intacto mediante el maquillaje de la vieja ley de reforma laboral esclavista de la Banelco. No hay que ser muy sagaz para ver hacia dónde apunta “el crecimiento económico con inclusión social”, uno de los latiguillos de Cristina en la OIT. No hay que olvidarse que los grandes empresarios, cuyos intereses pretenden representar más cabalmente que nadie Macri y López Murphy, están obteniendo ganancias enormes con el gobierno “progresista”. Recordemos también que este gobierno -para adquirir “grados de soberanía”- pagó cerca de 10.000 millones de dólares en concepto de deuda al FMI y que ahora se dispone a cancelar los 6.300 millones de dólares que se le deberían al Club de París.