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Hay que poner en pie nuevas organizaciones político-sociales de poder popular

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20 de noviembre 2008

Hay que poner en pie nuevas organizaciones político-sociales de poder popular

En América Latina, el cambio de siglo viene marcado también por experiencias y luchas que en cierto modo anticiparon el cuestionamiento del fin del neoliberalismo. Reaparecen entonces experiencias y debates estratégicos en relación a las formas antagónicas de poder popular así como elementos transicionales que se presentan en determinados países como Venezuela, Bolivia o Ecuador.

El movimiento obrero es parte de este fenómeno, pero no ocupa el plano principal. El Zapatismo, el movimiento sin tierra, los campesinos de Bolivia, las asambleas populares de los movimientos piqueteros pesaron mucho más que otros intentos en términos puramente obreros. Las organizaciones políticas y sindicales construidas por la clase obrera degeneraron completamente. La tarea de reconquistar y democratizar ese cuerpo gangrenoso es una tarea condenada al fracaso desde el comienzo. A mi juicio, la CGT es irrecuperable. En muchos aspectos, los campesinos bolivianos llegaron más lejos que los mineros que formularon las Tesis de Pulacayo, cuestionando el carácter racista y colonial del Estado fundado por los blancos.

El movimiento obrero no termina de tomar conciencia de la magnitud de esta crisis económica que es estructural. Una crisis por arriba porque está el capital transnacionalizado que no es tan sencillo de manejar desde las viejas formas estatales y una crisis también por abajo, porque la masa ensaya procesos de reacomodamientos territoriales y de reconocimiento de las funciones del Estado, como el caso de Bolivia. Esto lleva a una crisis civilizatoria que nos afectará indefectiblemente. Pero Gramsci y otros marxistas advirtieron que los fenómenos económicos no tienen efectos políticos mecánicos, ni reflejan los acontecimientos en un solo sentido. Es crucial prepararse y contribuir para que los trabajadores puedan enfrentar este colosal desafío, sin corporativismos ni obrerismos. Porque el antagonismo social no es sólo con el obrero de la fábrica. Es el antagonismo con los desocupados, con las masas desposeídas, con las masas campesinas y hacinadas sin perspectiva de futuro. Entre objetivos inmediatos y estratégicos, es una tarea urgente superar la división de tareas entre partidos y sindicatos. Hay que poner en pie nuevas organizaciones político-sociales de poder popular. Es preciso centrar una perspectiva de la revolución concebida en términos de ruptura con la propiedad privada y las formas estatales, por cierto, pero una ruptura que puede ir mucho más allá porque implica un cuestionamiento radical del capitalismo. Es una lucha política, cultural e ideológica.

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